Un analista político ucraniano, bien relacionado con las altas esferas de su país, recientemente declaraba al diario económico ruso Kommersant que en su opinión la crisis ruso-ucraniana tenía tres posibles salidas.
La primera, para él la más optimista, sería que Rusia dejara de apoyar a las regiones independentistas de Donetsk y Lugansk y que éstas volvieran a reintegrarse al seno de Ucrania, aunque dotadas de un estatuto especial de autonomía.
Conviene señalar que ni siquiera él citaba la anexión rusa de Crimea como algo condenable y, por tanto, obligadamente reversible. Llama la atención el empecinamiento de algunas cancillerías europeas y de EE.UU., cuya miopía histórico-social les hace insistir en reprobar la reintegración de Crimea a Rusia, hecho que rusos y ucranianos aceptan ya como natural e irrevocable.
La segunda hipótesis, considerada la más negativa, consistía en que las fuerzas de ambas repúblicas separatistas renovasen su actividad militar con una intensidad tal que el número creciente de bajas y el coste económico de una guerra agravada indujesen al Gobierno de Kiev a cesar la lucha en el Este.
Basaba esta hipótesis en el hecho de que en los territorios occidentales de Ucrania son ya muchos los que opinan que no merece la pena luchar para liberar a quienes "en lugar de agradecer nuestra ayuda, reniegan de nosotros y nos maldicen". Una derrota militar del Gobierno de Kiev en el frente oriental del Donbass implicaría la desintegración de Ucrania, cuyos efectos en el plano internacional podrían ser muy peligrosos.
Y la tercera posibilidad, que el analista tiene como la más probable, es que la guerra se prolongue sin que ninguno de ambos bandos sea capaz de desencadenar la ofensiva final. En esas circunstancias la situación se convertiría en un conflicto de desgaste, cuyos efectos más negativos sufriría la población civil en ambas zonas. Un empobrecimiento general del pueblo ucraniano sería el resultado de esta opción.
En los círculos militares de Kiev, por otra parte, se opina que las negociaciones pacíficas no conducen a nada. Un alto funcionario del ministerio de Defensa consideraba que la única política posible es prolongar la situación y sostener la guerra, conscientes de que el tiempo juega a su favor y en contra de Rusia. Ésta sufrirá nuevas sanciones y la estrategia más favorable para Kiev es esperar al colapso de los designios rusos.
No es esa la opinión de algunos diplomáticos europeos en la capital ucraniana: "Comprendemos que hay que ayudar al Kremlin a salvar la cara y a salir dignamente de esta situación. Pero nos queda la duda de que si hoy se alcanza un acuerdo sobre las fronteras, mañana nuevos combatientes rebeldes reproduzcan la situación y se presenten ante el mundo con otro hecho consumado". En algunas embajadas de la Unión Europea se considera que las dos zonas en litigio, el aeropuerto de Donetsk y la ciudad de Debaltsevo (abandonada por el ejército ucraniano al escribirse estas líneas), deberían integrarse en la república de Donetsk, sea cual sea la solución adoptada.
El pueblo ucraniano, por otro lado, se ve sometido a fuertes presiones mediáticas. El parlamento de Kiev ha designado oficialmente a Rusia como "país agresor". Un ambiente de exaltado nacionalismo reina en Kiev, donde se proclama que el ejército no combate contra dos repúblicas independentistas sino contra toda Rusia: "Nadie recuerda ya la hermandad que sentíamos con los rusos durante la 2ª Guerra Mundial". La carta de vinos de un restaurante popular de la capital incluye "Vinos del territorio temporalmente ocupado de Crimea". Las banderas de las facciones neonazis ondean por la ciudad. Como en toda guerra civil, la violencia refuerza las tendencias más radicales.
Concluiré este repaso de las opiniones pulsadas en Kiev con la de un sociólogo ucraniano que sospecha que, en último término, poca ayuda cabe esperar de Europa: "Mientras haya guerra nadie invertirá. Y Occidente no parece tener la intención de apoyarnos económicamente, porque el mundo se acabará por aburrir de Ucrania. Los europeos tienen otras cosas de las que preocuparse: la crisis económica, el renacer de los fascismos, Grecia, el extremismo islamista... Ucrania pronto será relegada a la periferia de los intereses europeos".
No es hora de entonar ningún mea culpa, pero conviene recordar que Europa pudo haber intervenido de otro modo al principio del conflicto pero decidió ir a remolque de EE.UU.: sanciones contra Rusia que también dañaron la economía europea.
Esta guerra, iniciada en el Maidán con el apoyo oculto de algunos servicios secretos occidentales, enfrenta dos concepciones de la futura Europa: con Rusia o frente a Rusia. Ni siquiera los países miembros de la Unión Europea han llegado a ponerse de acuerdo en punto tan trascendente.
República de las ideas, 20 de febrero de 2015
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