En su discurso de investidura José Luis Rodríguez Zapatero hizo vagas referencias a la política migratoria que desea promover. No se apartó un ápice de la idea general que hasta ahora ha promovido su gobierno: mantener una distinción entre inmigración legal e ilegal sobre la base de una obligada relación laboral, evitar la inmigración no deseada (la ilegal) mediante controles reforzados, la continuación de las expulsiones y las repatriaciones, y la cooperación al desarrollo de los países emisores.
"Es el trabajo lo que posibilita la integración del inmigrante, lo que le permite convertirse en un componente más de una colectividad provisto de derechos y de obligaciones. "
¡El trabajo (asalariado y santificado por el gobierno) os hará libres!.
En esta materia, uno de los intelectuales en los que se inspira el PSOE es el franco-argelino Sami Naïr, profesor muy conocido por los aficionados a la problemática migratoria, y muy vinculado al republicanismo soberanista de Jean Pierre Chevènement desde sus tiempos de ministro del interior. No es, pues, la primera vez que Sami Naïr actúa como asesor gubernamental. A la sombra de Chevènement, participó en el diseño de la política de inmigración y de integración en el gobierno de Lionel Jospin entre 1997 y 1998.
En febrero de este año Sami Naïr publicó un artículo en El País en el que señalaba cuáles eran, según él, los desafíos pendientes en España: europeización de la gestión de los flujos migratorios, en colaboración con los países de origen; políticas de integración que incluya la lucha contra el racismo y el derecho al voto en las elecciones locales para los extranjeros regularizados.
De esta manera Naïr reconoce la importancia de la equiparación de derechos políticos de la población inmigrante con la población "autóctona". Critica los argumentos culturales de rechazo a la inmigración y el enfoque de ésta como problema.
Pero al no cuestionar el actual sistema de permisos de trabajo y de residencia (vigente en Francia desde 1975, y en España desde 1985) para los inmigrantes no comunitarios, este reconocimiento es bastante limitado y tramposo. Su misma idea del codesarrollo como factor que incite al retorno de los inmigrantes actuales e impida la salida de futuros migrantes presupone una valoración en el fondo negativa de la autonomía de los migrantes y de toda migración no controlada por el Estado. Aparte de que se basa en un postulado erróneo: un mayor desarrollo suele generar éxodos rurales y emigración de muchos de los que se hacinan en los suburbios de las grandes ciudades. El ejemplo más claro es el chino: más de 18 millones de chinos han emigrado desde que se iniciaron las reformas económicas en los años setenta.
Para Naïr, como para los socialistas españoles y franceses, la "gestión de los flujos" -odiosa expresión- debe comprender un cierre controlado y selectivo de las fronteras y por tanto de la inmigración ilegal. "No hablamos, pues, de un espontaneísmo ingenuo que renuncia a
gestionar los flujos migratorios. Hay que organizarlos, regularlos y
hacerlos así útiles para ambas partes" (El País, 16/08/1997). Por partes hay que entender los Estados y las empresas.
Esta idea de "gestión" pretende situarse entre dos extremos no deseados. El cierre total, sin regularizaciones, conduce al trabajo en negro generalizado de los sin-papeles, a la no integración y al caos social. Pero la apertura total sólo podría, según Naïr, provocar la "baja generalizada de los salarios, la precariedad y el incremento del paro". Esta idea se basa en la tesis del ejército industrial de reserva, expresión acuñada por Karl Marx, y aplicada acríticamente a una visión idealizada -e inexistente- del mercado laboral.
En realidad, se trata de un término medio engañoso. La justificación "progresista" del ejército industrial de reserva termina amparando medidas no muy diferentes, en el fondo, de las que propugnan las fuerzas más conservadoras. Las aspiraciones de los migrantes se supeditan a las necesidades del capital y del Estado.
En el régimen actual, caracterizado por la jerarquización y segmentación del mercado laboral, no existe una competencia real generalizada entre los nacionales, los inmigrantes legales y los inmigrantes "ilegales". Esto no quiere decir que no exista el miedo entre las categorías superiores de la población activa dependiente con respecto a las categorías inferiores. Un miedo -inducido también- que se basa en la suposición de que la eliminación de las barreras segmentarias supondrá un incremento de los candidatos a un mismo puesto de trabajo o la degradación del propio estatus.
El sistema de permisos de trabajo y de residencia
constituye fundamentalmente un artificio para impedir que los migrantes (o determinadas
categorías de migrantes) abandonen a su empleador. El objetivo es proporcionar un flujo regular de mano de obra para determinados sectores, una constante en la historia del capitalismo. Yann Moulier Boutang lo explica del siguiente modo:
"La proletarización exitosa desde el punto de vista capitalista, es un flujo regular de hombres sin tierra, sin demasiadas raíces que se presentan en la ciudad o a las puertas de las fábricas. Si los que llegan son demasiados, si llegan sin regularidad, o si consiguen guardar medios de autonomía (por ejemplo, si se convierten en pequeños campesinos propietarios), o si han conquistado nuevos medios de autonomía como su vivienda (okupas), su empleo (sector informal), si hacen su propia ley, eso ya no vale. Vemos nacer entonces las instituciones de la fijación, de un arraigo razonable. Pero el arraigo no debe ser demasiado fuerte, no debe convertirse en una inmovilidad-rigidez inmanejable. Es la incidencia precisa de este exceso de movilidad o de inmovilidad sobre los derechos de propiedad lo que condiciona su recepción, unas veces su aclimatación, otras su represión feroz".
De paso este régimen genera estratificaciones sociales y convenientes divisiones. El sistema migratorio semi-esclavista es un potente productor de minorías. El pecado original de los padres se transmite así a las segundas y terceras generaciones, contradiciendo así la retórica republicana de la igualdad.
El acceso a la plena ciudadanía política para un importante porcentaje de la población que reside, vive y trabaja en nuestro país (y por extensión en la Unión Europea), y por tanto el reconocimiento de los inmigrantes como seres humanos iguales iguales en derechos, pasa por la abolición del actual régimen "de extranjería". Todo lo demás son justificaciones tan peregrinas como las que rechazaban la equiparación plena en derechos para las mujeres.
Al día siguiente de la victoria de los socialistas franceses, en 1997 Sami Naïr escribió , de manera profética, lo siguiente: "es
la victoria de la última oportunidad. Si la izquierda fracasa, la
derecha francesa, fuertemente influida por la extrema derecha, sacaría,
sin duda, partido." Se refería al ascenso de las ideas de la extrema derecha lepenista frente a la tradición social-republicana. En 2002 fue Le Pen, y no Jospin, quien accedió a la segunda vuelta de las presidenciales francesas. En 2007, Le Pen acabaría siendo fagocitado por Nicolas Sarkozy, y hoy en día ideas propias de la extrema derecha circulan con normalidad en el discurso dominante. La izquierda republicana de Naïr había fracasado estrepitosamente.
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