Un antiguo compañero en los esfuerzos por analizar las causas de los conflictos y avanzar por los enrevesados caminos que pueden conducir a la paz, es ahora director ejecutivo del Norwegian Peacebuilding Centre, radicado en Oslo. Mariano Aguirre, bien conocido en España como competente investigador sobre la paz en varios centros y organizaciones y por sus publicaciones sobre estos asuntos, ha llevado a cabo en Israel un interesante trabajo de investigación sobre el terreno el pasado verano.
El documento por él elaborado será publicado en breve por el centro donde trabaja (www.peacebuilding.no) y contiene aspectos que merecen ser tenidos en cuenta, ahora que el conflicto palestino-israelí está volviendo, sin muchas esperanzas de resolución, a los primeros planos de la actualidad, de los que en realidad nunca ha estado del todo ausente.
La investigación no se ha repetido en el lado palestino, por lo que sus resultados solo conciernen a una de las partes del conflicto en cuestión. Aun así, dado que la parte concernida es la que posee el poder, la fuerza y los principales recursos de todo género, además del sostenido apoyo de EEUU, es importante conocer la percepción que en Israel se tiene de lo que, en resumidas cuentas y para los que desde fuera observamos el conflicto, es la ilegal y violenta ocupación del territorio palestino y la continuada opresión y humillación que sufre su pueblo.
Los variados asuntos que abarca el citado informe no caben en este breve comentario. Aludiré solo a algunos de ellos. Entre los aspectos ideológicos no se puede prescindir del planteamiento de algunos sionistas liberales que parece conducir a un callejón sin salida: por una parte, el Estado de Israel tiene que elegir entre seguir siendo judío pero no democrático, o ser democrático y no judío; la otra opción es crear un Estado palestino que permita a Israel ser a la vez judío y democrático. Este complejo planteamiento se parecería más a la enrevesada explicación del misterio cristiano de la Trinidad que a un problema de política práctica. Pero así es como se plantea la realidad que hay que afrontar para iniciar la resolución de este acuciante problema y no se trata de una cuestión bizantina sino del meollo mismo del conflicto.
Los informativos televisados nos suelen mostrar a los colonos de los asentamientos ilegales exhibiendo orgullosos los símbolos de su religión, sus banderas -y sus armas- y mostrándose como la vanguardia militar e ideológica del pueblo judío. Aguirre nos explica que "consideran el regreso de los judíos a la tierra de Israel como el cumplimiento de la voluntad divina". Son una mezcla, afirma, "de fanática devoción y activismo militante", aunque detecta que entre los colonos existen ciertas diferencias que rompen su aparente homogeneidad. Sin embargo, en su mayoría se sienten menospreciados por la sociedad israelí y por eso se abrazan a los sectores ultraortodoxos y a los partidos de extrema derecha. Un militar retirado comentó al autor que los colonos "secuestran al Gobierno israelí, debilitándolo". En su opinión, los nacionalistas religiosos "prefieren luchar por la nación judía -desde el Jordán al Mediterráneo- más que aceptar un Estado judío". He aquí otro planteamiento conceptual no fácil de entender por los profanos.
Además del serio obstáculo que todo lo anterior supone para el débil y apenas reiniciado proceso de paz, Aguirre muestra en su informe lo difícil que es para Israel vencer la profunda desconfianza que le inspira el pueblo palestino. Desconfianza que los actos terroristas han convertido en un opaco muro que hace a los palestinos "invisibles para la mayoría de la población". La derecha israelí está convencida de que la "coalición iraní [formada por Siria, Hamás en Gaza y Hezbolá en Líbano] boicoteará cualquier iniciativa que permita avanzar en las negociaciones". De este modo, según parece, se justifica el continuado boicoteo israelí a cualquier intento de negociación que pudiera fructificar.
Como se advierte fácilmente, los problemas se agravan y las heridas permanecen en carne viva. La psicosis israelí sobre la seguridad, que es también otro obstáculo a la pacificación, se advierte en la cuestión planteada por ciertos analistas judíos: "¿Quién nos asegura de que, si se crea un Estado palestino, Hamás no se haga con el poder, desplace a Al Fatah y ataque a Israel desde Cisjordania, como hizo Hamás cuando nos retiramos de Gaza?". Es la teoría de la seguridad a toda costa, la misma que alimentó la Guerra Fría durante largos decenios, para beneficio de las multinacionales del armamento y en perjuicio de los pueblos que sufrieron sus efectos.
Aguirre refleja el sentir de los expertos judíos que, ante las dificultades de la negociación, creen que "nada sucederá sin una guerra o algo que sacuda a todos los gobernantes de Oriente Medio". Ese algo es, para muchos, la guerra contra Irán. Es grave constatar que Irán representa una amenaza existencial para Israel. Quizá no tanto por las bravuconerías de su actual presidente, sino también por lo que parece deducirse de la opinión de un consultor judío de seguridad: "Una amenaza nuclear iraní debilita a Israel por tres razones: restringe la inmigración judía, aumenta la emigración de los que abandonan el país por miedo y reduce las inversiones extranjeras". No todos están de acuerdo con esto y es sabido que muchos israelíes no abandonarían su país en caso de guerra. Pero las incertidumbres siguen presentes y no se aprecia resquicio alguno por donde pudieran empezar a resolverse.
Publicado en CEIPAZ el 2 de noviembre de 2010
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