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2012/10/21 12:45:21.320000 GMT+2

El representado

Vuelven tiempos electorales en España. No voy a entrar a valorar aquí la importancia de las elecciones, que por supuesto la tienen. Tan solo recuerdo que no resuelven la problemática de fondo que la representación moderna plantea a la democracia, como tampoco lo hace desplazar el problema redelimitando el sujeto soberano. Antonio Negri y Michael Hardt, siempre críticos con el sistema representativo (y con el concepto de soberanía), rechazan en su panfleto Declaración (2012), de manera contundente, la figura subjetiva que produce. Como quiera que este texto sigue sin ser publicado en castellano, me permito traducir el extracto correspondiente (los subrayados son míos). Reflexiones para representantes, para quienes se sienten representados y quienes no.

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El representado


Constantemente se nos dice que estamos inmersos en una gran trayectoria histórica que va desde las distintas formas de tiranía a la democracia. Aunque en algunos lugares la gente sea reprimida por regímenes totalitarios o despóticos, las formas representativas de gobierno, que reclaman ser democráticas y capitalistas al mismo tiempo, están cada vez más extendidas. El sufragio universal se valora y se practica, aunque con diversos grados de eficacia, por todo el mundo. El mercado capitalista global, se nos dice,  extiende siempre el modelo de representación parlamentaria como instrumento de inclusión política de las poblaciones. Y, sin embargo, muchos de los movimientos de 2011 rechazan ser representados y dirigen sus críticas más fuertes contra las estructuras del gobierno representativo. ¿Cómo pueden verter descalificaciones sobre el precioso don de la representación que la modernidad les ha legado? ¿Quieren volver a los tiempos oscuros del gobierno no representativo y la tiranía? No, por supuesto que no. Para entender su crítica debemos reconocer que la representación no es, de hecho, un vehículo para la democracia sino más bien un obstáculo para su realización, y debemos ver cómo la figura del representado reúne las figuras del endeudado, del mediatizado, del asegurado y al mismo tiempo, personifica el resultado final de su subordinación y corrupción.

El poder de las finanzas y de la riqueza, en primer lugar, confisca la posibilidad de que el pueblo se asocie y construya organizaciones capaces de soportar los costes cada vez mayores de las campañas electorales. Solo si eres rico, o muy rico, puedes entrar en el juego con tus propios recursos. De otro modo, para alcanzar el mismo objetivo es necesario corromper y ser corrompido. Una vez en el gobierno, los representantes electos se enriquecen aún más. En segundo lugar, ¿qué verdades pueden contruirse políticamente si uno no controla los poderosos medios de comunicación? Los grupos de interés y las campañas financieras capitalistas son extremadamente efectivas en guiar hasta sus respectivos cargos a las castas políticas que nos dominan. La sobredeterminación simbólica de los medios dominantes siempre contienen  -y con frecuencia bloquean- los desarrollos sociales de las luchas independientes, las alianzas populares y la dialéctica entre movimientos y gobiernos. En suma, los medios dominantes crean obstáculos para cada forma emergente de participación democrática. En tercer lugar, el miedo de los asegurados es producido de manera insidiosa y espeluznante por las tácticas de terror de los medios dominantes. Basta contemplar las noticias de la noche para temer salir a la calle: noticias de niños secuestrados en supermercados, tramas de atentados terroristas, asesinos en serie en el vecindario, etc. La naturaleza asociativa de las relaciones sociales se transforma en temeroso aislamiento. Homo homini lupus est: los otros, el ser humano es un lobo peligroso. El pecado original está presente de manera perpetua y el fanatismo y la violencia generan constantemente, con frecuencia a cambio de honorarios, chivos expiatorios y pogroms contra minorías e ideas alternativas. Mediante los procesos de representación, la política vierte la mugre de este mundo sobre el representado.

En la sociedad moderna burguesa del siglo XX el ciudadano, así como el explotado y el alienado (incluyendo la disciplinada clase trabajadora) todavía disponían de algunas avenidas para la acción política mediante las instituciones (con frecuencia corporativas) del Estado y la sociedad civil. La participación en sindicatos, partidos políticos y de manera más general las asociaciones de la sociedad civil abrieron algunos espacios para la vida política. Para mucha gente la nostalgia de aquellos tiempos es fuerte pero se basa a menudo en vinculaciones hipócritas. ¡A qué velocidad hemos visto la descomposición y extinción de dicha sociedad civil! Hoy las estructuras de participación son invisibles (muchas veces criminales o controladas simplemente por grupos de interés, como hemos dicho) y el representado actúa en la sociedad desprovisto de inteligencia y manipulado por la imbecibilidad ensordecedora del circo mediático, sufre la opacidad de la información como ausencia de la virtud y registra solo la transparencia cínica del poder de los ricos, que se vuelve más vulgar por falta de responsabilidad.

