Del mismo modo que en las redes de carreteras se suelen definir unos tramos, llamados puntos negros, donde los accidentes se producen con mayor frecuencia y gravedad, y por tanto requieren más atención por conductores y autoridades, en el escenario de la política internacional también existen puntos negros que señalan las encrucijadas donde la probabilidad de conflicto aumenta peligrosamente.
Ahora que va a comenzar un nuevo decenio y parece irresistible la tentación de realizar balances y sugerir pronósticos, merece la pena hacer un breve apunte sobre los puntos negros a los que la humanidad habrá de enfrentarse a partir de 2011. Conviene señalar que los puntos negros aquí citados no tienen necesariamente naturaleza física y no están siempre directamente relacionados con territorios o países, como enseguida se verá.
Así pues, quizá el primero que convenga reseñar -aunque no sea más que por motivos de actualidad- es el que ha salido a la luz por las filtraciones diplomáticas de WikiLeaks y que revela con crudeza (y por eso ha irritado sobre todo a los poderes públicos de los países más importantes) la débil -o hipócrita- cultura democrática de muchos de los que gobiernan el mundo y se tienen por ejemplos del buen hacer político. Ha quedado evidente su desprecio por los procedimientos establecidos y las limitaciones legales que constituyen la esencia de la democracia en las relaciones internacionales.
Esto nos lleva a otro punto negro: la nefasta y extendida práctica de quienes gobiernan mintiendo y engañando a sus pueblos a sabiendas. Como consecuencia de lo anterior, el tercer punto negro de la lista (que no tiene finalidades clasificatorias) es el desengaño y el descrédito de la política que se extiende entre bastantes ciudadanos, con el consiguiente riesgo de dejarse arrastrar por populismos autoritarios o mesianismos irracionales, que darían al traste con cualquier atisbo de democracia.
Lo anterior se agrava cuando, en la crisis económica que estamos padeciendo, los más codiciosos especuladores que controlan el feroz capitalismo financiero que hoy domina el mundo anteponen sus beneficios a cualquier otro designio. De este modo, gobernantes y gobernados acabamos sospechando que la política, hoy, consiste en plegarse al dictado de unas fuerzas ocultas e incontrolables a las que se denomina mercados y disimularlo lo mejor posible ante los votantes.
Como último de los puntos negros desterritorializados, citemos el habitual recurso al miedo (ahora basado en el terrorismo como antes estuvo sustentado en el holocausto nuclear) que permite gobernar sin muchos miramientos a rebaños humanos cuya docilidad es proporcional al susto permanente en el que se les hace vivir.
Ya sobre el mapamundi es fácil advertir otros puntos negros, los constituidos por tantos conflictos enconados, que no encuentran solución y que al paso del tiempo se hacen más peligrosos. Israel no cederá ante los palestinos, cuyo porvenir se hace cada día más ominoso. Irán y su programa nuclear constituyen un problema para EEUU y para los países de Oriente Medio, entre los que Israel (una vez más, el Estado judío en el vértice del huracán) parece cada vez más propicio a adoptar una solución violenta.
En Europa crece el desencanto entre los europeos que perciben, sin mucho lugar a dudas, cómo lo que se denomina Unión Europea tiene muy poco de “unión” cuando se escucha el ¡sálvese quien pueda! entre el ulular del huracán económico que sacude esta frágil nave que una vez fue esperanza y hasta ejemplo para otros pueblos.
Hay puntos negros de alta peligrosidad, formados por las actividades mafiosas de organizaciones criminales como ocurre hoy en México, Colombia y algunos Estados centroamericanos, sin olvidar ciertos países africanos, balcánicos y caucásicos, donde unas transiciones políticas azarosas y atropelladas, pusieron en manos criminales muchos resortes del Estado.
Una Organización de Naciones Unidas que funcionase como cabe esperar de ella podría contribuir a reducir la peligrosidad de estas encrucijadas. Lamentablemente, cada vez son más las decisiones trascendentales que se toman fuera de su ámbito, en grupos supranacionales creados con otros fines: economía, comercio, seguridad, etc. A lo que contribuye, indudablemente, un Consejo de Seguridad muy poco representativo de la realidad internacional y donde unos países privilegiados se sirven del derecho de veto para defender sus intereses por encima de las necesidades globales de la humanidad.
Lo hasta aquí descrito es una parte del mapa de carreteras que habrán de manejar con cuidado los gobernantes que en este segundo decenio del siglo XXI intenten dirigir con éxito el rumbo de sus pueblos. ¡Que el destino les sea propicio!
Publicado en República de las ideas el 24 de diciembre de 2010
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