Capítulo XV, El siglo nuevo. Las ruinas de Palmira o Meditaciones sobre las revoluciones de los Imperios (1791) de Constantin-François Chassebœuf de La Giraudais, conde de Volney (1757-1820), según la traducción disponible en www.volney.org:
"Cuando acabó de pronunciar estas palabras se oyó del lado de occidente un ruido muy grande, y volviendo hacia él la vista, observé a la extremidad del Mediterráneo, en una de las naciones de Europa un movimiento prodigioso, como el que se ve en medio de una gran ciudad cuando estalla por todas partes una sedición violenta, y el pueblo innumerable se agita y revuelve como las olas de un mar embravecido, por las calles y las plazas públicas. Heridos al propio tiempo mis oídos por los gritos que llegaban hasta el cielo, distinguí a intervalos las siguientes frases:
"¿Qué prodigio nuevo es éste?, ¿qué plaga cruel y desconocida es ésta?
Somos una nación numerosa, ¡y parece que no tenemos brazos! Poseemos un suelo
fertilísimo, ¡y carecemos de producciones! Somos activos y laboriosos, ¡y
vivimos en la indigencia! Pagamos enormes tributos, ¡y nos dicen que no son
suficientes! Estamos en paz con las naciones vecinas, ¡y nuestros bienes no están
seguros entre nosotros mismos! ¿Cuál es pues el enemigo oculto que nos
devora?".
Y algunas voces que salían del medio de la multitud, respondieron:
"Levantad una bandera en torno de la cual se reúnan todos los que por
medio de útiles trabajos mantienen y conservan la sociedad y entonces conoceréis
al enemigo que os devora".
Alzada, en efecto, la bandera, se vio esta nación repentinamente dividida en dos cuerpos desiguales y de aspecto que
formaba contraste: el uno, innumerable,
casi total, revelaba en la pobreza de
sus ropas y en los rostros curtidos y descarnados, los indicios de la misera y
del trabajo; el otro grupo, pequeñísimo,
fracción imperceptible, por sus galas de oro y plata y por la lozanía de
sus rostros, denotaba holgazanería y abundancia.
Y considerando estos hombres con mayor atención, reconocí que el gran cuerpo estaba compuesto de
labradores, de artesanos, de mercaderes y de todas las profesiones estudiosas útiles
a la sociedad y que en el pequeñísimo
grupo sólo se encontraban curas y ministros del culto de todas las jerarquías,
empleados del fisco y de otras varias clases, con uniformes, libreas y otros
distintivos, en fin, agentes religiosos, civiles o militares del gobierno.
Y como estaban estos dos cuerpos frente a frente observé que de una parte, nacía
la cólera y la indignación, y de la otra, una especie de terror; y el gran cuerpo
dijo al más pequeño:
"¿Por qué estáis separados de nosotros? ¿No sois una parte de nosotros
mismos?".
"No, respondió el grupo pequeñísimo:
vosotros sois el pueblo; nosotros
somos una clase distinguida, que
tenemos nuestras leyes, nuestros usos y nuestros derechos particulares".
EL PUEBLO
¿Y de qué trabajo vivís en nuestra sociedad?
LA CLASE PRIVILEGIADA
Nosotros no hemos nacido para trabajar.
EL PUEBLO
¿Cómo habéis adquirido tantas riquezas?
LA CLASE PRIVILEGIADA
Tomando el cuidado de gobernaros.
EL PUEBLO
¡Qué decís!, nosotros nos fatigamos, ¡y vosotros gozáis!, nosotros producimos, ¡y
vosotros disipáis! Las riquezas provienen de nosotros, vosotros las absorbéis, ¿y
ésto decís que es gobernar?... Clase
privilegiada, cuerpo distinto que no eres pueblo, forma nación separada y
veremos cómo subsistes.
Entonces, el grupo pequeñísimo deliberó sobre este nuevo incidente y algunos
hombres justos y generosos dijeron: Es preciso reunirnos al pueblo y participar
de sus cargas y ocupaciones, porque son hombres como nosotros y nuestras
riquezas provienen de ellos. Pero otros dijeron con orgullo: No, sería una vergüenza
confundirse con la multitud que ha nacido para servirnos: ¿no somos nosotros de
origen noble y de la raza de los conquistadores de este imperio? Recordémosles
a esta multitud nuestros derechos y su origen.
LOS NOBLES
¡Pueblo! ¿Olvidáis que nuestros antepasados conquistaron este país y que si tus
antecesores obtuvieron su salvación, fue a condición de servirnos? Ve nuestro
contrato social; ve el gobierno constituido por el uso y prescrito por el
transcurso del tiempo.
