¿Irán inaprensible? Parece que sí, a juzgar por la guerra propagandística que nos asedia estos días. Los clichés acerca de la "teocracia" iraní y de la "dictadura de los mulás" nos devuelven las imágenes más distorsionadas de la república islámica. Desde posiciones pretendidamente antiimperialistas el despiste no es menor, y así encontramos a defensores del carácter popular (o populista) de Mahmud Ahmadinejad frente al supuesto neoliberal Mir Hossein Musavi. Al Giordano en Counterpunch o Richard Seymour en su blog han criticado acertadamente estas representaciones. Para una visión más general del enfoque adoptado por unos y otros resulta muy recomendable el análisis que hace Carlos Sardiña.
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La reducción del sistema político iraní a una teocracia sólo sirve para reconfortar la visión interesada de ese islam imaginario del que habla Thomas Deltombe, que en su estudio del tratamiento mediático de lo musulmán en Francia se remonta precisamente al impacto geopolítico que supuso la revolución iraní de 1979. Antes se hablaba de árabes, de comunistas, de persas, de trabajadores, categorías que poco a poco fueron fundiéndose en una identidad homogénea y monolítica. Es una de las maneras en las que el poder ha afrontado la no resuelta cuestión colonial en el interior de las fronteras metropolitanas.
En realidad, la innovación política iraní consistió en combinar una legitimidad religiosa con una legitimidad parlamentaria por medio de elecciones con sufragio universal. Como explica María Jesús Merinero (La república islámica de Irán: dinámicas sociopolíticas y relevo de las élites, Ed. Catarata):
"En la Constitución se da una dualidad entre las instituciones democráticas, representadas por el Parlamento -Majlis- y el principio de tutela del jurisconsulto [vélayat-e faquih] que da extensos poderes al faquih [especialista en jurisprudencia islámica] gobernante.
La primacía de lo político en el concepto de gobierno islámico de Jomeini ha dotado a la tutela de jurisconsulto de una dimensión que concede preeminencia a las decisiones gubernamentales, incluso si no se acomoda a la sharia."
Fariba Adelkhah (L'Iran, Ed. Le Cavalier Bleu) insiste en la misma idea:
"la instauración de la república
islámica supone no tanto el triunfo del Islam sobre el Estado como la
emergencia de un régimen inédito, más político que religioso. Este
aspira a la recomposición del mismo Islam, aunque sea porque la ley de
la república islámica prima sobre la sharia, como reconoció el imam
Jomeini en una carta del 6 de enero de 1988 dirigida al ayatolá
Jamenei, entonces Presidente de la república".
La institucionalización del velayato o tutela del jurisconsulto fue la principal aportación teórica de Jomeini y refuerza la idea del liderazgo de los faquih. Si pensamos en los clérigos ante todo como juristas, intérpretes mediante el principio de iytihad del derecho islámico, nos encontramos con una situación no tan diferente de lo que sucede en los sistemas políticos europeos, donde los juristas tienen una presencia significativa en la clase política y en la burocracia.
La Constitución de la república islámica de Irán y su reforma posterior fueron aprobadas en sendos referendos en noviembre de 1979 y julio de 1989, no por decisión de los ayatolás. El Presidente de la República, la Asamblea de Expertos y el Parlamento se eligen por sufragio universal. Por cierto, hasta 2007 la edad mínima para poder votar era de 15 años -hombres y mujeres-, con lo que el sufragio se extendía a una juventud que en otras partes no gozaba del mismo derecho.*
Por otro lado, la proporción de clérigos presentes en el Parlamento ha venido reduciéndose desde los años 1980. En general, han predominado los clérigos de categoría media, mientras que los grandes ayatolás, contra lo que comúnmente se piensa, se han mantenido al margen de las instituciones políticas. En 1979 los clérigos constituían la mitad de los diputados electos; en 2004 la novena parte. Su presencia en los sucesivos gobiernos ha sido limitada, ocupando carteras ministeriales como Justicia, Interior o Cultura, pero nunca en Educación o Economía. El hecho de que la reforma constitucional de 1989 admitiera que el Guía de la Revolución no fuera un marya **, esto es, un "modelo de imitación", además de permitir la elección del entonces ayatolislam Ali Jamenei como sucesor de Jomeini (Jamenei no obtendría la distinción de marya hasta mediados de los años 90), significó en los hechos un predominio de lo político sobre lo estrictamente religioso. Y, de hecho, la elección de Jamenei fue objeto de un fuerte debate público, poco compatible con la visión de un cónclave oscurantista de clérigos que toman decisiones a puerta cerrada (como sí sucede en el Estado del Vaticano).
Muchos de los que accedieron al poder en 1979 fueron clérigos, sí, pero la mayoría de los puestos lo ocuparán islamistas laicos como el ingeniero Musavi, con frecuencia formados en universidades occidentales. Y la función social del clero se ha visto modificada con su burocratización. Por otra parte, quienes acabaron controlando los resortes del Estado marginaron o
reprimieron -de manera muchas veces brutal- a otras corrientes
islamistas, así como a la izquierda marxista y a liberales
nacionalistas ***, pero también a altos clérigos chiitas.
