El Consejo Europeo de la semana pasada puso en evidencia la crisis política del proyecto neoliberal de integración europea, tal y como se acordó en Maastricht en 1992, y la incapacidad o falta de voluntad de los gobiernos de los Estados miembros para ver más allá de sus soberanas narices. Empezando por el gobierno de la alemana Angela Merkel, que por motivos internos exigió -y consiguió- que Grecia sólo pudiera recibir ayuda en el caso de que tenga "dificultades muy serias" para financiarse en los mercados; que el eventual rescate fuera acordado por los países de la eurozona por unanimidad; que el Fondo Monetario Internacional (FMI) participe en el mismo (aunque en este caso no pueda pedir modificaciones en el tipo de cambio o en las tasas de interés, Banco Central Europeo obliga); y que la zona euro se comprometa a fijar duras sanciones a los que incumplan la disciplina
presupuestaria.
En realidad, por "ayuda" se entiende préstamos bilaterales coordinados por los socios de la eurozona (concesión un gobierno francés cada vez más inquieto por las pretensiones del capital alemán), combinado con préstamos del FMI (con tipos de interés más bajos) que podrían elevarse a 20-22 mil millones de euros. Estos préstamos están condicionados a que Grecia lleve a cabo fuertes recortes presupuestarios, aumente impuestos como el IVA, y contraiga su economía mediante la reducción de precios y salarios. Medidas que suponen en la práctica un ataque a los trabajadores, una especie de "devaluación interna", según la expresión que emplea el economista Mark Weisbrot cuando analiza la desastrosa terapia que se está aplicando en Letonia (que lleva ya dos años con una fortísima recesión). Países como España o Portugal ya se han apresurado a adoptar medidas similares.
Que Alemania, principal potencia económica y política de la UE, reclame semejante ajuste a los países del sur de Europa eludiendo sus propias responsabilidades en los desequilibrios europeos en la balanza de pagos, constituye la señal más clara de lo que pueden esperar los europeos de sus gobiernos y de las instituciones de la Unión. Dogmatismo neoliberal y miopía nacionalista se mezclan en un peligroso cóctel. Se recuperan
los peores clichés nacionales y la estrategia de la culpabilización: los alemanes "serios y eficientes" frente a los sureños "irresponsables". El diario argentino Página 12, en
su último
suplemento económico, compara oportunamente lo que se está
produciendo en Europa con lo sucedido en Argentina:
"todos los procesos políticos y sociales para subordinar
económicamente a
un país, para sacrificar a su población, para transformar al Estado en
una mera máquina de pagar deuda, van necesariamente acompañados por un
período de denigración colectiva, en el cual se convence a la población
de que es la culpable de los males “que le caen” sobre su cabeza, que
“el mundo” –en cambio– es serio y los está poniendo en vereda: casi se
diría que los está ayudando con una medicina amarga. Se trata de un
verdadero operativo estigmatizador en el cual los que van a ser
saqueados se transforman en los culpables del saqueo. Por eso cobra
importancia decisiva la destrucción de la autoestima nacional y la
internalización de la acusación de “pecadores” de las sociedades que
tendrán que pagar las consecuencias de las aventuras de los financistas."
La berlinesa Puerta de Brandenburgo, antes (arriba)
y durante la Hora del Planeta (Earth Hour), el 27 de marzo de 2010. REUTERS/Fabrizio Bensch
No obstante, dentro del establishment alemán comienzan a levantarse voces contra esta estrategia, visiblemente preocupadas ante las imprevisibles consecuencias del acuerdo del Consejo Europeo. Esto tiene su reflejo en los editoriales de la prensa: para el Frankfurter Rundshau (centro izquierda), Merkel estaría "traicionando el mismo concepto de Europa", mientras que el conservador Die Welt Alemania habría actuado "contra el espíritu de los Tratados -poniendo en peligro a Europa-."
Así pues, hablar de gobiernos buenos y malos -cuando todos han aplicado la misma política económica- sólo vale como cortina de humo para el consumo interno. Se trata de un problema sistémico, con una interdependencia europea que ha seguido patrones de gobierno neoliberales. Alemania superó el período de reunificación sustituyendo la deprimida demanda interna por medio de las exportaciones a países como Grecia, España o Italia. El superávit alemán se corresponde con los déficit comerciales de los países del sur de Europa, lo que ha generado enormes ganancias para el capital en todos estos países. Mientras los trabajadores alemanes ahorraban o tiraban con un salario que apenas ha crecido en términos reales en los últimos quince años, con tasas reducidas de inflación pero también de inversión y crecimiento, la función de los ciudadanos de los países periféricos de la eurozona fue la de consumir masivamente sus productos gracias al endeudamiento que facilitaba la burbuja financiero-inmobiliaria. Los bajos tipos de interés, la moneda única -el euro- y la rígida política fiscal penalizó a su vez la competitividad de las exportaciones de los países del sur de Europa.
