El título que encabeza este texto parece una paradoja, pero no lo es. El mito más persistente sobre el neoliberalismo es ese según el cual lo que busca es que haya "menos Estado" y que la economía esté "desregularizada". Pero en el capitalismo Estado y mercado no son conceptos antagónicos. El mercado es una creación estatal, y si por algo se caracteriza el capitalismo es por el relevante papel del Estado -o mejor dicho, si queremos incluir formas supraestatales o imperiales, del soberano- en la acumulación de capital. El capitalismo neoliberal no es una excepción. Aquí la supuesta "desregulación" no es más que una regulación favorable al capital financiero.
Veamos qué ha sucedido en la realidad. Lejos de asistir a una disminución del número de reglamentaciones o del personal administrativo, lo cierto es que en las últimas tres décadas hemos asistido a una "burocratización del mundo", según la expresión de Béatrice Hibou (La bureaucratisation du monde à l'ère neoliberale, La Découverte, 2012). La burocratización es un proceso normativo y procedimental en el que convergen tanto las agencias públicas como la propia empresa privada.
Por un lado, el mercado se desarrolla mediante una proliferación de normas cada vez más detalladas. Mencionemos algunos ejemplos. La creación del mercado común europeo fue el producto de cientos de reglamentaciones y directivas aprobadas entre 1986 y 1993. Desde entonces el acervo comunitario, especialmente el relativo al mercado interior, el derecho de competencia o la política agrícola común, no ha dejado de aumentar y de volverse cada vez más complejo, hasta el punto de que en 2005 la Comisión Europea propuso una fallida "estrategia para la simplificación del marco regulador".
Del mismo modo, la progresiva integración de los mercados que implica la globalización conduce al desarrollo de regímenes legales en el que se mezclan las regulaciones de la Organización Mundial del Comercio y una red de convenios bilaterales y multilaterales. El funcionamiento actual del comercio prima la famosa "seguridad jurídica" con respecto a los derechos de propiedad privada y mecanismos que permitan hacer cumplir los contratos. En fin, los trabajadores/ciudadanos están sometidos a una jungla normativa de leyes cambiantes, convenios sectoriales y diversos regímenes migratorios.
Pero la empresa, sobre todo la gran empresa, no es menos burocrática. El mismo comercio internacional se ve afectado por numerosas normativas privadas (como las condiciones que imponen las grandes distribuidoras). Como escribe Béatrice Hibou: "la estrategia de empresa, el proceso de normalización y de certificación de productos, de los modos de producción y de gestión, el márketing, la gestión de compras, las relaciones públicas, las relaciones con los proveedores, los subcontratistas y los prestatarios de servicios [...] se definen de manera estricta y procedimental, de modo que los mercados y la competencia, los comportamientos de los clientes y los circuitos de distribución, la prensa y los poderes públicos, el conjunto de la cadena de producción puedan ser controlados".
Las privatizaciones, las "reformas estructurales" y la externalización no solo no han terminado con la burocracia sino que la han multiplicado. “En un hospital gestionado de forma privada hay más gente con corbata que con bata”, afirmó el médico de familia del centro de salud de Pego Artur Royo en el programa Salvados de Jordi Évole. Los centros privados cobran "un 25% más de gastos de administración". El papeleo ocupa ahora una porción importante de la jornada laboral -del tiempo de vida- en los más diversos sectores, desde la salud hasta la agroindustria, pasando por la policía. El trabajo por proyectos acentúa esta tendencia. Un caso significativo es el de las organizaciones no gubernamentales, fuertemente condicionadas por los términos de referencia de las convocatorias de subvenciones y que dedican buena parte de su tiempo a preparar propuestas, a redactar informes técnicos de seguimiento y recopilando justificantes.
Desde la administración, la contrapartida es el incremento del personal dedicado a la gestión administrativa y financiera. El periodista Jean Quatremer, gran conocedor de los entresijos de Bruselas, escribió hace poco sobre los eurócratas: "La obsesión por evitar el fraude incrementó esta deriva: el 50% del personal [de la Comisión Europea] se consagra a la gestión interna. Un director general británico explica que en lugar «de concebir políticas como hacía antes de la reforma [de 2004], paso dos tercios de mi tiempo a controlar y a evaluar mi personal»". Probablemente suceda algo parecido en otras administraciones. Es el resultado ambivalente de la obsesión por la transparencia, la "rendición de cuentas" y la evaluación. La tecnología digital, basada en protocolos y estándares técnicos, ha complicado aún más el problema.
Por decirlo con otros términos, nuestra sociedad de control acaba siendo más burocrática que la vieja sociedad disciplinaria. Una de las consecuencias de la inflación normativa es la impotencia que genera la asfixia de los procedimientos y la producción política de la irregularidad, esto es, lo que queda "fuera de los cauces reglamentarios". Nos queda por tanto un desafío: cómo promover la vida buena en común rellenando menos formularios.
2013/04/21 22:27:7.575000 GMT+2
La burocracia neoliberal
Escrito por: Samuel.2013/04/21 22:27:7.575000 GMT+2
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