Casi todos los asuntos tratados en la conferencia de la OTAN a nivel de jefes de Estado y de Gobierno, que se ha celebrado en Lisboa el pasado fin de semana, fueron ya objeto de análisis anticipado en el Anuario de CEIPAZ 2010-2011 ("La OTAN y su papel en la seguridad internacional", pág. 213 y ss), al que se remite a los lectores interesados en profundizar sobre esta cuestión.
Era de esperar una decisión conjunta para establecer plazos y fechas en lo que atañe al papel de la OTAN en el conflicto afgano. A causa de la creciente impopularidad de esta guerra, cabe afirmar que éste ha sido el problema más urgente que ha provocado la reunión, calificada por el Secretario General de la OTAN como "una de las cumbres más importantes en la historia de la Alianza". Se ha alcanzado un acuerdo teórico de retirada gradual de las tropas, que ha satisfecho a los participantes pero que, forzosamente condicionado por la "situación real sobre el terreno", sigue siendo una variable de muy difícil definición, porque la situación no depende solo de EEUU y la OTAN sino de muchos otros actores de impredecibles decisiones.
Sobre la mesa de los dirigentes allí reunidos se plantearon otras importantes cuestiones. Más sonoridad y énfasis, y ciertas repercusiones en las misiones futuras de la Alianza, tiene el llamado "Nuevo concepto estratégico", aprobado por unanimidad, con el que, al fin y al cabo, solo se pretende insuflar nueva vida en una organización militar defensiva que perdió al enemigo para el que fue creada. También se trata de reducir costes superfluos, reestructurar una desmedida burocracia y adaptar la Alianza a las condiciones del presente, muy distintas, cuando no contrarias, a las de la época en que se fundó.
Si la participación en la cumbre del presidente afgano obedeció a lo antes señalado (la necesidad de ver una luz al final del túnel y satisfacer a unas opiniones públicas que dan muchos signos de cansancio), mucho más significativa -y casi revolucionaria en la historia de la OTAN- ha sido la presencia, activa y participante y no simplemente observadora, del presidente ruso. No ha obedecido solo a las facilidades que viene ofreciendo Rusia a las operaciones afganas, en lo relativo a las líneas de aprovisionamiento logístico, sino a la expresa voluntad de Obama de establecer mejores relaciones con Moscú. También se ha llegado a un principio de acuerdo sobre los sistemas antimisiles para una protección común del vasto territorio de los países de la OTAN y del gigante euroasiático. Este acuerdo podría ser el broche final a las secuelas de la Guerra Fría, en palabras de Medvédev: "Hemos superado un periodo de relaciones muy difíciles y tensas".
También se han definido algunos riesgos comunes a la OTAN y a Rusia, centrados en torno al terrorismo, la ciberguerra, la piratería y el crimen internacional organizado. Sin embargo, son precisamente estos nuevos "enemigos" los que deben suscitar cierta preocupación, puesto que en el impulso para dar una nueva vida a la OTAN se corre el grave peligro de militarizar algunas cuestiones que deberían mantenerse dentro del ámbito de las fuerzas policiales y de seguridad, de la cooperación de la justicia internacional y bajo la égida de Naciones Unidas.
No todo son luces brillantes ni conviene lanzar las campanas al vuelo, puesto que si la cumbre ha resuelto algunos problemas que requerían ser tratados con urgencia, también ha suscitado otros que a no más tardar requerirán atención. Esto sucede, por ejemplo, con los más recientes miembros de la Alianza que antes formaron parte del Pacto de Varsovia, algunos de los cuales ven con desconfianza el estrechamiento de lazos entre Washington, Bruselas y Moscú. Será preciso trabajar para despejar y aclarar los motivos de esa desconfianza. Una foto de la cumbre, difundida por la agencia AP, en la que Obama avanza sobre un fondo de banderas donde destaca la crucífera blanquirroja georgiana, muestra que algunas cuestiones siguen pendientes.
Por otra parte, la reciente debilidad de Obama ante el Congreso ahora renovado, con una Cámara de Representantes hostil, puede significar tropiezos para aprobar algunas de las decisiones adoptadas en la cumbre, sobre todo en lo relativo a la limitación de armas nucleares.
No solo se advierten dificultades en el Oeste, sino también en el Este. Algunos analistas rusos tachan a Medvédev de "blando" en su participación en la cumbre y lo atribuyen al deseo del actual presidente ruso de marcar distancias con su primer ministro, Putin, con vistas a las elecciones presidenciales de 2012, en las que la capacidad de los candidatos para relacionarse con Europa, la OTAN y EEUU puede decidir el voto ciudadano.
Es probable que, desde un punto de vista práctico, haya sido más viable reformar lo existente que partir desde cero y construir algo nuevo en función de las exigencias del presente. Pero esta "nueva OTAN" no deja de ser una vieja herramienta anticuada, parcheada para que siga funcionando y, lo que preocupa más, en su asentada burocracia todavía se siguen suscitando reflejos y reacciones más en consonancia con los fantasmas de la Guerra Fría que con el mundo actual.
Publicado en CEIPAZ el 22 de noviembre de 2010
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