Hace ya bastantes años recordaba a mis lectores cómo el escritor romano Flavio Vegecio Renato, en su clásico tratado de finales del siglo IV sobre las instituciones militares, aludía a que los soldados de las legiones romanas solían guardar la mitad del importe de sus pagas en el lugar donde estaban concentrados los lábaros, banderas o estandartes de sus unidades.
En la traducción de ese texto que en 1764 hizo Jayme de Viana para los "Señores cadetes del Regimiento de Infantería de las Reales Guardias Españolas" lo explicaba diciendo que "un soldado que ve la suerte de su caudal unida a la de su bandera, la mira con amor y la defiende con mayor empeño en las batallas, porque es regular en los hombres cuidar mucho de aquello en que está puesta su fortuna".
Pero si esta desmitificación de la simbología militar (amar a la bandera porque a su lado se guarda el dinero) no parecía suficiente razón para entender a los legendarios legionarios romanos, añadía que esa costumbre estimulaba el ahorro, pues los soldados no malgastarían sus denarios "en cosas vanas y superfluas con los compañeros de rancho, porque la mayor parte de los hombres, y principalmente los pobres, gastan cuanto tienen".
La vinculación entre valor guerrero en el combate, remuneración personal satisfactoria y ahorro patrimonial para el futuro es algo muy antiguo en la historia de los ejércitos, aunque suele disimularse bajo una simbología mitificada, marciales arengas y actitudes de aparente desprecio por todo lo material, en contraste con la gloria inmarcesible que dan los honrosos hechos de armas.
Esta duplicidad no es fenómeno exclusivo de la milicia. Hemos visto también en España cómo algunos de los que viven en contacto estrecho con el poder político enseguida se sienten acuciados por la necesidad de crearse "un pequeño patrimonio", justificando con su desinteresada -cuando no heroica- entrega al servicio público los tortuosos e ilícitos medios a los que recurren para enriquecerse.
Dinero y fama heroica no parecen haber hecho malas migas a lo largo de la Historia, como los ejércitos napoleónicos retirándose de España con un sabroso botín expoliado en palacios y templos o los gloriosos tercios españoles cobrándose las pagas atrasadas durante el saqueo de Amberes. Los héroes también necesitan cobrar.
Pues en este delicado terreno del dinero de los héroes ha irrumpido Trump a trompicones, como suele hacerlo a menudo, a raíz de la subrepticia visita de tres horas que efectuó a Irak, para felicitar el Año Nuevo a los soldados allí estacionados.
Como en ocasiones anteriores, recurrió al juramento, esta vez para asegurarles que, tras duro forcejeo con ciertos altos mandos militares (cuyos nombres no citó), había logrado para sus tropas un 10% de aumento del sueldo para 2019.
Las palabras del presidente fueron, más o menos, en este tono: "Me dijeron [los altos mandos], saben, que podría ser menor [el aumento de los haberes]. Podríamos dejarlo en 3%. Podríamos dejarlo en el 2%. Podríamos dejarlo en el 4%. Yo les dije: 'No, que sea el 10%. Que sea más del 10%'". Trump también dijo que "en más de diez años" no habían tenido ningún aumento, no solo tan cuantioso como el suyo, sino ningún tipo de aumento. Y regresó a Washington tan campante.
La realidad pronto salió a la luz: el último aumento de haberes, de un 2,4%, había tenido lugar en 2018; y anualmente se habían venido produciendo incrementos durante las tres últimas décadas. Para el nuevo año 2019, el aumento ya aprobado es del 2,6% (no el 10% que Trump anunció a las tropas). De uno u otro modo, esos "altos mandos militares" se salieron con la suya y Trump se apuntó de una sola tacada tres rotundas mentiras: que había logrado un aumento del 10%; que para ello había tenido que forcejear con los mandos militares; y que nunca antes se habían producido aumentos de sueldo.
Tres mentiras en tres horas de visita a sus héroes guerreros en Irak. Esto no debería extrañar porque, según The Washington Post, Trump mintió cerca de 6000 veces durante 2018 (15 al día), tres veces más que en 2017. Y parece que, no habiendo leído a Vegecio, el presidente ignora que con el dinero de los héroes no se debe jugar.
Publicado en República de las ideas el 17 de enero de 2019
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