Los niños educados en el nacionalcatolicismo franquista de los años cuarenta no solíamos tener acceso directo a la Biblia, considerada un texto peligroso. Para encontrar una explicación a esto, habrían de pasar muchos años hasta poder leer las andanzas de "Don Jorgito el Inglés", relatadas por George Borrow (La Biblia en España), que teñían a los textos bíblicos con un marcado matiz protestante. En España, por el contrario, estudiábamos en la "Historia Sagrada" unas edulcoradas versiones de los mitos bíblicos. Solo a los jóvenes "más preparados" se nos permitía leer biblias "expurgadas" y "con anotaciones" (perdone el lector la profusión de comillas).
Recuerdo con claridad la extraña sensación que tuve al leer por vez primera que Jesucristo, al explicar a sus discípulos por qué hablaba en parábolas para exponer los misterios del reino de los cielos, les dijo: "Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra; pero al que no tiene, aun aquello que tiene se le quitará". La sensación de tan insultante injusticia quedó grabada en mis neuronas pensando, claro está, que era yo el que no estaba suficientemente formado para entenderlo.
Años después, fui descubriendo la obscena realidad de la frase, porque fue exactamente eso lo que ocurrió tras la crisis financiera mundial de 2008. Aquella donde unos bandoleros sin escrúpulos destrozaron en su provecho el sistema financiero. Para salir de ella, la justicia internacional no procesó a los delincuentes bancarios ni los encarceló. Tampoco se les exigió devolver las sustanciosas propinas (bonus) que solían cobrar por ser brillantes gestores. Muchos de ellos se enriquecieron después, comprando barato lo que habían contribuido a deteriorar.
Los Gobiernos solo se preocuparon por evitar el colapso del sistema bancario, el circuito sanguíneo de la civilización capitalista. Así que fueron los ciudadanos contribuyentes a las arcas de los Estados los que con sus recursos ayudaron a rescatar a los ricos, a costa de tener que padecer después años de sueldos reducidos, alto desempleo, servicios sociales recortados y un deterioro general del Estado del bienestar. Los ricos se hicieron más ricos y los pobres, más pobres, siguiendo al pie de la letra el texto del evangelista S. Mateo. Curiosa fórmula financiera.
A consecuencia de la citada crisis se extendió una grave desconfianza hacia un sistema democrático que permitía tanta injusticia. Nacieron los populismos, del mismo modo que tras la crisis financiera de los años treinta del pasado siglo habían surgido los fascismos.
Ahora no son los buitres financieros los que amenazan al mundo, sino un virus agresivo y todavía no dominado. Pero los peligros que acechan a la democracia no son muy distintos a los de las anteriores crisis. Hay que evitar a toda costa que el miedo que acompaña a toda crisis llegue a dominar a los pueblos hasta el punto de aceptar los multiplicados bulos que deterioran el sistema democrático, tanto en EE.UU. como en Europa y en España.
Y la flagrante injusticia pseudoevangélica de dar más a quien más tiene y quitárselo todo al que apenas posee nada habrá de ser superada reforzando los vínculos sociales de los pueblos y la capacidad de los Estados democráticos para reducir las crecientes desigualdades socioeconómicas. Además, habrá que imbuir en la educación de los jóvenes la idea de que el bienestar de cada uno depende en último término del bienestar de todos los demás. Eso es algo que también enseña la ecología.
Y así tendremos que seguir hasta que la amenazadora emergencia climática, que ya se cierne sobre la humanidad, vuelva a poner sobre el tapete la necesidad de combatirla dentro de los parámetros de la imprescindible justicia social.
Publicado en República de las ideas el 7 de mayo de 2020
Comentarios
“Para triunfar en el mundo era necesario ser bestial, egoísta y desconsiderado: avasallar a los demás y aprovecharse de sus desgracias; vender más barato y aplastar a los competidores con medios honestos o nauseabundos; tener en cuenta en primera instancia los propios intereses en todos los casos, ignorando completamente el bienestar de los demás.” págs. 102 y 103. LOS FILÁNTROPOS EN HARAPOS, de ROBERT TRESSELL.
Ese es el deseo, Alberto, la existencia de una nueva época Humanista; pero hay serias dudas, porque la historia del futuro inmediato será muy parecida a la historia del pasado, pues la condición humana es muy difícil de cambiar. Por eso, esas muestras esporádicas en forma de aplausos de querer la buena salud y el bienestar de los demás no son más que pura fantasía celestial paradisíaca. La esencia de la vida no ha cambiado desde tiempos lejanos ni hay serios visos de que vaya a transformarse.
Un abrazo
Escrito por: José.2020/05/12 00:13:6.555964 GMT+2