Durante mucho tiempo, los arqueólogos e historiadores dudaron de que los antepasados de los habitantes contemporáneos de la Isla de Pascua hubieran podido producir los monumentales moai. No faltaron quienes sostuvieron que las estatuas de rostro sombrío fueron traídas por alguna civilización extraterrestre, o que los propios rapanui (palabra polinésica con la que se pasó a denominar a la isla y a sus habitantes en tiempos recientes; el nombre originario de la isla es Te Pito o Te Henua, el ombligo del mundo) en realidad no venían de la Polinesia, argumentando que el dominio del trabajo en la piedra sólo podía provenir de culturas preincaicas. Ésta última era la tesis, hoy completamente desacreditada, de Thor Heyerdal, el famoso explorador noruego que visitó la isla en los años cincuenta.
Heyerdal visitó la isla por primera vez en 1955, y contribuyó a restaurar uno de los moais que hoy se levanta junto a la playa del Anakena. Sólo se interesó por la cultura pre-europea, como la mayoría de los exploradores, científicos y turistas que llegan a la isla. Nunca estableció una relación entre aquella cultura y las personas que en aquel momento vivían en condiciones deplorables, confinadas en Hanga Roa y separadas del resto de la isla por alambradas y cercados, bajo la tutela de la Armada chilena y el sacerdote capuchino alemán Sebastian Englert. Hacía poco que el gobierno chileno había anulado el contrato que permitió durante siete décadas a una compañía privada explotar buena parte del territorio de la isla, pero la situación de los rapanui apenas había mejorado.
De todo esto me enteré hace un par de años, cuando tuve la fortuna de viajar con mi mujer a la Isla de Pascua, o Rapa Nui. El pueblo rapanui ha sido víctima de un genocidio, desde que los marinos holandeses del almirante Roggeveen mataran a los primeros isleños en 1722. En 1862, más de un millar de rapanui, incluyendo sus jefes y sacerdotes, todos los que sabían leer y escribir las tablillas rongo-rongo (la antigua escritura rapanui) fueron capturados por esclavistas peruanos para trabajar en las haciendas de Perú. Los pocos que pudieron sobrevivir y regresar traerían consigo enfermedades que diezmaron a otro millar de habitantes. En apenas dos años, los rapanui vieron destruido su sistema social y su cultura. De este colapso no habla Jared Diamond. La aculturación y el saqueo continuó: misioneros franceses deportaron a centenares de rapanui a la polinesia farncesa. Un hombre de negocios sin escrúpulos de origen francés, Dutrou-Bournier, expulsó a los rapanui de sus aldeas y los encerró en Hanga Roa. Él y sus sucesores se apropiaron de las tierras mediante contratos fraudulentos, y acabaron gobernando la isla como auténticos déspotas. En 1877 sólo quedaba un centenar de rapanui, a quienes se les prohibió acceder a la mayor parte de la isla, vallada y reconvertida en estancia ovejera. Pese a la soberanía nominal chilena desde 1888, la isla continuaría de facto en manos privadas hasta que en 1953 el gobierno chileno rescindió definitivamente el contrato con la compañía estanciera. A pesar de lo cual, los rapanui continuaron viviendo en el gueto hasta 1966, tras una serie de protestas y de revueltas.
Esta trágica historia, la historia contemporánea de los rapanui, nunca interesó a la mayoría de la comunidad científica, ni chilena ni internacional, empeñados en construir una imagen de Pascua a la medida de sueños románticos o imperiales. Ahora compiten con ellos periodistas y compañías turísticas.
Algunos escriben reportajes tan lamentables como el del País Semanal del pasado domingo, titulado Territorio mágico. Más que un reportaje es un alarde de turismo irresponsable. Para el autor del artículo los rapanui son "ariscos e impertinentes", de "rasgos polinésicos algo brutales y orondos", y racistas con los chilenos continentales, obsesionados con la "pureza de sangre". No nos parecieron así los pascuenses con los que nos cruzamos en los pocos días que estuvimos. Tal vez algo introvertidos, algo a lo que tienen perfecto derecho. Claro que el "periodista" ya venía predispuesto: "de hacer caso a lo que se cuenta, son hostiles, antipáticos y violentos". "Lo que se cuenta" es lo que cuentan sobre todo algunos chilenos continentales. En todo el texto no hay ni una sola mención a la dramática historia contemporánea de los rapanui, ni a sus actuales problemas. A poco que se hubiera molestado en enterarse de la realidad pascuense, quizás podría llegar a entender ciertas cosas. Por ejemplo, que los extranjeros han traido sobre todo desgracias a la isla. ¿Cómo no desconfiar del foráneo que lo ignora o desprecia?
En la actualidad, las relaciones con el gobierno chileno distan de ser pacíficas: disputa por la autonomía política, problema del acceso a la tierra, turismo crecientemente invasivo en manos chilenas (continentales), monopolio aéreo de LAN Chile, precios que triplican los del continente, amenazadores proyectos inmobiliarios...
Las aves de rapiña esperan ansiosas el nombramiento definitivo de la Isla de Pascua como una de las "nuevas siete maravillas del mundo" , según el negocio montado por un millonario que ha logrado engatusar a medio mundo, y en cuya página web se llega a decir que la isla fue "descubierta" por Roggeveen en 1722, y no por los antepasados de los rapanui allá por el siglo IX.
Queda la islita y sus habitantes, como flotando en medio del Pacífico. Una verdadera maravilla, es cierto. Afortundamente, el turismo actual no se hace notar demasiado. En los extraños paisajes de la isla se respira placidez, y el misticismo de los moai lo impregna todo. La reinvención de la cultura rapanui va más allá de lo folclórico, se aprecia en su música, en el orgullo redescubierto por los más jóvenes. Ahora sólo falta que les dejen ser.
Comentarios
s supr bkn la isla x mi viviria 100pre hay
Escrito por: camila galvez tepano.2007/10/29 22:15:20.728000 GMT+1
es super lindo no cambien nunca
Escrito por: margarita tepano.2007/10/29 22:17:43.658000 GMT+1
que son muy lindas la s fotos
Escrito por: camila.2007/11/27 17:00:1.364000 GMT+1
lindo