Un Estado dotado de armas nucleares con finalidad disuasoria, como es el caso de todos los países que hoy las poseen, necesita cumplir varios requisitos, técnicos, organizativos, logísticos, etc., en algunos casos muy complejos, cuya principal finalidad puede resumirse en estos dos puntos:
1) Que el armamento nuclear pueda utilizarse con plena fiabilidad y máxima eficacia siempre que sea necesario a juicio del Gobierno y cumpliendo las condiciones establecidas sobre el reparto de responsabilidades en la cadena de mando de la Defensa nacional;
2) Que no pueda ser activado en ningún otro caso, es decir, que sea invulnerable a catástrofes naturales, errores técnicos o humanos, e incluso impida acciones anómalas de los individuos implicados en su funcionamiento, hasta el mismo operador que aprieta el botón de disparo.
La primera condición se refiere a la eficacia del sistema de armas nucleares y, naturalmente, afecta a todos los que están implicados en ellas, desde la industria bélica que las construye hasta la clase política responsable de la Defensa. Afecta sobre todo al Gobierno, que debe tener la plena seguridad de que esas armas estarán a su disposición si llega el caso de usarlas.
La segunda, por el contrario, afecta en último término a toda la humanidad. Se trata de que las armas nucleares sean seguras y no puedan activarse de modo imprevisible u obedeciendo a causas incontrolables.
Esta última condición es la que hoy preocupa a los políticos y analistas en muchos países del mundo, a raíz del enfrentamiento (por ahora solo verbal pero con explícito contenido nuclear) entre los presidentes de EE.UU. y Corea del Norte. Son muchos los que advierten que el verdadero peligro que hoy se cierne sobre el planeta no es tanto un duelo voluntariamente desencadenado con armas nucleares entre ambos Estados -lo que sería una catástrofe de dimensiones inéditas, sobre todo para Corea- como un error de apreciación o un fallo técnico en los sistemas nucleares. Esto es más probable que pueda ocurrir en el naciente y primitivo arsenal coreano que en el experimentado arsenal estadounidense.
Dicho de otro modo, la prolija y enrevesada argumentación teórica que durante décadas ha enredado a estrategas, políticos e incluso filósofos sobre el qué y el cómo de la disuasión nuclear nos llevaría a una nueva paradoja, dada la situación actual: Estados Unidos se ha convertido en el principal interesado en que el sistema coreano de armas nucleares sea lo más seguro posible.
Esto sería así siempre que entre los planes estadounidenses no se incluyese la guerra nuclear contra ese país y solo pretendan frenar el rearme coreano, por motivos de política exterior o interior. No obstante, esto depende de una variable de difícil determinación que multiplica las incógnitas: el factor Trump.
Durante la Guerra Fría se intentó evitar el conflicto nuclear producto de un error, utilizando el llamado "teléfono rojo" entre Washington y Moscú; mejor dicho, entre los centros de mando supremo de ambos Estados. Esto no parece posible hoy entre Washington y Pionyang, dados el hermetismo y la desconfianza del régimen coreano hacia todo lo occidental y su paranoica obsesión de estar en el punto de mira de los misiles de EE.UU.
Poniéndonos en el caso menos irracional y más favorable para los intereses de la humanidad, si Trump no se decide a llevar a la práctica sus desaforadas amenazas contra Corea del Norte y, por su parte, el presidente coreano cesa en sus provocaciones, la comunidad internacional acabará por aceptar la nuclearización del país asiático, como ha aceptado tácitamente las armas nucleares de Israel, India o Pakistán.
Y no solo eso. Habrá que hacer lo posible por facilitar la seguridad del arsenal coreano para reducir el nivel de desconfianza y evitar reacciones atolondradas ante una supuesta amenaza, producto de fallos técnicos o errores de percepción. Ya durante la Guerra Fría se vivieron momentos de máxima peligrosidad en este aspecto, de los que se extrajeron lecciones que deberán ponerse al alcance de los extravagantes dirigentes norcoreanos, por extraño que esto pueda parecer. La seguridad global de la humanidad está por encima de todo.
Publicado en República de las ideas el 2 de noviembre de 2017
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