“Necesitamos abandonar los mapas que únicamente repiten el mundo plano de Ptolomeo con sus bordes vertiginosos y recurrir a nuevas cartas de navegación” Yann Moulier Boutang
En los últimos años, a fuerza de tanto hablar de neoliberalismo y de globalización estuvimos a punto de olvidarnos del viejo capitalismo. Pero aquéllos no son sino síntomas de las transformaciones de éste.
Tras la primera mundialización capitalista (la expansión europea a partir del siglo XV) la formación del Estado-nación y el desarrollo del capitalismo mercantil, basado en el modo de producción esclavista, se vio acompañado por la teoría mercantilista. La siguiente gran fase globalizadora, la de los imperialismos europeos decimonónicos, correspondió con el desarrollo del capitalismo industrial, basado en el sistema salarial, la fábrica como epicentro de la creación de valor, y el colonialismo. El liberalismo fue la ideología dominante que amparó este proceso, en particular a partir de 1848 [1].
A estas alturas, existe literatura suficiente como para certificar que una nueva época comenzó aproximadamente durante el período 1968-1975. Según el punto de vista, los elementos que se toman en cuenta para apreciar la magnitud del cambio difieren: desarrollo de la tecnología, cambios culturales, financiarización de la economía, crisis de la representación política (de partidos pero también de los sindicatos), etc. Del predominio del sufijo –ismo en sus diversas modalidades pasamos a la explosión de los prefijos post- y neo-, lo que da cuenta de la dificultad de leer los procesos históricos y sociales que se desarrollan ante nuestros ojos.
Sobran las referencias a los síntomas, con conclusiones tan equívocas como la identificación de toda posibilidad de democracia, de lo común, de bienes y políticas públicas, con la defensa numantina de un Estado-nación, jerárquico y centralizado, cuya variante socialdemócrata se mitifica y se descontextualiza[2]. Si el “Estado del Bienestar” es el producto de las relaciones y luchas que tuvieron al proletariado fordista (la “clase obrera”) como principal protagonista, y está en la base de la estabilización del sistema salarial bajo el capitalismo industrial, los cambios que se han producido en los últimos treinta o cuarenta años apuntan a importantes transformaciones en el trabajo, en las formas de explotación y por tanto en los modos de captación de valor.
Entre las dificultades que existen para ver el bosque y no sólo algunos árboles se encuentran muchos malentendidos acerca del capitalismo y su significado. La interpretación dominante lo asocia al “libre mercado” cuya némesis sería el Estado (y viceversa), y en este punto coinciden tanto los “libertarios” de The Economist como los “nacionalistas” de izquierda de Le Monde Diplomatique, cada uno apostando por uno de los elementos de la presunta relación dialéctica.
Sin embargo, nada más lejos de la realidad. El capitalismo y el mercado son dos cosas distintas, no siempre coincidentes. Y el poder político (sólo recientemente, el Estado-nación [3]) ha sido imprescindible para el desarrollo capitalista.
Para despejar malentendidos, contrarrestar la penuria teórica de la izquierda, y tratar de arrojar un poco más de luz sobre el capitalismo actual, recientemente se publicó en Francia el libro “Capitalisme cognitif: la nouvelle grande transformation” (Editorial Amsterdam, 2007), del profesor de ciencias económicas Yann Moulier Boutang, y que terminé de leer hace poco. El concepto de capitalismo cognitivo es, como aclara el autor, un programa de investigación, un trabajo colectivo en proceso, que dista de estar concluido. En España ya se publicó en su día "Capitalismo cognitivo, propiedad intelectual y propiedad colectiva" (Traficantes de sueños, 2004), que recopilaba artículos de Moulier Boutang y otros autores, y que puede descargarse en pdf desde la página web de la editorial. Un aperitivo, a la espera de la publicación en España de la obra recién publicada en lengua francesa.
Sobre su autor ya comenté algo en este blog. En su voluminoso "De la esclavitud al trabajo asalariado" (1998, 2006 en la edición española de Akal) se adentró hasta los orígenes del capitalismo mercantil para desentrañar la evolución de las formas de trabajo dependiente en el capitalismo. En esta ocasión ha escrito un ensayo breve y de más fácil lectura, aunque denso, en el que resume años de investigación colectiva acerca de lo que él y otros investigadores denominan “capitalismo cognitivo”. El subtítulo es un guiño a “La gran transformación”, de Karl Polanyi, obra clave para la comprensión económica de la transición del capitalismo mercantil al industrial.
Frente a un empirismo ciego, que se queda en la mera descripción tautológica de hechos a los que cuesta encontrar un sentido, el autor prefiere avanzar una hipótesis sobre la tendencia en curso, y privilegiar esta tendencia hasta sus últimas consecuencias.