En cualquier caso, el velayato siempre ha sido objeto de controversia
en Irán, especialmente en momentos clave como la redacción de la
Constitución de 1979 o la sucesión de Jomeini. La tensión entre la
relación jerárquica del clero chií y la cuestión de la democracia nunca
ha sido resuelta del todo en una sociedad que ha mostrado una gran
autonomía con respecto a las instituciones del Estado.
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Frente a la revuelta y el antagonismo, la república islámica no ha dudado en recurrir a una represión intensa. El período más violento fue el de 1979-1983. En él se dirimió el reparto de poder en la nueva república y la organización del Estado, en un contexto internacional desfavorable (presión occidental, guerra con Iraq) y rebeliones armadas internas como la de los Muyahidines del Pueblo Iraní (OMPI), grupo que plantea una interpretación socialista del Corán y que se curtió con prácticas de guerrilla urbana, al estilo de sus parientes europeos o latinoamericanos. Miles de personas fueron ejecutadas, y grupos como los pasdarán o Ansar-i Hizbulá (no confundir con el Hizbulá libanés) apuntalaron la violencia del Estado. Además del terror revolucionario, también favoreció el autoritarismo del Estado iraní la guerra con Iraq, período en el que Musavi fue primer ministro.
Sin embargo, desde entonces la situación ha cambiado bastante, por la presión popular y el pragmatismo de los políticos iraníes. Se aplica la pena de muerte y en las prisiones iraquíes se practica la tortura, aunque una comparación con vecinos más "respetables" obliga a matizar muchas cosas.
Hoy no es el terror lo que permite que la revolución islámica perviva. Existe un amplio consenso sobre sus postulados básicos, un "habitus islamo-republicano sinónimo de pertenencia a la clase media y por tanto, para muchos, de ascendencia social" (F. Adelkhah). Un concepto, el de clase media, que hay que emplear con cautela en el caso iraní, vistas las confusiones que ha habido sobre la composición de clase de los manifestantes de las últimas protestas. Quienes han protestado tras las elecciones del 12 de junio lo han hecho reivindicando el espíritu revolucionario de los primeros días, no el gobierno del Sha o un sistema liberal de tipo occidental.
La vigilancia social y moral se enfrenta a las prácticas sociales de los iraníes, de manera que el poder se ve obligado continuamente a ceder en este terreno. La sociedad iraní está muy viva y ha sabido "inventar sus modos de resistencia, también religiosa, y de supervivencia, al margen del Estado que la gobierna" (F.Abdelkhah): economía informal, desarrollo de escuelas y universidades gratuitas, públicas o privadas, ascenso de la sociabilidad religiosa, actividades caritativas que adoptan la forma de organizaciones no gubernamentales de todo tipo, muestran una efervescencia y una autonomía que desde aquí nos cuesta reconocer.
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En Irán los partidos, débiles, no son los determinantes del juego político. En las elecciones "los contendientes se apoyan en un sistema de facciones heterogéneas en las que se coaligan grupos heteróclitos (...) Estas agrupaciones políticas, de contornos flexibles, pueden establecer alianzas coyunturales entre ellas; a la vez que un mismo candidato puede presentarse apoyado por facciones políticas no sólo distintas sino incluso antagónicas, en el juego de las estrategias políticas" (M. Merinero). De ahí la importancia del filtro que establece el Consejo de Guardianes a la hora de aprobar la lista de candidatos en las elecciones presidenciales.
Como en cualquier otro país, el voto a Musavi puede haber tenido múltiples significados según la procedencia, siendo el rechazo a Mahmud Ahmadinejad, antes que el apoyo a un determinado programa electoral, el motivo que probablemente haya movilizado a más iraníes en torno al ex primer ministro.
El sistema electoral iraní es muy flexible, y permite cosas como ejercer el derecho al voto en la circunscripción que uno quiera o que una candidatura individual esté apoyada por listas concurrentes. Estas reglas dificultan la previsión de los resultados (por más que los medios occidentales lo tuvieran tan claro), pero también pueden favorecer la comisión de irregularidades o fraudes. No obstante, que haya irregularidades no quiere decir que Mahmud Ahmadinejad haya ganado gracias al fraude. La posición del Consejo de Guardianes al rechazar anular los comicios es que no, que las posibles irregularidades no afectan al resultado total de manera significativa.
Fraude masivo o no, parece indudable que Ahmadinejad goza de más apoyos de los que se quiere admitir, aunque también sea un elemento difícil de calibrar, dado el espectacular -y sospechoso- aumento de votos y la contestación de los resultados que se ha producido. El torpe intento del gobierno por controlar la comunicación o el rechazo a recontar los votos sólo ha facilita las especulaciones y la tarea propagandística de los medios.
Mientras, la división en la calle ha conducido a una profunda división
en el seno de las élites, con dos grupos prominentes, el de
Jamenei-Ahmadinejad y el de Rafsanjani-Musavi, que tratarán de
renegociar cuotas de poder mientras miran de reojo el termómetro social.
