2009/08/04 09:08:36.563000 GMT+2
Lucha de clases en Katanga
En la República Democrática del Congo (RDC), existen al menos dos mundos mineros situados en el ojo del huracán globalizador. Uno está marcado por la violencia armada, como en los Kivus, en la región de los Grandes Lagos. El último informe de Global Witness, publicado el pasado mes de julio, explica con detalle cómo funciona la cadena productiva que une compañías europeas y asiáticas con los grupos armados presentes en Kivu Norte y Sur. Más al sur, en Katanga, no son las milicias las que actualmente se reparten la comercialización de los preciados minerales, sino que son grandes compañías (chinas, sudafricanas, canadienses, belgas, etc.) las que directamente compiten por las concesiones más ventajosas. Katanga concentra reservas de cobre, estaño y zinc que se encuentran entre las más importantes del mundo. Las reservas identificadas de cobre (de una pureza mayor que la de su competidor chileno) se estiman en 70 millones de toneladas, las de cobalto en 5 millones de toneladas, y las de zinc en 6 millones de toneladas.
La lenta descomposición de la compañía estatal Gécamines, heredera de la antigua empresa colonial Union Minière du Haut Katanga, y la inestabilidad política de la RDC mantuvieron en un discreto segundo plano a una región estratégica que marcó el convulso inicio de la independencia del Congo. Hasta que la revisión de las concesiones mineras en plena burbuja de las materias primas (2007-2008), volvió a poner a Katanga en el primer plano del mapa de los inversores. Este período es el que retrata la última película del documentalista belga Thierry Michel, Katanga Business (2009), que hasta el momento sólo se ha estrenado en Bélgica, Francia y en algunos festivales.
El documental retrata fielmente la fiebre minera que se desató en los últimos años en torno a las riquezas de Katanga. La pregunta retórica que se hace Michel es: ¿quién gana y quién pierde? La portada de la película es muy ilustrativa de los protagonistas de la película y de la manera en que son mostrados. Abajo, vemos una masa indiferenciada de mineros clandestinos (creuseurs) que extraen de las entrañas de la tierra lo que pueden por un puñado de dólares, con gran riesgo para sus vidas. Arriba, el poder capitalista representado por los propietarios y ejecutivos de las grandes empresas multinacionales y el gobernador de la provincia, Moïse Katumbi, en el centro con sombrero vaquero tejano (y cuyo nombre recuerda al del secesionista Moïse Tshombe, corresponsable del asesinato de Patrice Lumumba). A su derecha, vemos al Sr. Min, artífice de la joint venture chino-congoleña Socomin, producto de un acuerdo entre tres empresas estatales chinas y la RDC (a través de Gécamines, que detendrá sólo el 32 % de la compañía); a su izquierda, Paul Fortin, abogado canadiense nombrado director general de Gécamines a propuesta del Banco Mundial con el objetivo de completar su privatización; por último, con gafas oscuras, el belga George Forrest, principal empresario del Congo.
Mineros, obreros e intermediarios (négociants) nos cuentan sus preocupaciones, pero el tiempo en pantalla lo ocupan sobre todo los poderosos, que aportan el marco explicativo. El propio Michel, buen conocedor del país y oriundo de Charleroi -en otros tiempos, ciudad minera e industrial-, ha admitido en alguna entrevista el trabajo que le costó acceder a la intimidad del poder, de ahí que aproveche ese privilegio. Algunos, como el gobernador populista Katumbi, conscientes de la filmación, sobreactúan en beneficio propio, como cuando llama la atención a los funcionarios aduaneros por el tráfico ilegal de minerales que sale por la frontera con Zambia, o cuando abronca a los capataces chinos por no proporcionar el calzado apropiado a sus obreros.
Efectivamente, Moïse Katumbi es la figura central, el intermediario entre las multinacionales y las masas de los trabajadores de la industria minera y los mineros clandestinos. Si la película ha provocado una gran polémica a su paso por la República Democrática del Congo, se debe en parte al protagonismo de quien se perfila como potencial rival de Joseph Kabila. Katumbi confiesa sin pudor que antes de ser gobernador hizo fortuna con un pelotazo de "sólo" 60 millones de dólares, mediante la venta de terrenos que un día pertenecieron a la Gécamines a una sociedad australiana. Se excusa diciendo que los extranjeros se llevan mucho más. Carismático, presidente del equipo de fútbol TP Mazembe, el director Thierry Michel no oculta su admiración por el gobernador, personificación del estereotipo del big man africano, con toda la complejidad que ello entraña. Katumbi no es simplemente un portavoz del capital, sino un líder que en el documental aparece como garante de la paz social en la región, poniendo orden cuando las cosas se ponen feas.
Porque la Katanga que nos muestra es una provincia en constante conflicto. Miles de mineros artesanales, que en los últimos veinte años han ido ocupando las minas abandonadas por el Estado huyendo del paro, la guerra en otras provincias y la deforestación, son expulsados ahora por empresas extranjeras que adquieren títulos de propiedad sobre dichos terrenos y aportan inversiones en capital que limitan la necesidad de mano de obra. Por su parte, los obreros de Gécamines reclaman el cobro de salarios atrasados, mientras las recurrentes revueltas callejeras son duramente reprimidas por la policía congoleña.
Los chinos están presentes en la región de diversas formas. El documental muestra tres: comerciantes que trafican con los minerales que extraen los excavadores clandestinos; pequeñas empresas, a menudo sin licencia, que realizan la misma labor que los excavadores clandestinos pero con maquinaria y obreros chinos; y, finalmente, el Estado chino representado por el sr. Min y su inversión de 9 mil millones de dólares, libre de impuestos. Ante las críticas occidentales, China defiende que, lejos de generar deuda externa para el Congo, lo que ellos proponen no es un préstamo sino un trueque: minerales a cambio de infraestructuras (tendidos eléctricos, carreteras, centros de aprovisionamiento de agua, hospitales, etc.).
Chinos, australianos o sudafricanos, la lógica de la acumulación por desposesión no es muy diferente, si bien las compañías anglosajonas destacan por su sofisticación financiera: con sede en paraísos fiscales, suelen captar financiación en los mercados procedentes de hedge funds y fondos de pensiones que canalizan el ahorro de los trabajadores del norte a la extracción de cobre y cobalto en el sur. El período en que fue rodado la película no llega sin embargo a cubrir los efectos de la crisis financiera, que ha cortado la financiación en los mercados internacionales y provocado el desplome del precio de los minerales. Muchas pequeñas empresas chinas han cerrado y los excavadores informales han visto reducirse sus ingresos, hasta el punto de que muchos de ellos abandonan esta actividad. La película tampoco aborda la deforestación provocada por la minería, y el mismo director considera necesaria una "revolución industrial", convenientemente regulada por el Estado, que pueda beneficiar al pueblo congoleño. Podemos entonces replantearnos de otra manera la pregunta que se hace el director a lo largo del documental: ¿qué ganan y qué pierden?
Escrito por: Samuel.2009/08/04 09:08:36.563000 GMT+2
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