Quilombo

Coño, nunca hubiera pensado ver el dia en cual El Economist esta en favor de intervención del estado... La izquierda tiene que usar este momento para cambiar el juego (pero por el momento, no veo a nadie quien lo esta haciendo).

Tienes razón, los amos del mundo, muy nerviosos, están comenzando a negociar un New Deal. Sin una presión significativa de los de abajo las nuevas reglas de juego podrían diseñarse en beneficio exclusivo del capital. No basta con limitarse a echar pestes de los banqueros. Uno que se atreve a proponer una estrategia, después de haber analizado los últimos trabajos publicados en Francia sobre la crisis financiera, es Yann Moulier Boutang, en su último artículo publicado en la revista Multitudes, quien destaca que la cuestión no es técnica sino puramente política: si la crisis de 1929 dio lugar a un pacto entre el movimiento obrero y el capital industrial, ahora un New Deal debería ser global e implicar igualmente un compromiso político que incluya las nuevas clases productivas, del nuevo "precariado cognitivo" vapuleado por tres décadas de neoliberalismo. Puede ser. Añado que la otra vía reforzada tras la crisis de 1929 (el fascismo) podría resurgir ahora con otras formas y ropajes. Estas no son necesariamente las únicas opciones, pero en cualquier caso será necesario algo más que exigir al gobierno de turno que garantice los depósitos bancarios.

He estado a punto de comprar The Economist (lo hago de tarde en tarde y pienso que, con todos sus defectos y conociendo sus orientaciones, tiene muy buenos contenidos) para chafardear qué decían de todo esto. Cabe reseñar que, además, en The Economist llevan ya bastante tiempo preconizando que el capitalismo liberal no puede ser una barra libre y que la ausencia de responsabilidades identificables en las cúpulas directivas de la banca y las grandes corporaciones era una corrupción insostenible que podía llevar el sistema a la ruina, como a la postre ha ocurrido. Recuerdo severos artículos denunciando que el gestor de una organización que fuese despedido por sus malos resultados no podía bajo ningún concepto "ser premiado" con despidos millonarios.  O sea, que The Economist tampoco representaba la facción más descocada de la barraca que ahora se viene abajo...

El último número de The Economist es interesante por lo que tiene de recapitulación del estado de la economía mundial. Y es cierto que en general tienen buenos contenidos, facilitados por unos recursos humanos y financieros impresionantes. Sin llegar a ser tan fundamentalistas como muchos neocon-versos, no por ello dejan de ser en el fondo bastante dogmáticos. Con todo, discrepo de la opinión de que la crisis actual se deba simplemente a la actuación de unos directivos avispados que en pocos días habrían pasado de ser estrellas del firmamento financiero a unas irresponsables manzanas podridas. Este relato excluye responsabilidades políticas y pasa por alto una lectura sistémica que dé cuenta del funcionamiento real del sistema político y económico vigente.