La tesis del libro es la siguiente: la economía política que nació con Adam Smith, y que tendrá su continuación en David Ricardo y Karl Marx, ya no nos sirve para aprehender la realidad y poder determinar qué constituye hoy la riqueza, el valor, la complejidad de la economía-mundo, qué significa hoy la explotación. La revolución ya se está produciendo[4], y es imprescindible forjar nuevas herramientas conceptuales y teóricas que nos permita comprender el nuevo mundo que se está formando, y reintepretar los antiguos conceptos a la luz de lo nuevo. Las transformaciones que afectan a la economía capitalista y a la producción de valor es global, e indican la evolución del capitalismo industrial de la fábrica manchesteriana, basado esencialmente en el trabajo material obrero, asalariado, de transformación de recursos naturales, al capitalismo cognitivo, que se fundamenta en la acumulación de capital inmaterial, no de capital físico, la difusión del saber y la economía del conocimiento.
En la primera parte del libro se resumen los aspectos más relevantes de este pasaje histórico, en el que el capitalismo ha tenido que adaptarse a la modificación de las bases sobre las que se asentaba[5]. Con todo, los mayores cambios tienen que ver con las mutaciones ecológicas y con la transformación del propio ser humano.
Con respecto a lo primero, el capitalismo industrial extrae recursos que asume como ilimitados, produciendo además desequilibrios en sistemas complejos como son los ecosistemas y en general la biosfera. La depredación de recursos naturales que han tardado millones de años en acumularse (una muestra es el agotamiento de las reservas de petróleo, gas o uranio), y la degradación de recursos renovables en virtud de circuitos complejos (es el caso del agua y el clima), está llevando a un cambio sustancial: de la depredación pura y simple a la gestión y el "cultivo" de la misma biosfera. El problema es que la escala de recursos que hay que movilizar para evitar el desequilibrio de los sistemas naturales, no digamos ya para tratar de reproducirlos, está fuera de nuestro alcance. Esto supone tener en cuenta el circuito económico completo recurriendo al concepto de externalidad y no como una excepción, como en la teoría económica neoclásica, que excluye las interacciones múltiples que se producen fuera del mercado (sólo las integra ampliando la frontera de lo que se considera mercado y propiedad privada). Para Boutang, las externalidades, tanto las positivas como negativas, juegan ahora un papel fundamental, e interfieren cada vez más en los costes de transacción.
En el segundo caso, por primera vez en la historia el ser humano es educado en sociedad con un cerebro equipado y conectado en red con otros cerebros por medio de ordenadores. Este hecho técnico está vinculado a una acumulación social de conocimientos sin precedentes, favorecida por la democratización de la educación. "Lo que los obreros no ganaron en las fábricas que cierran, lo ganaron en la sociedad, en las universidades al imponer una exigencia de democracia, el acceso a las redes en todas partes, a los ordenadores, a los teléfonos móviles y a una movilidad mundial que suscita todavía furiosas resistencias", en referencia a las migraciones. Estas conquistas han modificado la cooperación humana y la producción de la inteligencia colectiva en todo el mundo.
En el capitalismo cognitivo que se perfila, el trabajo inmaterial y la inteligencia colectiva constituyen el primer factor de producción. La valorización económica se centra ahora en el conocimiento (lo que va más allá de la mera información o los conocimientos codificados). Este proceso ha sido facilitado mediante la digitalización de los datos y el incremento continuo de la potencia de memorización y de cálculo. El capitalismo cognitivo vendría a ser "una modalidad de acumulación en la cual el objeto de acumulación está constituido principalmente por el conocimiento que se convierte en la fuente principal de valor así como el lugar principal del proceso de valorización". Producción de conocimientos por medio de conocimientos, producción de lo vivo por medio de lo vivo (biotecnología).
Frente a los críticos [6] del concepto de trabajo inmaterial, Boutang sostiene que confunden los tradicionales conceptos de valor de uso y de cambio. Recuerda que "el trabajo inmaterial no procede de una constatación empírica de la desaparición del trabajo en general, lo que parece idiota en términos de valor de uso (nunca la actividad humana ha estado tan presente en los diferentes tipos de sociedad que cubren el globo). (…) Se trata de constatar que hoy, desde el punto de vista del valor de cambio y desde el punto de vista de la plusvalía (es decir, el valor añadido derivado de una inversión en capital), que son siempre los puntos de vista del capitalista, lo esencial ya no es el gasto de fuerza humana de trabajo, sino de la fuerza-invención (M. Lazaratto), el saber vivo que no puede reducirse a las máquinas y al saber compartido por el mayor número de seres humanos". La tesis del "trabajo inmaterial" vendría a ser una actualización de la categoría marxista de "trabajo abstracto".
