Tras asistir al Foro Social Mundial celebrado en Porto Alegre en 2002, la entonces secretaria de Movimientos Sociales y Relaciones con las ONG de la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE, Leire Pajín, hoy secretaria de Estado de Cooperación Internacional, escribió lo siguiente:
"los ciudadanos, a través de los foros paralelos, tienen en sus manos la capacidad de influir en los objetivos políticos, porque dentro del marco establecido existe una forma de organización mediante la que proclamar que otro mundo es posible. Nos toca tender las pasarelas y los puentes, recuperar la utopía."
Sin embargo, la relación de los gobiernos y los partidos políticos con los movimientos sociales continúa siendo una cuestión espinosa, por la frecuente instrumentalización o cooptación de estos últimos por los primeros, lo que deriva en inevitables tensiones, tanto internas como entre ambos lados de la barrera.
En lo que se refiere a la política exterior, que forma parte de aquellas áreas de gobierno más celosamente defendidas por el poder ejecutivo, hasta el punto de que en las democracias representativas los parlamentos pintan muy poco en esta materia, la relación con los movimientos se ha venido articulando por los canales de lo que se denomina "diplomacia pública". Pero por los intereses estatales en juego, la instrumentalización puede ser demasiado grosera. Es lo que ha sucedido estos últimos días en Madrid con el Foro por una Paz Justa, que ha acabado por suspenderse tras la sesión de apertura del pasado día 14, en la que intervino el Ministro de Asuntos Exteriores Miguel Ángel Moratinos.
Según puede leerse en la página web del evento, esta iniciativa aspiraba a ser un "un espacio de la sociedad civil (...) que busca el desarrollo de un movimiento solidario que impulse un nuevo proceso político de paz así como lanzar tantas propuestas como sean necesarias para lograr una paz justa y duradera en la región y fortalecer el papel de la sociedad civil. (...) "El origen de este Foro surge como iniciativa del Foro Social de Madrid -conformado por organizaciones tanto sociales y políticas unidas en el ámbito de la Comunidad de Madrid."
Varias organizaciones participantes, y singularmente la Red de ONGs Palestinas, protestaron por el hecho de que se había impuesto, por presiones del Ministerio de Asuntos Exteriores, organizaciones israelíes sionistas que no habían firmado suscribir el documento de referencia del Foro que reafirma la inviolabilidad de la legalidad internacional. La inclusión de estas organizaciones se hizo al margen de los trámites preparatorios del foro y sin conocimiento del conjunto de los participantes inscritos. También se pretendió cambiar la composición de las mesas que se había acordado.
Muchos se solidarizaron con la delegación palestina, y anunciaron la cancelación de su participación: la CEOSI, el Comité de Solidaridad por la Causa Árabe, o el Alternative Information Center de Michael Warschawski. El comité organizador argumentó que no existían tales presiones, y que se trataba de un encuentro abierto y transparente. Finalmente, todo acabó como el rosario de la aurora, según la secuencia de hechos que relata Sodepaz, y las razones que aporta la Red Internacional Antiocupación. El encuentro se suspendió y las organizaciones más críticas acabaron reuniéndose por su cuenta en Leganés.
Me parece que el israelí Warschawski, tras aclarar que no tiene inconveniente en reunirse con organizaciones sionistas, acierta en su carta de protesta, cuando se refiere a la raíz del problema:
"La implicación de un ministerio de un gobierno en un foro social es, en sí mismo, una grave violación de la carta de Porto Alegre, que estableció la independencia absoluta de los foros sociales del gobierno. Más aún, el problema no es sólo estatutario sino absolutamente político: ¿Qué tienen que ver unas entidades que apoyan abiertamente el neoliberalismo y la guerra con una conferencia que está completamente en oposición con el neoliberalismo y la guerra? […]"
El Ministerio de Asuntos Exteriores puede organizar las conferencias y eventos que quiera, con la gente que quiera. Pero se suponía que los foros sociales son espacios autónomos, abiertos, pero que se enmarcan en el proceso de Porto Alegre, por lo que deben ser algo diferente, con organizaciones sociales que comparte un mínimo de puntos en común, entre ellas la oposición al neoliberalismo y el imperialismo.
Es difícil pasar por alto los medios que un gobierno puede poner a tu disposición para organizar encuentros de este tipo. Pero quien pone el dinero suele tener la última palabra. No es la primera vez que asistimos a estas tensiones: en el pasado se habían dado con los gobiernos nacionales de países anfitriones como Brasil o Venezuela, o de gobiernos locales como Londres, aunque nunca con tal grado de intervencionismo. Como consecuencia de todo ello, el foro social de Madrid ha entrado en una profunda crisis, y es posible que acabe reduciéndose a un puñado de organizaciones más o menos afines al PSOE. Curiosa manera de tender pasarelas y puentes.
Comentar