Los policías (mossos d'esquadra) que agredieron a los acampados de la Plaza de Cataluña en Barcelona no hicieron por tanto nada que no hubieran hecho antes en reiteradas ocasiones. Lo que ha cambiado, y lo que la torpeza del consejero del interior Felip Puig ha revelado, es una multitud potente que, lejos de arredrarse, logró volver con más fuerza a la plaza y desbordar a las impotentes fuerzas de seguridad. Algo parecido sucedió en el Reino Unido con las revueltas estudiantiles: las prácticas policiales de contención (kettle) y las cargas solo consiguieron reforzar la determinación de los jóvenes que protestan contra los recortes en educación, pensiones y salud. Los manifestantes ya no pretenden reproducir la brutalidad del Estado, porque no pretenden serlo. Lo que están logrando es volverla inútil.
El movimiento democratizador que se extiende por Europa coincide con el proceso inverso que se está produciendo desde las instituciones de gobierno, con apoyo de las fuerzas sociales más reaccionarias. Un proceso que no podemos ignorar. Que en España los principales candidatos a presidente de gobierno sean o hayan sido ministros de Interior nos da una idea del panorama que nos espera, gane quien gane las próximas elecciones estatales. Los gobiernos de la Unión Europea se han pasado los últimos años reformando la legislación procesal, penal y administrativa para afrontar con músculo rebeliones como las que ahora están proliferando. También se están aprobando reformas laborales y migratorias que buscan segmentar a los ciudadanos y enfrentarlos entre sí. Su actual impotencia no debería implicar ni mucho menos que dejemos de ser precavidos: los gobiernos que hoy despliegan estrategias militares y de contrainsurgencia en tierras lejanas no van a dudar en aplicar un grado mayor de fuerza con tal de evitar que se disuelvan los dispositivos de control.
Frente a la previsible reacción soberana, nada mejor que la paciente construcción y defensa de un espacio común por parte de las multitudes. En la plaza, en la universidad o en la red. Construcción creativa, reapropiación, lo que gente como Felip Puig denominan una "ocupación", porque siguen creyendo que la calle es suya. El consejero, poco tiempo después de ser nombrado para el cargo, ya había advertido "que nadie piense que las ocupaciones de propiedades privadas o alterar el orden público puede ser el paisaje habitual de Barcelona y Catalunya". Pues va a ser que sí.

Foto: Albert Salamé. 27 de mayo de 2011. Vilaweb.

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