Aparecido en Público el 24 de abril de 2016.
Vladímir Zhirinovski cumple 70 años. Lo celebra este lunes en Moscú, cerca de la Duma y del Kremlin. En la fiesta no habrá, según sus propias palabras, “ni un gramo de alcohol y ni un cigarrillo”. Hay riesgo de incendio: la retórica de Zhirinovski es ya de por sí inflamable. El pasado 18 de abril, el presidente ruso, Vladímir Putin, le entregó la medalla del mérito a la patria (segunda clase) por su contribución “al desarrollo del parlamentarismo ruso y la actividad legislativa”.
Sin embargo, el líder del Partido Liberal Demócratico de Rusia (LDPR) –una formación que a pesar de su nombre no es ninguna de ambas cosas– es hoy sin duda una figura venida a menos. En las pasadas elecciones legislativas de 2011 su partido obtuvo un 11,67% de los votos y este año podría caer hasta el 5%, según la encuesta de enero del centro Levada (independiente). Sus declaraciones chocarreras y frecuentes salidas de tono ya no encuentran el eco que antes tenían, lo que le ha llevado a incrementar su frecuencia, y esto, a la postre, no ha hecho sino redundar en la pérdida de su eficacia.
Por enumerar, de pasada, algunas de las más sonadas, Zhirinovski ha propuesto, entre otras cosas, invadir Alaska, arrojar bombas nucleares en Chechenia y en el Atlántico, abolir el sistema de partidos, vender por 50.000 millones de dólares las islas Kuriles a Japón –que reclama desde hace décadas su soberanía–, instalar gigantescos ventiladores para dirigir la contaminación radiactiva de los residuos nucleares del país a Alemania o depurar el alfabeto de elementos “no rusos”.
Leer más: Antes de Trump existió Zhirinovski (enlace a Público).
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