EL PUEBLO
Vosotros, raza de conquistadores, manifestadnos vuestra genealogía y entonces
veremos si lo que en un individuo es robo y rapiña, puede ser virtud tratándose
de una nación.
Y al instante se oyeron voces en diferentes puntos, que llamaban por sus
nombres una multitud de nobles; y citando su origen y sus parientes, nombraban
a sus abuelos, bisabuelos y a sus mismos padres que habían nacido mercaderes,
artesanos y después de haberse enriquecido, sin detenerse en los medios, habían
comprado a peso de oro su nobleza: de suerte que un pequeño número de familias
eran realmente de linaje antiguo. ¡Mirad, decían, mirad a estos hombres ricos,
que no reconocen a sus parientes; mirad a estos plebeyos de ayer que se creen
hoy de rancia nobleza! Y ésto causó rumores y carcajadas. Algunos hombres
astutos gritaron y dijeron: Pueblo bondadoso y fiel, reconoce la autoridad legítima: el rey lo quiere y la ley lo
ordena.
EL PUEBLO
Clase privilegiada, cortesanos de la fortuna, dejad a los reyes que se
expliquen: los reyes no deben querer más que la dicha de todos nosotros, que
somos el pueblo y la ley no puede ser más que la equidad.
Y a ésto dijeron los militares privilegiados: la multitud no sabe obedecer sino
a la fuerza, es menester reprimirla. Soldados, castigad al pueblo rebelde.
EL PUEBLO
¡Soldados!, vosotros sois nuestra propia sangre: ¿seréis capaces de ofender a
vuestros parientes y hermanos? Si el pueblo perece, ¿quién mantendrá el ejército?
Y los soldados, bajando las armas, dijeron: También nosotros somos pueblo,
sepamos quién es el enemigo.
Al ver ésto, manifestaron los privilegiados eclesiásticos, que ya sólo quedaba
un recurso: aprovecharse de la superstición del pueblo y espantarle con el
nombre de Dios y de la religión.
¡Amados hermanos! ¡hijos nuestros! Dios nos ha instituido
para gobernaros.
EL PUEBLO
Mostradnos vuestros poderes celestiales.
LOS SACERDOTES
Tened fe: la razón se extravía.
EL PUEBLO
¿Gobernáis sin razonar?
LOS SACERDOTES
Dios quiere la paz: la religión prescribe la obediencia.
EL PUEBLO
La paz supone justicia; la obediencia la convicción de un deber.
LOS SACERDOTES
No hemos venido a este mundo más que para sufrir.
EL PUEBLO
Pues dadnos el ejemplo.
LOS SACERDOTES
¿Viviréis sin Dios y sin reyes?
EL PUEBLO
Queremos vivir sin tiranos.
LOS SACERDOTES
Necesitáis de mediadores, de intermediarios.
EL PUEBLO
¡Mediadores cerca de Dios y de los reyes! Cortesanos y
sacerdotes: vuestros servicios son demasiado dispendiosos y nosotros
trataremos directamente nuestros negocios.
Entonces el grupo pequeñísimo dijo:
"Todo está perdido, la multitud se ha ilustrado".
Y el pueblo respondió: "Todo se salvó, porque habiéndonos ilustrado, ni
abusaremos de nuestra fuerza, ni pretenderemos más que nuestros derechos. Teníamos
resentimientos, pero los olvidamos: éramos esclavos, podíamos mandar, y sólo
queremos ser libres y la libertad no
puede ser más que la justicia". "
Comentarios
Escrito por: Pilar.2012/08/20 13:05:57.843000 GMT+2
Escrito por: Manel.2012/08/21 13:18:34.350000 GMT+2
Y mientras este maravilloso texto de libertad, razon y conocimiento veia la luz, ¿que haciamos en España? ¡Nada, que era mayo, y se ve que en mayo a los españoles nos da por ponernos patrioteros!, corria 1808. Y así fué que nuestra multitud no fue ilustrada, Casi 2 siglos mas tarde, otro mayo dió tambien a luz textos de libertad y progreso que dieron la vuelta al mundo ilustrando multitudes. Y mientras¿que haciamos en España? Era mayo qué ibamos a hacer? ponernos patrioteros en La Plaza de Oriente, corria 1968. Y una vez más nuestra multitud no fué ilustrada. Menos mal que esta vez es septiembre.
Gracias Samuel.Un placer leerte como siempre.
Escrito por: Tailo.2012/08/23 22:23:10.009000 GMT+2