La situación es similar a la relación que han venido manteniendo las
economías china y estadounidense. En este caso es China la que ahorra y
los estadounidenses los que en los últimos años consumieron sus
productos gracias al endeudamiento y al crecimiento del mercado
inmobiliario. Ambos países se necesitan, pero con la crisis Estados
Unidos acusa a China de mantener excesivamente bajo el renminbi (el yuan
es en realidad una unidad de medida). La diferencia es que ambos no forman parte de una unión monetaria ni están inmersos en un proceso de integración.
La Acrópolis durante la Hora del Planeta, el 27 de marzo de 2010. REUTERS/Yiorgos Karahalis
Un estudio elaborado por nueve economistas de la red Research on Money and Finance (RMF), coordinados por el griego Costas Lapavitzas, puede ayudarnos a visualizar el panorama y a centrar la discusión. Según el RMF, existen tres grandes estrategias alternativas posibles:
"1. La primera es mantener una austeridad acompañada de una mayor liberalización. Ésta es la opción preferida por la zona Euro y las elites dirigentes de la periferia [como España]. Es también la peor opción. Lograría la estabilización a través de la recesión, imponiendo altos costes sobre los trabajadores. Además, ofrece pocas perspectivas de crecimiento sostenido para el futuro, dado que lo que se esperaría es un incremento espontáneo de la productividad como consecuencia de la liberalización, y eso no se corresponde con la tendencia seguida en el corazón de la Eurozona.
2. La segunda es la reforma radical de la zona Euro. Ello implicaría una mayor libertad fiscal para los Estados miembros; un presupuesto europeo sustancialmente incrementado; transferencias fiscales de los ricos a los pobres; protección frente al desempleo; apoyo a los salarios; e inversión transeuropea en industrias sostenibles. Las estrictas regulaciones impuestas sobre el BCE también deberían ser relajadas. Ésta podría denominarse la “opción euro” buena. Dejando de lado los problemas políticos, es probable que esta estrategia amenazase el rol internacional del euro, que conllevase a una caída en su valor. Esto, a su vez, supondría una amenaza para la misma Unión Monetaria.
3. La tercera alternativa es una salida radical de la Eurozona. Con ella se produciría una devaluación seguida de un cese y reestructuración de los pagos de la deuda. Los bancos deberían ser entonces nacionalizados y el control público extendido sobre los aprovisionamientos básicos, transporte, energía y telecomunicaciones. Tendría que ponerse en marcha una política industrial que incluyese estrategias para mejorar la productividad. La inversión en infraestructuras y aquélla medioambientalmente sensible debería promover un
crecimiento equitativo. Esta opción requiere de un cambio decisivo en el equilibrio del poder político a favor del trabajo. Para evitar un giro hacia la autarquía los países periféricos necesitarían mantener el acceso al comercio, tecnología e inversión internacional. "
Básicamente, me parece correcta la enumeración de posibles alternativas (y el rechazo abierto de la primera de ellas), pero no tanto la oposición que establecen los economistas entre algunas de las posibles consecuencias de la segunda y la tercera opción. Por ejemplo, un mayor control público de la energía o las telecomunicaciones -que se señala en el caso de una salida de la eurozona-, o bien un control común descentralizado, también podrían darse dentro de una zona euro reformada. La problemática fiscal (sobre todo si se pretende instaurar una tasa sobre las transacciones financieras, propuesta ausente en este estudio) no se resuelve por el mero hecho de abandonar el euro. Del mismo modo, la salida de la zona euro puede ser una decisión apropiada para algunos países en el corto plazo -lo que está por ver, dados los ataques especulativos que podrían producirse contra las nuevas "viejas" monedas nacionales- y de manera temporal -como Mali, que salió de la zona monetaria del franco CFA en 1962 para volver luego en 1984-, pero esto no obsta para que se plantee en serio una reforma de la zona euro y de los criterios económicos consensuado en Maastricht.
Todo dependerá de las relaciones de fuerza que se den entre los diferentes proyectos políticos. Lapativzas y compañía reconocen que tanto en la segunda como tercera alternativa son posibles versiones más o menos
conservadoras o progresistas. Los citados economistas parecen decantarse por reformas a nivel estatal en el marco de una salida del euro porque consideran esta opción más realista, al asumir como premisa la imposibilidad política de un federalismo europeo democrático (que erróneamente identifican necesariamente con un Estado europeo). Quizás sea por esta razón que en ningún momento hagan referencia a la cuestión migratoria, que ignoren propuestas como el de la tasa Tobin, y que hablen de trabajadores alemanes, griegos, españoles, asumiendo el marco nacional-estatal (¿fordista?) como único horizonte político viable. Pero la reforma radical de este marco también debería formar parte del programa político de los de abajo. Al menos, si no se quiere acabar imitando a los populistas de extrema derecha con la idea de capturar un supuesto voto "obrero".
2010/03/30 10:33:19.101000 GMT+2
El marasmo europeo
Escrito por: Samuel.2010/03/30 10:33:19.101000 GMT+2
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