Entrada la estación estival, el panorama internacional se presenta bastante deprimente. Llaman la atención algunas reacciones de la opinión pública ante la colección de catástrofes que asolan a la humanidad -de la que la sostenida lluvia de fuego y hierro que se ha abatido sobre el pueblo y el territorio de Gaza es solo la última muestra-, por la contenida ira que en ellas se manifiesta y por la sensación de impotencia en la que muchos nos sentimos hundidos.
Se oyeron voces pidiendo el despliegue de tropas de la ONU en Palestina, para impedir los abusos que el Gobierno israelí perpetra contra la población ocupada, violando las más elementales normas del derecho internacional humanitario. ¿Por qué los "cascos azules" están protegiendo a otros pueblos y no al invadido y ocupado pueblo palestino?
Otras voces se alzaron sugiriendo iniciar una campaña internacional dirigida al comité noruego del Premio Nobel de la Paz, para solicitar la revocación del que en 2009, año en que fue elegido Presidente de EE.UU., se otorgó a Barack Obama "por sus extraordinarios esfuerzos para fortalecer la diplomacia internacional y la colaboración entre los pueblos".
Diplomacia y colaboración que poco han sobresalido en la actuación de Obama durante el arrasamiento militar israelí de la franja de Gaza, brutal operación que recibió el ilimitado apoyo moral, diplomático y material de EE.UU. Sin éste, Israel no hubiera podido llevar a cabo tan desproporcionada venganza. Venganza que se basó en la falsa atribución a Hamás del secuestro y asesinato de tres jóvenes israelíes y que se prolongó con el pretexto de liberar a un oficial del ejército israelí, del que luego se supo que no había sido apresado por Hamás sino que había muerto en combate.
Pero las bombas ya habían producido su efecto devastador sobre la sacrificada tierra palestina y el recuerdo de los muertos gazatíes que pagaron con su vida la cólera israelí seguirá sosteniendo el odio que creará nuevos terroristas y alimentará futuras guerras. Por este lado no se percibe ninguna luz de esperanza.
Este conflicto se desencadenó a partir de algunas noticias falsas. Y con falsas noticias también se está alimentando el nuevo enfrentamiento entre Rusia y Occidente. Unas imágenes, a las que aludí en un anterior comentario, ampliamente difundidas por internet para mostrar que la artillería rusa había atacado territorio ucraniano, han resultado ser copia de un videojuego, según noticias recientes.
El embajador de EE.UU. en Ucrania publicó en su cuenta de twitter unas fotografías de satélite para denunciar la supuesta agresión, inmediatamente desmentida por el ministerio ruso de Defensa. Cuando unos blogueros descubrieron que las imágenes eran parte del juego Flaming Cliffs 2, un antiguo oficial de los servicios secretos de EE.UU. hubo de admitir el engaño y expresó su vergüenza por las falsas pruebas exhibidas por su Gobierno.
De todos modos, la guerra económica contra Rusia ya está en marcha. En los últimos días del pasado mes de julio, la Unión Europea acordó imponer a Rusia unas sanciones orientadas a los sectores de defensa, bancario y de alta tecnología energética. EE.UU., por su parte, añadió varios bancos rusos a la lista de entidades financieras proscritas.
El presidente del Consejo Europeo declaró: "Las sanciones económicas adoptadas hoy [29 de julio] por los embajadores de la UE son un severo aviso dirigido a Rusia, pero podrán ser anuladas si los dirigentes rusos dejan de desestabilizar a Ucrania".
El 30 de julio el ministro ruso de Asuntos Exteriores anunció que haría frente a las sanciones y manifestó la vergüenza que le producía una UE que, "incapaz de hablar con una sola voz, se limita a expresarse con la voz de Washington y abandona algunos valores europeos fundamentales, como la presunción de inocencia". Recordó que las economías rusa y europea son "vasos comunicantes" y que esta tercera serie de sanciones adoptada por Bruselas podrá afectar tanto a Europa como a Rusia.
Las sanciones van a dañar la economía rusa, pero hay dos aspectos que habrán de ser tenidos en cuenta por los dirigentes occidentales. El primero se refiere a la duda de que tales sanciones lleguen a forzar un cambio en la política de Moscú; además, el anuncio para octubre de unas maniobras militares de la OTAN en Polonia parece un fuego de artificio que desvía la atención hacia otros peligrosos terrenos de enfrentamiento. En segundo lugar, las numerosas corporaciones europeas y estadounidenses que operan en Rusia y obtienen notables beneficios (como Boeing o BP) saldrán bastante perjudicadas.
Eso, sin contar con que Moscú podría adoptar medidas de represalia, como negar el derecho de sobrevuelo sobre su vasto territorio a las compañías aéreas de los países que apoyen las sanciones. Acaba de comenzar, pues, un nuevo enfrentamiento Este-Oeste, basado en motivos poco claros y, por ahora, sin carácter militar, pero cuyos resultados nadie puede hoy predecir con unas mínimas probabilidades de acierto.
República de las ideas, 8 de agosto de 2014
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