Alberto Fujimori, tras escuchar la sentencia que le condena a veinticinco años de prisión. Foto: Autor: Rafael Cornejo / Reuters
Nunca leí en la prensa comercial ni escuché a nuestros renombrados intelectuales y políticos comentarios sobre Alberto Fujimori tan feroces como los que se han vertido sobre Hugo Chávez, que no ha cometido crímenes como los que se les imputa al ex mandatario peruano. Con la excepción quizás de Mario Vargas Llosa, por motivos personales fácilmente comprensibles. Sí, es cierto que se criticó su autoritarismo, su autogolpe de 1992. Pero su pecado era que cometía excesos, como cuando el ejército israelí envía una lluvia de misiles sobre una población amurallada. Su figura podría no gustar (y ahí está la impudicia de su exhibicionismo televisivo tras la toma de la embajada japonesa en 1997), pero era necesaria.
Alberto Fujimori entra en la Embajada de Japón, tras la liberación de los rehenes y la ejecución extrajudicial de los miembros del MRTA (abril de 1997).
Incluso la crítica de Vargas Llosa, y otros que siguen su razonamiento, no deja de ser problemática. La etiqueta de "dictador" no acierta a reflejar la gravedad del caso Fujimori y exculpa unas políticas con las que el escritor peruano se identifica plenamente. Porque los escuadrones de la muerte que dirigió y las matanzas que ordenó -que no exculpan la brutalidad de Sendero Luminoso- sólo cobran todo su sentido cuando se insertan en el tratamiento de choque económico neoliberal de los años noventa. Y la corrupción fue el precio a pagar del proceso privatizador, que vio la entrada en el país de empresas extranjeras como la española Telefónica en 1994. Sin olvidar el asistencialismo clientelista que implantó en las zonas "liberadas" del terrorismo senderista (y de muchos otros campesinos incómodos), que le sirvió para cooptar muchos adeptos entre las clases populares.
Las matanzas, torturas y otras aberraciones contrainsurgentes que se han cometido en las liberales Perú o Colombia en nombre de la lucha antiterrorista, la normalización y el progreso no tienen parangón en la historia reciente de un continente sudamericano que ha sido testigo de bastantes atrocidades. Por eso, casi tanto más importante que la sentencia que se acaba de pronunciar es lo que recuerda el abogado peruano y profesor universitario Wilfredo Ardito Vega:
"Es importante seguir luchando para que Fujimori pague por sus crímenes. Sin embargo, la tarea pendiente es también revertir el daño que siguen ocasionando las políticas que él promovió y que sus seguidores, visibles o clandestinos, continúan promoviendo. "
Escenas del juicio a Fujimori. Montaje: Aprodeh.
Comentarios
Escrito por: Gorka.2009/04/11 16:53:36.627000 GMT+2
ghvfip
Escrito por: Samuel.2009/04/11 17:17:13.149000 GMT+2
www.javierortiz.net/voz/samuel
Escrito por: tom.2010/05/30 04:13:21.367000 GMT+2