Con la publicación, en 1721, de las célebres Cartas Persas, el barón Charles de Secondat de Montesquieu inauguraba una visión de Oriente que aún perdura, para satirizar, mediante el relato ficticio del viaje de dos nobles persas* a Francia, la sociedad francesa de su tiempo. Es en esta época que la monarquía francesa mantiene relaciones políticas y comerciales directas con los iraníes** Safávidas, una dinastía que reinó entre 1501 y 1736.
Casi tres siglos después, el Museo del Louvre dedica una hermosa exposición al arte del Irán Safávida, titulada El canto del mundo, que recomiendo a todo el que se pase por París de aquí al 7 de enero de 2008. Pude visitarla este pasado "puente" de noviembre, y quedé maravillado, sobre todo por la belleza de sus manuscritos ilustrados. La otra gran exposición temporal que presenta el Louvre en estos momentos, que no llegué a visitar, es una colección de obras maestras de arte islámico que pertenecen a la Fundación Aga Khan. Algunas de las obras de arte safávida presentes en la primera colección proceden también de la colección del Khan. Otras piezas, provienen de importantes muesos y colecciones privadas. Pocas del mismo Irán. En su origen, provienen de importantes centros culturales de la época, como Ispahan o Herat (actual Afganistán). También de algunas regiones hindostánicas.
Llama la atención el simbolismo de las ilustraciones, la riqueza del color y el detallismo de algunas miniaturas. La pintura, íntimamente ligada al texto manuscrito del que forma parte, no pretende ser un reflejo exacto de la realidad, sino una metáfora, una celebración de la Creación, que se confunde a menudo con una glorificación del rey, como explica en el catálogo el apasionado comisario de la exposición. Las metáforas incorporan continuamente referencias del arte preislámico, que nos sorprenden a los no iniciados: podemos ver a magos zoroastrianos vestidos como mulás chiitas, o banquetes de libaciones de vino para celebrar el final del Ramadán. Quinientos años después de que Omar Khayyam cantara sus virtudes, el vino está omnipresente en la pintura safávida, en las delicadas copas de vino.
Una de las piezas más importantes son las páginas del Shah-Name ("Libro de los reyes") del monarca Shah Tamasp (siglo XVI), que recopila los versos de la monumental obra poética de Ferdowsi (en torno al año 1000 de nuestra era). El manuscrito fue desmembrado por mercaderes europeos y sus páginas dispersas durante el siglo XX. Lo que vendía eran las coloridas ilustraciones, sin percatarse que lo que les daba sentido era la unión entre el texto y la pintura, como se lamenta el comisario de la exposición.
Página del Shah-Name
En el período tardío del arte safávida (finales del siglo XVII y principios del XVIII) se percibe ya la influencia occidental. Algunos artistas incluso reproducen directamente pinturas religiosas cristianas, con sus vírgenes y santos. Me quedo con la curiosa imagen de un visitante europeo que se presenta ante unos notables iraníes, sombrero en mano. Lo que para el extranjero es señal de respeto significa todo lo contrario para sus anfitriones. Una metáfora que mantiene toda su vigencia.
* El barón, que nunca había viajado a Persia, se basó en los escritos de viajeros europeos contemporáneos para construir sus personajes.
** Aquí uso iraní y persa indistintamente, para no complicarme la existencia. Para entender la controversia sobre los respectivos usos, ir a: http://en.wikipedia.org/wiki/Iran_naming_dispute
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