El terremoto, inesperado y de máxima intensidad, sucedió hace cuatro años. Las placas tectónicas sociales y culturales venían desplazándose lentamente desde hacía tiempo, sin que muchos se hubieran percatado de ello. Pero fue tal la fuerza del sismo que desde entonces las fallas, las grietas y los movimientos son ya perceptibles desde la superficie. No solo eso. Desde que el "big one" nos sacudió hemos querido intervenir en las réplicas institucionales. Lo que se producirá el 20 de diciembre será la réplica más importante en la provincia española. Sentimos la tierra vibrar, el magma que asciende. Falta saber de qué escala será. Pero no olvidemos que los sismos son síntomas que duran poco tiempo. Y la lava tiende a enfriarse. "Yes we can", pero Guantánamo sigue abierto. "Podemos, venceremos", pero en unos meses un gobierno pasó de resistir a gestionar el desmantelamiento de lo público. La cuestión continúa siendo cómo favorecer el desencadenamiento de nuevos terremotos que ayuden a cambiar para bien la faz del terreno político-social en el que nos movemos.
Disculpen la metáfora, pero escribo en jornada de reflexión y se me fue el santo al cielo. Tanta gente ha escrito tanto sobre este largo ciclo electoral durante los últimos dos años que no sabía por dónde empezar. Mañana hay elecciones generales y serán unas elecciones de una gran importancia. La rica discusión política publicada en diarios y redes sociales a la que he aludido es muestra de ello. Casi todos, también escépticos y pragmáticos, han venido centrando sus escritos en torno a lo electoral. Nos hemos visto obligados a posicionarnos en un gran número de asuntos, lo que entre otras cosas ha revelado cómo existe una conflictiva heterogeneidad de puntos de vista sobre temas clave y cómo la tan reclamada "unidad de la izquierda" no era sino una impostura. Lo que no entendieron quienes añoran el eje derecha-izquierda según los parámetros del régimen político de la Transición es que se trataba de construir un nuevo tablero político-institucional según ejes no propuestos por los que mandan. Lo que no entienden quienes confunden dicha tarea con un desplazamiento hacia el centro del tablero actual es que la superación de los evidentes límites identitarios de la vieja izquierda no debería pasar por la renuncia a la radicalidad democrática.
Las elecciones son importantes, pero no tanto porque puedan ganar o entrar "los nuestros". Desde luego que es relevante la irrupción en las instituciones de una nueva generación política, no vinculada a los aparatos económico-partidistas dominantes. Es destacable el hecho de que una abrumadora cantidad de activistas e intelectuales -con quienes hemos compartido manifestaciones, discusiones, decepciones y alegrías- se hayan implicado de un modo u otro en este ciclo electoral, fundamentalmente en torno a Podemos, pero también en organizaciones de ámbito municipal. Pero lo realmente crucial es el fin del bloqueo político, ese que se reafirmó con el pacto de reforma constitucional de 2011, y la traslación del conflicto sobre la democratización a las instituciones del Estado.
Por este motivo, he votado desde el exterior por En Comú Podem y deseo que obtengan unos resultados excelentes. No obstante, mantengo serias discrepancias con el proceso de hegemonización y centralización interna en Podemos, así como con no pocas decisiones que se han tomado, tanto a nivel organizativo como programático. Frente a la posibilidad de subsunción de la política de notables y de partido en la política de movimiento (aún reconociendo la necesidad de liderazgos), que es lo que ha atraído a tantos, lo cierto es que la dirección privilegió desde muy temprano la subsunción de la política de movimiento a la de partido, y esta a su vez a la de un grupo reducido de notables, en aras de la eficacia electoral y de control de la formación. Sin embargo, esta tensión nunca ha sido resuelta del todo, y la diversidad territorial ha ayudado a que así sea. Lejos de constituirse como Partido Patriótico Unificado, como quizás hubiera deseado originalmente algún promotor, en esta campaña Podemos se presenta en hasta cuatro formaciones distintas (Podemos y las coaliciones territoriales En Comú Podem, En Marea, Compromís-Podem, que son algo más que Podemos), que podrían dar lugar a su vez a varios grupos parlamentarios. Y en campaña Podemos se ha dejado querer y desbordar para poder remontar en las encuestas.
En cualquier caso, siempre he creído que había que plantear Podemos -o cualquier formación representativa de nuevo cuño con ánimo rupturista- desde una perspectiva instrumental, la misma con la que concebimos luego las listas municipalistas. Y desde mayo de 2014 sabemos que la única opción electoral de ámbito estatal con potencial de crecimiento desestabilizador es Podemos. Izquierda Unida -parte consustancial del régimen de la transición- no podía cumplir ya ese papel, a pesar de su muy tardía conversión -tras desgarros internos y haber hegemonizado luego el proceso de Ahora en Común-, con sus primarias abiertas y su propuesta de proceso constituyente. Sí, a lo largo de 2015 Podemos llevó a cabo una devaluación interna de propuestas y de expectativas, para continuar siendo aceptable en los platós televisivos. Pero también es cierto que el aparato de Izquierda Unida nunca ha tenido empacho en compaginar retórica izquierdista con prácticas conformistas en las instituciones. Con todo, no cabe descartar realineamientos postelectorales en los grupos parlamentarios, según los resultados.
La fragmentación parlamentaria que necesitamos es una que impida la alternancia de la troika interna (PP y PSOE, con el nuevo apoyo de Ciudadanos). Si hay ingobernabilidad esta será positiva a condición de que las fuerzas alternativas tomen conciencia de la crisis europea y global en la que seguimos inmersos, de las expectativas que se han generado fuera de nuestras fronteras, y actúen en consecuencia. Para ello tendremos que dotar de substancia a la palabra "cambio" y cuestionar muchas cosas: la propia representatividad, las deudas mediáticas y el retorno del reaccionario "no hay alternativa" tras la capitulación griega y, antes, el aplastamiento de las esperanzas árabes. Acompañar pero también ser exigentes con los nuevos diputados y senadores. Recordarles en todo momento que se presentaron como nuestra herramienta. Habrá que hacer balance también. Y, mientras respiramos aires renovados, retomemos otras experimentaciones políticas, y hagamos frente a los cantos de sirena del sentido de Estado. Con nuestro sentido del común.
Comentarios
Samuel: si supiera poner mis ideas por escrito, escribiría casi exactamente esto. Gracias
Escrito por: imor.2015/12/20 10:00:46.333213 GMT+1