El director de la revista Jeune Afrique, Béchir Ben Yahmed, comparaba recientemente el nuevo "plan de seguridad para Bagdad", presentado por Bush el pasado 10 de enero, con la conocida "batalla de Argel". Como el general francés Massu en 1957 en Argel, el general norteamericano David Howell Petraeus y el jefe militar de la capital iraquí, Aboud Qanbar, tienen en estos momentos plena libertad para usar todos los medios a su alcance (¿cuándo no han hecho lo que han querido?), para reconquistar la capital iraquí e imponer el orden antes del 20 de marzo -cuarto aniversario del inicio de la guerra- o a más tardar el 9 de abril -cuatro años después de la entrada de las tropas norteamericanas en Bagdad. Complicado lo tienen. También Massu y sus paracaidistas ganaron la batalla de Argel, sin que este hecho llegara a impedir la derrota de ejército francés en la primera guerra de Argelia (1954-1962).
No es la primera vez que se comparan ambos escenarios. En realidad, el terrorismo de Estado francés sirvió de ejemplo para los manuales de contrainsurgencia de la Escuela de las Américas y el terrorismo de Estado desplegado sobre el continente latinoamericano desde los años setenta. Veteranos franceses de la guerra de Argelia asesoraron, por ejemplo, al ejército argentino en la represión, tortura, asesinato, y desaparición de personas.
Pero desde 1957 ha pasado mucho tiempo, y las técnicas del horror se han ido perfeccionando después de las experiencias chilenas, argentinas, centroamericanas, colombianas, y de nuevo, argelinas. De esto último se habla muy poco.
Este año se cumple el quince aniversario del golpe de Estado del 11 de enero de 1992 (vaya, otro número 11), inicio de la segunda guerra de Argelia. Con este golpe militar se impidió la victoria electoral del Frente Islámico de Salvación (FIS). Las razones esgrimidas no difieren de las empleadas en Chile en 1973 o en Argentina en 1976. Basta sustituir la palabra "comunismo" por "islamismo", y "subversión" por "terrorismo". A diferencia de lo sucedido en el cono sur, donde, a pesar del éxito de la represión, el recuerdo de los regímenes dictatoriales se asocia al oprobio y la infamia, en Argelia no sólo se ha asesinado mucha más gente que en todas las dictaduras del cono sur juntas, sino que el régimen responsable de una auténtica maquinaria represiva sigue contando con los favores de la comunidad internacional y con el silencio cómplice de países con fuertes intereses, como Francia y España.
Esta ha sido la mayor innovación, y el mayor éxito: los métodos de desinformación y de manipulación han sido refinados a tal extremo, que las tácticas del viejo Massu parece hoy en día un juego de niños. El Estado argelino ha logrado un control férreo de la información, con la ausencia total de periodistas internacionales sobre el terreno.
No se puede negar el terrorismo islamista, practicado por las facciones más violentas del FIS (cuyos líderes más moderados se vieron postergados -o encarcelados- al inicio de la guerra) y otros grupos, como hiciera el propio FLN en su día, pero hay algo más que indicios acerca de la infiltración o manipulación de los servicios de seguridad argelinos en lo que se conoce como GIA, una constelación de grupúsculos terroristas tan vaporosa e inaprehensible como Al Qaeda, una versión 2.0 de la misma idea. El supuesto anuncio del Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC) sobre su vinculación con Al Qaeda (en una de esas páginas webs islamistas cuyo enlace nunca se adjunta) parece obedecer a más de lo mismo, a hacer desaparecer autorías y responsabilidades en ese comodín que es el terrorismo internacional.
Aún hoy, los periódicos argelinos transmiten las informaciones de las fuerzas de seguridad sobre terroristas abatidos como si fuera el parte meteorológico. Nadie cuestiona nada, nadie se plantea si se trataban de delincuentes, de ajustes de cuentas mafiosos, o personas consideradas "peligrosas".
¿Quién mata a quién? es una pregunta que la propia prensa argelina considera propaganda islamista, a pesar de que la elite dirigente ha admitido la existencia de una "guerra sucia", en la que se cometieron "excesos". Además, buena parte de las masacres (especialmente las del periodo 1994-1998) nunca han quedado esclarecidas. Por no hablar de los más de quince mil desaparecidos, en los que las responsabilidades gubernamentales parecen más evidentes.
¿Cómo no encontrar paralelismos con lo que está sucediendo en Iraq? ¿Quien mata a quién en Iraq? ¿Quien sigue matando en Argelia?
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Escrito por: Ale.2007/03/11 23:10:31.582000 GMT+1