Ni Ségo, ni Sarko, ni siquiera Bayrou o Le Pen. Son, sencillamente, "los otros" de las elecciones presidenciales francesas. Los candidatos no presidenciables. Quien vota por ellos en realidad está votando en contra. Es el voto negativo, el voto protesta, el voto inútil.
La institución presidencial, implantada en Francia tras las revueltas de 1848 para contrarrestar el poder popular, sigue siendo una institución monárquica, y la más genuina representación de la unidad del Estado-Nación. A fin de cuentas, el bipartidismo parlamentario, tendencia existente en todos los sistemas electorales europeos (mediante partidos o alianzas electorales), constituye un equilibrio entre la unidad del Estado y la necesidad de encorsetar la diversidad existente en toda comunidad humana mediante el mecanismo de la representación.
La "izquierda de la izquierda" encaja mal en este sistema, que favorece el personalismo, la indiferenciación programática, y la concentración de poder, e impide la discusión en pie de igualdad. El fracaso a la hora de constituir una candidatura unitaria antiliberal en otoño de 2006, aprovechando la onda expansiva del No a la Constitución Europea, es reveladora de esta dificultad, y de la crisis en el seno de los movimientos altermundialistas en torno a la cuestión electoral.
Una primera víctima fue la organización ATTAC, dividida entre quienes apostaban por convertirla en una organización política partidista, el dúo Jacques Nikonoff (PCF)- Bernard Cassen, y otra, defendida por otros miembros fundadores reunidos en torno a Susan George, que pretendían reforzar el movimiento social. La división del consejo de administración desembocó en las controvertidas elecciones de junio de 2006, con acusaciones de fraude perpetrado en beneficio de la lista de Nikonoff, que acabaría dimitiendo en octubre. Paralelamente, Le Monde Diplomatique, el medio que dio vida a la organización altermundialista, sufrió su particular crisis con la dimisión de Alain Gresh como redactor en jefe, al parecer por diferencias relativas al papel de las organizaciones islamistas (personificadas en la figura de Tariq Ramadan) en el seno del movimiento.
Como continuación de la crisis encontramos la polémica suscitada con respecto a las propuestas electorales de unos y otros, con la intención de reunir a comunistas, trotskistas de la Liga Comunista Revolucionaria (LCR) y los altermundialistas. Muchos acusaron al Partido Comunista Francés de pretender imponer a toda costa la candidatura de Marie-Georges Buffet. Otros grupos, como el obrerista Lutte Ouvrière (LO) o el Partido de los Trabajadores (PT), optaron desde el principio por presentar candidaturas propias. En el caso de LO, la candidata Arlette Laguiller lleva presentándose desde 1974, año de nacimiento de Oliver Besancenot (LCR), discípulo de Alain Krivine y gran comunicador, amante del rap, que obtuvo nada menos que un 4,27 % de los votos en la primera vuelta de las elecciones de 2002 y que vuelve a intentarlo en esta ocasión. Por su parte, Dominique Voynet (Los Verdes) carga con el pecado de haber participado en el gobierno Jospin. Fue ministra de gestión del territorio durante el desastre del Erika.
No es lo mismo participar juntos en un mítin contra la Europa del capital, o en una manifestación contra la guerra, que unirse para participar en una maquinaria electoral siempre hostil. Otros mundos serán posibles, pero ¿y otras formas de hacer política?
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