A propósito de la invasión etíope de Somalia, acompañada de los bombardeos del sur del país por parte de Estados Unidos, el corresponsal de El País Ramón Lobo ha escrito dos artículos cuyos titulares me han llamado la atención: “Mi sueño es tener un Estado” (19/01/07), y “Es posible sentirse somalí por encima de los clanes” (25/11/07). Frente a la realidad de un territorio sin Estado, donde la guerra y la miseria más absoluta campan a sus anchas desde hace casi dos décadas, suele reivindicarse dos ideas, la de Estado y la de Nación, entendidos a nuestra manera, como solución a los males de los sufridos somalíes. Obviamente, lo que los somalíes desean es que terminen los enfrentamientos interclánicos, la inseguridad generalizada, el hambre. Pero esto lo interpreta el europeo argumentando que es la falta de un gobierno centralizado, a la occidental, lo que explicaría la sangría somalí. Somalia se encontraría así en un permanente estado de naturaleza hobbesiano, pre-estatal.
La realidad es un poco más compleja. Lo cierto es que el gobierno de la Unión de Tribunales Islámicos, vinculados a la familia clánica de los Hawiya, cumplió en Mogadiscio durante seis meses -y antes, en otras localidades- las funciones estatales que ahora se reclaman: seguridad, asistencia social, administración de justicia, etc. Con modos bastante represivos, es verdad. Y la existencia durante tres décadas de un gobierno centralizado no impidió que el estado acabara disolviéndose, carente de toda legitimidad, y que el país se sumergiera en una cruenta guerra civil. En realidad, visto con perspectiva histórica, la forma estatal que ahora se pretende reimplantar torpemente duró menos de un siglo, desde la dominación colonial a los experimentos desarrollistas y belicistas de Siad Barre. Hasta el siglo XX el territorio estuvo poblado por pastores nómadas con estructuras clánicas. La progresiva sedentarización ha modificado pero no abolido esta división en clanes, fuertemente arraigada.
El empeño en reconstruir un Estado centralizado en Somalia, aunque sea mínimo, fallido y asistido, se enfrenta no sólo a la oposición de los islamistas, y a las divisiones internas del nuevo gobierno prefabricado, sino a la existencia de una república independiente: Somalilandia.
La población de este territorio, cuyas fronteras heredan los límites de la Somalia Británica (el resto corresponde a la antigua Somalia italiana), se declaró independiente ya en 1991, y ha permanecido en relativa paz desde entonces, al contrario que sus vecinos del sur, a pesar de (o quizás gracias a) no estar reconocido internacionalmente. Si ya se habla poco de Somalia, Somalilandia no aparece ni como curiosidad. Este país, dotado de constitución y de moneda propias, de un presidente y de un legislativo, ha logrado mantenerse sin ayudas oficiales de ningún tipo, al no estar reconocido por la ONU ni por ningún Estado. Combina instituciones occidentales como la constitución o el sistema de elecciones, con elementos genuinamente africanos -tan mal vistos por los modernizadores- como la estructura clánica, los consejos de ancianos, o una muy limitada imposición fiscal. Todo ello sin asesores occidentales, sin consejos del Banco Mundial, sin ONGs. Pero con legitimidad para los habitantes de la región. Un estado más africano.
Un mal ejemplo, vaya. Como también lo era la alternativa de los tribunales islámicos. En el último número de Diagonal se insiste en el argumento económico para comprender el intervencionismo etíope y norteamericano. En realidad, a las razones geopolíticas (más que estrictamente económicas), podría añadirse las directamente políticas. La creación de estados viables (nation building) forma parte del proyecto político de reestructuración manu militari de los llamados estados “fallidos” (Afganistán) u hostiles (Iraq). Que sea un proyecto abocado al fracaso no significa que no forme parte de la lucha por crear un “marco político” para la globalización, como afirmó Angela Merkel en Davos. Bush tiene una manera de enfocarlo, la Unión Europea otra.
En cualquier caso, sueños imperiales en los que encajan mal los africanos, o mejor dicho, las formas de vida africanas.
Comentarios
Samuel, este estreno es de lujo. Interesantísima esa reflexión que nos planteas.
Salir de nuestra estrecha vara de medir y pensar que nuestros modelos han de tener otras lecturas no es tarea nada fácil, nuestro antropocentrismo nos lleva una y otra vez a cometer errores por ser incapaces de entender que lo universal de ciertos valores no implica que el modelo de aplicación sea válido en cualquier situación.
Un saludo y gracias por este inicio.
Escrito por: Marieta.2007/01/26 13:56:49.602000 GMT+1
Otro saludo y una alegría tenerte al lado, vecino. Que ya se sabe que cualquier día nos quedamos sin sal y entonces, pues eso.
Escrito por: pakua.2007/01/27 19:39:46.582000 GMT+1
ugrafias vecinas