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Frente a la tentación de interpretar Irán según nuestros parámetros y deseos, está otra tentación no menos peligrosa: la de considerar que Irán es un mundo aparte que obedece a reglas exclusivas. Muchos de los temas discutidos durante la campaña nos resultan familiares: crisis económica, corrupción, el carácter reaccionario de Mahmud Ahmadinejad, etc.
En Irán diferentes opciones sobre la política o la vida en general se han enfrentado con unos mismos códigos de referencia, en este caso los de una revolución islámica que ha llevado a Irán a la postmodernidad, tras una urbanización acelerada, la generalización de la educación básica y superior, y la transformación de las relaciones productivas. Podremos no simpatizar con Musavi, Rafsanjani y el estamento que representan, pero no podemos obviar el sentido emancipatorio de una protesta que se reclama heredera de 1979 y que desborda la propia figura del ex primer ministro. Cómo comunicar y solidarizarnos con ella sin caer en los esquemas preconcebidos de la división entre teocracia y liberalismo, o entre conservadores y moderados constituye una tarea pendiente.
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* En 2007 el Consejo de Guardianes aprobó elevar la edad mínima para ejercer el derecho al voto a 18 años, con la oposición del gobierno de Ahmadinejad.
** En la tradición chií, los creyentes eligen entre los teólogos más eminentes, al más sabio, digno y piadoso, y atenerse a sus dictámentes jurídicos (fatwas) en la aplicación de la ley.
*** En las elecciones del 12 de junio, Musavi descartó el apoyo del Movimiento de Liberación de Irán, partido no legalizado pero tolerado.
2009/06/28 18:08:50.562000 GMT+2
Irán y nosotros
Escrito por: Samuel.2009/06/28 18:08:50.562000 GMT+2
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islamismo
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Comentarios
Escrito por: abenyusuf.2009/06/28 18:57:12.113000 GMT+2
http://abenyusuf.wordpress.com
Me resisto a hablar de fascismo en el caso iraní, por más que me desagrade Ahmadinejad. Y no creo que el término Segunda Guerra Fría sea el más apropiado. Durante la "primera" hubo un enfrentamiento ideológico, pero consistió sobre todo en un reparto del mundo entre dos superpotencias, lo que no sucede ahora.
El período de turbulencias en el que nos encontramos tal vez se parezca más a la guerra europea de los 30 años, con una multiplicidad de conflictos interpuestos y una reordenación del sistema internacional.
Saludos.
Escrito por: Samuel.2009/06/28 20:01:59.326000 GMT+2
www.javierortiz.net/voz/samuel
Escrito por: abenyusuf.2009/06/28 21:06:53.656000 GMT+2
http://abenyusuf.wordpress.com
Sí, parece que en Honduras la oligarquía no ha esperado a una aprobación estadounidense y busca una política de hechos consumados. Hay quien ironiza con una coincidencia entre Obama y Chávez: http://narcosphere.narconews.com/thefield/honduras-dictator-day-rails-vs-obama-chávez-declares-martial-law
Salam.
Escrito por: Samuel.2009/06/29 10:40:55.005000 GMT+2
www.javierortiz.net/voz/samuel
Escrito por: abenyusuf.2009/06/29 16:39:53.472000 GMT+2
http://abenyusuf.wordpress.com
Un texto muy completo, gracias Samuel.
Uno de los puntos cruciales es que la gran mayoría de los todólogos superponen sus prejuicios al análisis de la realidad iraní, lo hagan en nombre del imperialismo o del anti-imperialismo. Supongo que habrás notado que era discutible que Occidente tuviese verdadero interés en la victoria de Musaví. En EEUU, Obama quiere sentarse a dialogar con quien sea el presidente de Irán (y la UE hará de comparsa), pero a los políticos israelíes les pierden las ganas de gresca, como varios diarios israelíes dieron cuenta. No obstante, me consta que políticos como Tzipi Livni se han hartado de tanta confrontación con Irán ( http://www.rebelion.org/noticia.php?id=86706 ), y también imagino que más de un halcón de la Casa Blanca preferiría enconar el conflicto, así sólo sea por satisfacer algún lobby armamentístico. Así que cualquier cosa.
Mi principal duda es si es posible que el pueblo iraní avance por sus propios medios hacia una democratización más profunda. Me llamó mi atención el punto según el cual el peso de los juristas islámicos no es distinto del que tienen por aquí los juristas. Entonces, ¿cómo podría desarrollarse un derecho distinto del religioso? No digo laico, lo dejo en secular.
Aunque buenos estamos los españoles para dar lecciones sobre secularidad y laicismo.
Escrito por: Gonzaga.2009/06/30 13:21:48.906000 GMT+2
Respondiendo a tu pregunta, Gonzaga. No estoy tan seguro de que desde el derecho islámico chií no pueda producirse una evolución democrática, como puede ocurrir desde una tradición, digamos, occidental. El hecho de que en Irán haya rebeldes que invoquen una ijtihad diferente, pero sin salirse del marco cultural chií, podría ser una prueba en ese sentido.
Escrito por: Samuel.2009/07/07 15:39:5.342000 GMT+2
www.javierortiz.net/voz/samuel