Veo en France 24 un interesante reportaje de Claire Billet sobre un grupo guerrillero "talibán" en Afganistán. Recomiendo ir directamente al enlace, ya que no he podido insertar el video en mi bitácora.
A principios de noviembre, la joven periodista francesa se adentró en Wardak, una provincia próxima a Kabul, para reunirse con un grupo de talibanes, dirigidos por un tal Abu Tayeb. Con ellos había contactado previamente en diversas ocasiones durante los últimos meses, gracias al trabajo de sus intermediarios e intérpretes locales ("fijadores", "fixers" o "fixeurs", en el argot periodístico). Frente a los tópicos al uso, Claire Billet ha llegado a la conclusión de que ser mujer facilita su tarea, entre otras cosas por la posibilidad de acceder a una parte del país vedada a los hombres: el mundo de las mujeres. Su blog recoge hermosos testimonios sobre la mujer afgana: una visita a los salones de belleza, las difíciles condiciones del parto en las clínicas del país, una reflexión sobre su condición de mujer periodista y occidental...
Abu Tayeb y compañía - Foto: Claire Billet
En la reunión con la veintena de guerrilleros talibán, predomina la cordialidad y el respeto. A pesar del lenguaje cargado de connotaciones religiosas, los guerrilleros sostienen que luchan para expulsar a los invasores. Aquí yihad remite, en el fondo, a una lucha política, algo que nos cuesta entender. Muestran orgullosos sus armas, e incluso le enseñan cómo montar una mina. El único extranjero del grupo es un iraquí que, aseguran, pretende inmolarse en un atentado suicida. Es la única persona que no oculta su rostro, la única que se mantiene en silencio, con la mirada perdida.
Al día siguiente, los guerrilleros mostrarán a la periodista la escuela donde envían a sus hijos, un establecimiento donde estudian 500 niños varones. Para sorpresa de Billet, no sólo estudian religión: también inglés, matemáticas, historia... Las niñas también reciben educación, frente a la política practicada por el gobierno talibán antes de la invasión.
Este tipo de acercamiento (que trata a los talibanes como seres humanos, y no como seres del averno) me parece más atractivo que el habitual seguimiento de fornidos soldados norteamericanos, "empotrado" (embedded) en sus unidades militares, como ha hecho recientemente el español David Beriain en su serie de reportajes para el diario digital ADN. Es cierto que probablemente sea esta la única opción posible que tiene en estos momentos un periodista occidental para moverse fuera de la zona verde de Bagdad, y ya son ganas, pero el precio que se paga es demasiado alto: por más que uno pretenda ser "imparcial" (palabras de David Beriain), el periodista no deja de asumir el punto de vista del ocupante. Permite reportajes realmente interesantes, como el de Obreros y patrones de la guerra, donde se describe la economía que se mueve en torno a una base norteamericana. Pero supone un obstáculo para retratar el drama de los iraquíes, que es lo que falta en la cobertura de nuestros medios de comunicación.
Y esto se nota en los reportajes de Beriain, cuyo estilo narrativo tampoco me parece el más adecuado. A diferencia de la discreta Claire Billet, cuya cámara es más subjetiva, continuamente vemos a Beriain en medio de la "acción", como queriendo demostrar que, efectivamente, estuvo allí. Bravo. Pero faltan voces de iraquíes que se expresen sin que haya estadounidenses delante, inspeccionando su casa. Falta, sobre todo, una explicación de lo que está sucediendo, de los actores del conflicto, que no se remita a los recursos trillados de la propaganda estadounidense, como la etnificación del lenguaje (la "guerra civil" entre chiíes y sunníes, sin distinguir mucho entre los diferentes partidos, milicias y sus relaciones, a veces ambiguas, con el ocupante). Por ello me gustan más sus últimos reportajes sobre el más "tranquilo" Kurdistán iraquí, liberado ya de la protección estadounidense, y con un contenido más costumbrista.
La demanda de otro tipo de información, de historias que nos acerquen más a los verdaderos protagonistas de la guerra, que es también una exigencia moral, explica la proliferación de blogs escritos por periodistas freelance como Dahr Jamail (que acaba de publicar un libro que recopila sus reportajes, con un título revelador: Beyond the green zone: Dispatches from an unbedded journalist in Iraq), o por los propios iraquíes, como Baghdad Burning, en el que una mujer iraquí expresa su rabia -en inglés- contra la ocupación.
Blogs y documentales en inglés, reportajes en francés (Billet) o en español (Beriain), artículos dispersos, informes, libros que recopilan otros artículos, permiten recomponer, con esfuerzo, el complejo puzzle de la tragedia cotidiana de Oriente Medio, a falta de un análisis crítico menos superficial que ponga un poco de perspectiva al maremágnum de datos e imágenes. En todo caso, un magro consuelo para los que no entendemos el árabe (o el pashtún).
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