Una de las políticas más hipócritas oficialmente adoptadas en el mundo, para discriminar los derechos de las personas que no son heterosexuales, es la que está actualmente en vigor en las Fuerzas Armadas de EEUU. Se la conoce mediante la frase Don’t ask, don’t tell, es decir, “no lo pregunte, no lo cuente”.
Su objetivo es doble: por un lado se trata de impedir a los mandos y autoridades militares que investiguen la condición sexual de sus subordinados y, por otro, se busca evitar que se alisten en los ejércitos personas que hayan mostrado de modo abierto ser homosexuales o bisexuales. La fórmula funciona así: la autoridad “no lo pregunta” y el militar “no lo cuenta”. De esta absurda manera ha resultado hasta el momento imposible solucionar de modo satisfactorio la cuestión de la presencia de homosexuales, lesbianas o bisexuales en los ejércitos.
La razón de esta antigua discriminación está explicada en los textos legales con el argumento de que “se crearía un peligro inaceptable para las altas exigencias de la moral, el orden y la disciplina, que constituyen la esencia de la actividad militar”, si se admitiese la presencia en los ejércitos de personas “que demostrasen propensión o deseo de implicarse en actos homosexuales”.
Expresada con otras palabras, y naturalmente por motivos distintos, se trata de la misma razón que impidió durante largo tiempo la incorporación de la mujer a los ejércitos en muchos países, incluido el de EEUU. En éste, además, un razonamiento análogo se utilizó en tiempos anteriores para mantener a los negros segregados dentro de las unidades militares, hasta que en 1948 -una vez que durante la 2ª Guerra Mundial los ciudadanos negros de EEUU demostraron que combatían y morían como si fueran blancos- el presidente Truman ordenó la integración total en las Fuerzas Armadas. Aunque hubo resistencias, la última unidad militar compuesta solo por soldados negros desapareció mediados los años 50.
Pero ocurre que en estos tiempos preelectorales, y de modo parecido a lo que vemos en el Parlamento español, en el Senado de EEUU se están padeciendo unos niveles de agrio enfrentamiento y cerrada oposición que hacen muy difícil que Obama pueda cumplir este año con su promesa electoral de eliminar la política de “no lo pregunte, no lo cuente”.
Esta dura oposición ha afectado también a un nuevo proyecto de ley presentado por el Pentágono, que además de lo anterior pretende suavizar algunas de las más nefastas consecuencias de la inmigración ilegal en EEUU, en relación con los jóvenes que, de niños, entraron en el país con sus padres y carecen de documentación legal. Se propone que ellos, una vez autorizado su alistamiento en las Fuerzas Armadas, puedan tener acceso a la educación superior y, tras un plazo prudencial, alcanzar incluso la plena ciudadanía.
Está claro que el proyecto no intenta solamente poner fin a la hipocresía de la situación actual y salir al paso de tan evidente discriminación y violación de los más elementales derechos humanos para un determinado sector de la población. Se trata también con él de aprovecharse de esa situación para aumentar los contingentes militares, que en vez de sufrir la sangría que supone la expulsión de los militares que violan la hipócrita política hoy en vigor (13.000 en los últimos seis años, según datos del International Herald Tribune) se vean beneficiados por esa nueva puerta que supone el reclutamiento de los jóvenes “sin papeles”.
No solo los senadores y los representantes van a quedar en evidencia ante la obstrucción prevista en el Congreso para evitar el debate de la citada ley antes del proceso electoral de noviembre. El conjunto del pueblo estadounidense será responsable de seguir manteniendo una discriminación injusta y disfrazada tras una fórmula cuya hipocresía no debería aceptar una sociedad que se cree en la vanguardia del mundo desarrollado.
Es verdad que el poder ejecutivo podría imponer de hecho la suspensión de esa práctica, simplemente negándose a expulsar de los ejércitos a los militares que no la respeten, o incluso basándose en algunas resoluciones judiciales que han dictaminado su posible inconstitucionalidad. Pero Obama, además de atender a sus promesas electorales, es consciente de que seguir manteniendo la política de “no lo pregunte, no lo cuente” es una burla para cualquier Estado donde el respeto a los derechos humanos forme parte de sus valores esenciales.
No se trata de recordar que muy destacadas e históricas figuras del Arte de la Guerra tuvieron una vida sexual que el ejército de EEUU hubiera rechazado. Se trata, en resumidas cuentas, de que los hechos respalden esa retórica que tan a menudo disfraza en EEUU una realidad inaceptable.
Publicado en República de las ideas, el 24 de septiembre de 2010.
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