Para mi primer comentario en este 2018 recién estrenado, le robo el subtítulo a un enjundioso y breve libro ("En Rusia todo es posible", Anselmo Santos, Madrid 2003) donde, según su autor, "se pretende describir el carácter y las costumbres de ese pueblo atormentado y voluble, lleno de espejismos, desmedido en las virtudes y en los vicios".
En él cita Santos a un periodista estadounidense que en numerosas ocasiones, "harto del caos ruso en sus múltiples facetas", ha pedido ser trasladado a otras corresponsalías, para enseguida solicitar su regreso a Moscú. Su amor por Rusia llega a ser una adicción "a este mundo crispado y fascinante, que vive en el desorden, prefiera la confusión a la eficacia, desdeña el bienestar, se deleita en la melancolía y asume estoicamente su infinito, y a menudo autoinfligido, sufrimiento".
La idea y el título del libro de Santos condensan certeramente dos citas; una de Gorki: "En este país todo es posible", y otra de Pedro el Grande: "Rusia, un país en el que suceden justo las cosas que no suceden".
Ahora que la "Rusia de Putin" o el "Putin de Rusia" se convierten en unos quebraderos de cabeza que las cancillerías extranjeras apenas llegan a diagnosticar, quizá convenga prestar atención a las cualidades de ese pueblo, para comprender mejor las decisiones de sus gobernantes a lo largo de la historia.
Afirma Anselmo Santos que "la identidad rusa, como la de todos los pueblos, permanece inalterada a través de la mudanza y del tiempo: no cambia ni por la larga dominación tártara, ni por la influencia cultural occidental, ni por la sucesión de dinastías y regímenes. Esa esencia es ciertamente oscura e insondable". Por eso, añade, él ha podido "vislumbrar el alma rusa" tras largos años de visitar el país y tratar con sus gentes, pero "sin desvelar ni por asomo sus arcanos".
Quince años después del libro en cuestión, Marguerite Sacco, una experta periodista en asuntos rusos que trabaja para Le Courrier de Russie, publicó el pasado 20 de diciembre de 2017 un artículo titulado Promenade dans les petits faits divers russes. En él recopila algunas noticias de las páginas de sucesos de la prensa rusa y, plenamente coincidente con Santos, reconoce que "este espíritu, muy ruso, que consiste en no asombrarse de las cosas más inverosímiles, nos conquista poco a poco a los extranjeros aquí residentes; a mí misma me parece normal caminar 50 minutos para comprar una barra de pan, o hacer cola durante cuatro horas bajo la nieve a -15ºC para sacar una entrada al Bolshoi".
Estas son algunas de las noticias reseñadas. En Volgogrado un borracho convence a su amigo, también borracho, de que le dispare contra una diana puesta sobre su cabeza: muere en el acto. Para Sacco esto es algo muy ruso: un cierto deseo de jugar con la muerte, de confianza en el destino: "pasará lo que tenga que pasar".
Lo importante es el presente; lo que venga... ¡ya se verá! En esta clave interpreta otras noticias. Una jubilada moscovita se traga su esmeralda para que nadie la herede. Un hombre se juega a las cartas a su novia y la pierde. En Kaltán, al sentir frío cuando volvía a casa tras una noche en la discoteca, una mujer pega fuego a un camión para irse calentando por el camino.
Esta recolección de hechos diversos se inició cuando hace año y medio la autora leyó esta noticia: "En San Petersburgo, una cuarentena deborrachos durante una orgía en los baños rusos se enzarzan en una pelea y salen corriendo desnudos por el barrio".
Además del juego con la muerte y el fatalismo, hay noticias que revelan un candor que impulsa a hacer las mayores insensateces por nada. En Kuzbas, un hombre pasa tres horas destruyendo con un martillo el muro de un almacén para robar diez barras de chocolate. O en Vologda, un conductor llama a la policía para que le ayude a sacar del barro el automóvil que acababa de robar.
Claro está que los lectores pueden aducir hechos análogos en muchos países, lo que asume Santos desde el principio: "Rusia es una fascinante desmesura. Todo en ella sobrepasa lo humano y racional: su espacio infinito, su clima atroz, su historia siniestra, su pueblo alucinado. 'Las naciones todas son misterios. Cada una es todo el mundo a solas' dice Pessoa'. Pero Rusia es un enigma aún más oscuro porque parece ajena a nuestro mundo, como si hubiera llegado de algún otro y continuase viviendo en el orbe que dejó".
No basta con hablar de misiles o tanques, ni contabilizar el poder militar, económico o de otra especie de Rusia, si en las relaciones de los países occidentales con Moscú no se tiene en cuenta la "desmesura" que puede reinar en lo más profundo del alma rusa.
Publicado en República de las ideas, el 4 de enero de 2018
Comentar