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2013/11/15 09:36:0.931000 GMT+1

Los ignorados lamentos filipinos

Las desventuras del pueblo filipino, acumuladas a lo largo de su atormentada historia, parecen haber alcanzado un punto culminante con la catastrófica huella de muerte y destrucción dejada por el tifón Haiyan.

Tras la larga etapa de la colonización española (relativamente benévola, para lo que entonces se estilaba), que aportó valiosos elementos al mosaico de pueblos que habitaban el archipiélago a mediados del siglo XVI, aunque dejó en ellos una negativa impronta de poder teocrático (el arzobispo de Manila y las órdenes monacales ejercían más poder que las autoridades oficiales), al ser derrotada España en la Guerra Hispanoamericana los filipinos hubieron de sufrir el peso de la bota militar estadounidense. A esto siguió la cruel ocupación japonesa durante la 2ª Guerra Mundial, en la que los crímenes de guerra de los ocupantes fueron de tal gravedad que incluso llevaron al general Franco a romper relaciones con Japón, a pesar de haber sido este país el fiel aliado de su principal amigo, Hitler. Concluida la contienda mundial, la República de Filipinas alcanzó por fin su independencia efectiva en 1946, si bien hubo de soportar el corrupto régimen dictatorial del presidente Marcos, antes de empezar a dar los primeros vacilantes pasos por el camino de la democracia.

Ahora, las fuerzas destructivas de la naturaleza se han abatido sobre el pueblo filipino. No lo han hecho por sorpresa. Ya a finales de 2012 el jefe de la delegación filipina en el Foro de la ONU sobre el cambio climático, Naderev Saño, mientras otro tifón de máxima virulencia se abatía sobre la isla de Mindanao (a la que, para mayor desgracia, una tormenta tropical había sumido en el caos justo un año antes), decía: "Nunca hemos visto un tifón como el Bopha en los últimos 50 años". Y exhortaba así a la comunidad internacional: "Llamo a los dirigentes del mundo para que abran sus ojos a la realidad. ¡No más retrasos, no más excusas! Hagamos de 2012 el año que sea recordado como aquél en el que tuvimos el valor de asumir la responsabilidad del mundo que deseamos". Construyó su conclusión sobre tres preguntas que eran una sonora batería de contundentes afirmaciones: "Si no lo hacemos nosotros [la ONU], ¿quién lo hará? Si no es ahora ¿cuándo? Si no es aquí [en el Foro para el cambio climático] ¿dónde?".

Pues bien, en la reunión de 2013 del citado Foro, que estos días tiene lugar en Varsovia, se ha repetido casi al pie de la letra el mismo guión. Bajo las tres preguntas sin respuesta subyace un doble problema de raíces económicas. Por un lado afecta a los que sufren las catástrofes; por otro, a los que no desean ver menguar sus beneficios.

Antes de que este tifón se abatiese sobre Filipinas, como recordaba David Bollero, éste era ya un país con cerca del 30% de la población viviendo en la indigencia; con casi 6 millones de niños explotados y donde "la principal preocupación de muchas niñas de 13 años es no quedarse embarazadas o contraer sida de algunos de sus clientes occidentales, un país donde la explotación sexual es un negocio al alza". Con tan deteriorada estructura socioeconómica, es inevitable que las catástrofes naturales multipliquen sus efectos hasta extremos insoportables, como ha ocurrido ahora.

La relación entre el agravamiento de los huracanes y el cambio climático es más que evidente, ya que aquéllos aumentan su intensidad en proporción al incremento de la temperatura del mar donde nacen y se desarrollan. Pero los intereses económicos de muchas potencias -tanto desarrolladas como sin desarrollar- no pueden aceptar esta evidencia y recurren a la "ciencia subvencionada" para negar la citada relación y evitar así cualquier imposición que pudiera limitar sus ganancias, como ya se observó con el protocolo de Kioto. Éste apenas abarca el 15% de las emisiones totales de gases nocivos, solo afecta a los países industrializados y, entre éstos, EE.UU. no lo ha ratificado todavía.

En su llamada de socorro de 2012, Naderev Saño invocó a Naciones Unidas como la única organización de ámbito internacional capaz de estudiar los problemas que afectan al planeta en su conjunto y de abordar las soluciones más favorables para todos. Si no es en el ámbito de la ONU, demandó el delegado filipino -que no perdió la ocasión de señalar que mientras él estaba hablando aumentaba hora a hora la lista de compatriotas muertos por efecto del cambio climático-, ¿quién, cuándo y dónde puede abordarse este acuciante problema que amenaza a toda la humanidad? Un año después, en el mismo foro, hace unos días la responsable de la ONU se manifestaba así: "No hay dos equipos, sino la totalidad de la humanidad. No hay ganadores ni perdedores. O ganamos todos o perdemos todos".

Pero lamentablemente se observa una grieta por donde puede perderse los intentos de solución: ¿Qué es Naciones Unidas? Su voluntad no la expresan los delegados, ni siquiera su Secretario General. Porque la ONU sigue siendo un conglomerado de Estados con sus propios intereses y con distinto peso específico en la toma de decisiones. Mientras los intereses económicos del mundo globalizado sigan marcando el camino a la política de los Estados, hemos de saber que los cadáveres filipinos, recogidos y clasificados estos días entre las desoladoras ruinas, no son sino otras víctimas más de un mundo regido por las despiadadas leyes de la economía internacional.

República de las ideas, 15 de noviembre de 2013

Escrito por: alberto_piris.2013/11/15 09:36:0.931000 GMT+1
Etiquetas: filipinas cambio climático onu | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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