Y del mismo modo que el capitalismo industrial no rompió con la sustancia del capitalismo mercantil esclavista, el capitalismo cognitivo que se atisba tampoco elimina el mundo de la producción material, sino que lo "reagencia, reorganiza, modifica sus centros nerviosos". La financiarización, lejos de significar el desarrollo de una falsa economía, caótica, separada y contrapuesta de la "verdadera" producción (la de mercancías), constituiría el reflejo de esta transformación de la producción material.
Esta peculiaridad es la que aleja el capitalismo cognitivo de otras teorías, a derecha y a izquierda, que han captado aspectos parciales de la transformación, y a cuya crítica dedica un capítulo: economía del conocimiento, sociedad de la información, la nueva economía, o desde cierto marxismo, la teoría del capitalismo de los ejecutivos (managerial capitalism), entre otras.
En este contexto de acumulación, en el que la sociedad capitalista trata de situar en el centro de la producción, de la esfera económica, recursos externos (externalidades positivas) como son el conocimiento (general intellect) y la vida misma, resulta imprescindible establecer modificaciones institucionales [7] y nuevas reglas de juego, entre las que destacan los derechos de propiedad intelectual. La estabilidad y sostenibilidad del sistema depende de que se capten más externalidades positivas que negativas, y de que aquéllas permitan la creación de un beneficio privado. Organizar la cooperación en provecho propio es el desafío actual del capitalismo.
Hasta aquí una primera aproximación al tipo de acumulación y al modo de producción del capitalismo cognitivo. Nos falta todavía adentrarnos en las transformaciones del trabajo y de las formas de explotación, que dan lugar a nuevos antagonismos. Es lo que trataré de resumir en el próximo artículo.
1 Ver Immanuel Wallerstein, "Liberalism and democracy: frères ennemis?", 1997.
2 Entre nosotros, un reciente ejemplo lo constituye la serie de artículos que José Vidal Beneyto publicó en El País (“El capitalismo contra el planeta”). Pese a su erudición y la abundante bibliografía que presenta, su análisis del capitalismo actual no pasa de ser una diatriba contra lo que denomina el “capitalismo anglosajón”, fuente del “fundamentalismo financiero”, frente al “capitalismo renano”, donde, según él, predominaron los “valores de responsabilidad y de solidaridad” (¡¡), y donde se supone que las finanzas jugaron un papel menor, cuando es consustancial al capitalismo. Parece que todo era bonito hasta que llegó Margaret Thatcher. No tiene en cuenta que el hecho de que las trayectorias nacionales aparentemente distintas de los modelos anglosajones y continentales europeos obedezcan a condicionantes sociales e históricos determinados (incluyendo el hecho de ocupar o no una posición hegemónica en el sistema interestatal: el imperio británico y los Estados Unidos fueron agencias hegemónicas en periodos diferentes, al contrario que Alemania o Francia) no impide caracterizarlas como pertenecientes a una misma economía-mundo capitalista industrial, en la que compartieron elementos decisivos: el fordismo, el taylorismo, el compromiso keynesiano (bien anglosajón, por cierto), o las relaciones de dominación norte-sur. Estatocentrismo y el olvido de la acumulación primitiva del período 1350-1750 son vicios comunes de los teóricos de la izquierda europea.
3 Ver Giovanni Arrighi, "El largo siglo XX", 1999, Akal.
4 Nada que ver con una "tercera revolución industrial", concepto ya en desuso y que interpreta los avances técnicos como un perfeccionamiento del sistema industrial.
5 Por ejemplo, el taylorismo tuvo la gran dificultad de disciplinar al proletariado industrial, de enfrentar las huelgas, el absentismo, el sabotaje. La respuesta fue el “toyotismo”, la fábrica descentralizada o dispersa en la sociedad, con captación de sus externalidades positivas de la sociedad y producción just-in-time. El fordismo, basado en el consumo de las masas obreras, se enfrentó en la década de los sesenta a la crítica de la sociedad de consumo, a una inestabilidad creciente de los mercados y a la huida de la condición obrera (en sentido estricto) gracias a la democratización de la educación.
6 Sobre todo los economistas vinculados a ATTAC.
7 Una reflexión sobre las tendencias actuales en los modos de gobierno (governance) lo podemos encontrar en Antonio Negri y Michael Hardt, Imperio y Multitudes, ambos editados en España por Paidós. Un proyecto de investigación complementario al de capitalismo cognitivo. El primero es a la filosofía política lo que este último a la economía política.
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