La quema de algunos ejemplares del Corán en la base estadounidense de Bagram, en Afganistán, ha agravado la inestable situación en la que se encuentran las fuerzas de la OTAN y de ISAF en ese país. En un anterior comentario aludí a la difícil posición de los instructores aliados, ante el peligro de ser asesinados por alguno de sus alumnos, y al muro de desconfianza que esto crea en una de las principales funciones asignadas a las tropas ocupantes: la formación de las fuerzas afganas de seguridad. Ésta no puede ser eficaz si entre enseñantes y enseñados no se crea un mínimo nivel de fluidez y confianza mutuas.
Viene a agravar este problema el incidente antes citado, de naturaleza más religiosa que operativa y, por tanto, de más complejo tratamiento. Algunos de sus efectos han sido inmediatos, como la retirada de un contingente de medio centenar de tropas alemanas de un puesto avanzado, cuya seguridad se vio en peligro ante la intensa irritación popular. También Francia ha retirado de sus puestos en Kabul a algunos asesores del Gobierno afgano. Otros países están valorando el modo de hacer frente a esta creciente hostilidad.
La reacción de las autoridades civiles y militares de EE.UU. ha sido confusa. Tras unas vacilantes disculpas transmitidas al pueblo y al Gobierno afgano, generadas a todos los niveles (desde Obama hasta los jefes militares sobre el terreno), el general Allen, comandante supremo de ISAF, ordenó que “todas las fuerzas de la coalición en Afganistán sean instruidas en el manejo apropiado de objetos religiosos no más tarde del 3 de marzo”.
Las materias a enseñar, como se informa en la página web de ISAF, abarcarán “la identificación de objetos religiosos, su significado, y su manejo y almacenamiento correctos”. No se sabe si estas nuevas clases teóricas que van a recibir las tropas destacadas en Afganistán serán impartidas por imanes locales, capellanes islámicos del ejército o sargentos de semana debidamente preparados para manipular el Corán con la misma destreza con la que desmontan y arman con los ojos vendados la ametralladora de 12,70. Pero supondrán, probablemente, una interesante ruptura con la monotonía de las tradicionales “teóricas” con las que muchos ejércitos del mundo llenan las primeras horas de la tarde cuartelera.
Es muy preocupante que, tras más de diez años de ocupación militar de Afganistán, un país islámico donde la religión está presente y ostensible en numerosos aspectos de la vida diaria, sea ahora cuando se descubre la necesidad de recurrir a una formación complementaria de la “sensibilidad cultural de las tropas”. Un poco tardío parece ese esfuerzo, sobre todo si se tienen presentes algunos hechos anteriores que debieron haber alertado a las autoridades sobre la peligrosa deriva que se estaba produciendo en la conducta de algunos militares.
Recientemente han dado la vuelta al mundo las imágenes de unos soldados de la Infantería de Marina de EE.UU. orinando sobre unos cadáveres afganos. En septiembre de 2011 se difundió por las bases militares de EE.UU. la fotografía de un pelotón de soldados, donde además de la bandera nacional se exhibía otra de las S.S. nazis, lo que ocurrió en un puesto avanzado en Afganistán al que se había denominado “Ario”. En noviembre del mismo año se procesó a un jefe de pelotón que asesinaba “por deporte” a civiles desarmados y conservaba como recuerdo fragmentos de sus cadáveres.
Hay que sumar a lo anterior las frecuentes muertes de personal civil inocente, como consecuencia de la mala planificación de los ataques aéreos o de datos e informaciones erróneos, y los frecuentes y violentos registros nocturnos de algunos hogares, a la búsqueda de armas o guerrilleros, en los que a menudo se vulneran los más sensibles códigos locales relativos a la intimidad familiar. Así pues, es forzoso reconocer que existen suficientes motivos de queja para que nuevos incidentes, como el de los coranes, lleguen a provocar fuertes explosiones de ira popular, que superen a todo lo conocido hasta hoy.
Las voces populares afganas piden que los responsables de la quema de sus libros sagrados sean procesados, no por los tribunales militares estadounidenses, sino por sus jueces locales, que impondrían la pena de muerte que lleva implícita cualquier ofensa al Corán. Las autoridades militares de EE.UU. han abierto una investigación, todavía en curso, pero sostienen que se trató de algo accidental y no intencionado. “Tenemos iniciado un plan para asegurar que esto no volverá a ocurrir y, si sucede, castigar a los culpables”, ha asegurado el Sargento Mayor del Ejército.
Como en ocasiones anteriores, se harán esfuerzos por apaciguar los ánimos y quizá la situación no se agrave a causa del incidente. Pero el asesinato de dos jefes militares de EE.UU. en el interior del mismo Ministerio de Defensa, atribuido a este conflicto, muestra que el margen de maniobra de EE.UU. e ISAF en Afganistán se está reduciendo peligrosamente. Hay ya quien teme que la palabra “retirada”, cada vez más usada, no empiece pronto a ser equivalente al “sálvese quien pueda”.
2012/03/02 10:13:33.053000 GMT+1
Nuevo patinazo en Afganistán
Escrito por: alberto_piris.2012/03/02 10:13:33.053000 GMT+1
Etiquetas:
afganistán
isaf
ee
uu
| Permalink
| Comentarios (0)
| Referencias (0)
Comentar