El representado reconoce el colapso de las estructuras de la representación pero no ve otra alternativa y se refugia en el miedo. Desde este miedo surgen formas populistas o carismáticas de una política que se vacía incluso de la pretensión de la representación. La extinción de la sociedad civil y su amplia fábrica de instituciones fue en parte consecuencia del declive de la presencia social de la clase obrera, de sus organizaciones y sindicatos. También se debió a un ofuscamiento de la esperanza de transformación, o realmente a un suicidio de las capacidades emprendedoras, licuificadas por la hegemonía del capital financiero y el exclusivo valor de la renta como mecanismo de cohesión social. La movilidad social en estas sociedades se vuelve, especialmente para aquellos que en el pasado eran denominados burgueses (luego clases medias y que ahora con la crisis se confunden con estratos del proletariado), un descenso hacia un agujero oscuro y sin fondo. El miedo domina. De este modo aparecen líderes carismáticos que dicen proteger a estas clases y organizaciones populistas que las convencen de que pertenecen a una identidad, una mera agrupación social que ya no es coherente.

Pero incluso si todo funcionase como debiera y la representación política se caracterizase por la transparencia y la perfección, la representación seguiría siendo, por definición, un mecanismo que separa a la población del poder, a los que gobiernan de los que son gobernados. Cuando se elaboraron las constituciones republicanas y la representación se configuró como el centro del orden político ascendente (como sujeto soberano por excelencia), ya entonces quedó claro que la representación política no funcionaba mediante una participación efectiva de la población, ni siquiera para los sujetos masculinos y blancos que habían sido designados como "el pueblo". Más bien se concibió como una democracia "relativa", en el sentido de que la representación funcionaba para, al mismo tiempo, conectar al pueblo y separarlo de las estructuras de poder.

Jean-Jacques Rousseau teorizó el contrato social (y de paso la fundación de la democracia moderna) en estos términos: debe inventarse un sistema político que pueda garantizar la democracia en una situación en la que la propiedad privada genera desigualdad y de este modo pone la libertad en peligro, un sistema que pueda construir un estado, defender la propiedad privada y definir la propiedad pública como algo que, perteneciendo a todos, no pertenezca a nadie. La representación estaría así al servicio de todos pero, siendo de todos, no sería de nadie. Para Rousseau, la representación se genera mediante un pasaje (metafísico) desde la "voluntad de todos" que constituye la sociedad a la "voluntad general", esto es, la voluntad de aquellos preseleccionados por todos pero que no responden ante nadie. Como señaló Carl Schmitt, representar significa hacer presente una ausencia o, en realidad, a nadie. La conclusión de Schmitt es perfectamente coherente con las presuposiciones de Rousseau, que se plasman en la Constitución de los Estados Unidos y en las constituciones de la Revolución Francesa. La paradoja de la representación es completa. Lo sorprendente es que haya podido funcionar durante tanto tiempo y, en su vacío, solo podría haberlo hecho apoyada por la voluntad de los poderosos, los poseedores de riqueza, los productores de información, los abogados del miedo, que predican superstición y violencia.

Hoy, sin embargo, incluso aunque creyéramos en los mitos modernos de la representación y la aceptáramos como vehículo de la democracia, el contexto político que la hizo posible se ha reducido enormemente. Si bien los sistemas de representación se construyeron primordialmente a nivel nacional, la emergencia de una estructura de poder global los minan de un modo dramático. Las emergentes instituciones globales apenas disimulan representar la voluntad de las poblaciones. Los acuerdos políticos se realizan y los contratos de negocios se firman y garantizan en el marco de las estructuras de gobernanza, fuera de cualquier capacidad representativa de los Estados nación. Aunque existan "constituciones sin Estado", la función de la representación que, de manera mistificada, pretendió poner al pueblo en el poder seguramente ya no es efectiva en un terreno global.

¿Y los representados? ¿Qué queda de sus cualidades como ciudadano en este contexto global? Al no ser ya un activo participante en la vida política, el representado se encuentra a sí mismo pobre entre los pobres, luchando en la jungla de esta vida social, solo. Si ya no despierta sus instintos vitales y su apetito por la democracia, se convertirá en un puro producto del poder, la cáscara vacía de un mecanismo de gobernanza que ya no hace referencia al ciudadano-trabajador. El representado, entonces, como las otras figuras, es el producto de una mistificación. Así como al endeudado se le niega el control de su poder social productivo; así como se traiciona la inteligencia, las capacidades afectivas, y los poderes de la invención lingüística del mediatizado; y así como al asegurado, viviendo en un mundo reducido al miedo y al terror, se le priva de toda posibilidad de un intercambio asociativo, justo y afectuoso, el representado no puede acceder a una acción política efectiva.

Si tantos movimientos de 2011 dirigen sus críticas contra las estructuras políticas y las formas de representación, entonces, es porque reconocen claramente que la representación, incluso cuando es efectiva, bloquea la democracia en lugar de fomentarla. ¿Dónde quedó, se preguntan, el proyecto de la democracia? ¿Qué significa retomar (o realmente, hacer realidad por primera vez) el poder político del ciudadano-trabajador? Un camino, que los movimientos enseñan, pasa por la revuelta y la rebelión contra las figuras subjetivas empobrecidas y despotencializadas que hemos señalado en este capítulo. La democracia sólo se realizará cuando emerja un sujeto capaz de comprenderla y ejercerla."

Escrito por: Samuel.2012/10/21 12:45:21.320000 GMT+2
Etiquetas: michael-hardt representación filosofía antonio-negri democracia | Permalink | Comentarios (1) | Referencias (0)

Comentarios

Muchisimas gracias por este fragmento y por seguir ahí Samuel: eres un GRANDE!

Escrito por: paisanotuyo.2012/10/22 18:32:18.530000 GMT+2

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