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2010/03/05 10:54:44.748000 GMT+1

La guerra de Afganistán llega a La Haya

La primera víctima institucional europea causada por la guerra en Afganistán ya tiene nombre: el Gobierno de los Países Bajos. Las fuertes discrepancias de la opinión pública en torno a la participación holandesa en ese conflicto rompieron la coalición gubernamental y el contingente holandés empezará en agosto su retirada del territorio afgano, que habrá abandonado totalmente antes de finalizar este año.

Es obligado pensar que esta decisión sentará un precedente en otros países que también participan en las dos operaciones militares desarrolladas simultáneamente en Afganistán ("Libertad duradera", dirigida por EEUU, e ISAF, controlada por la OTAN), y no será bien recibida en la Casa Blanca, precisamente en el momento en que se intensifica la intervención militar aliada en las provincias meridionales del país y aumentan las dudas sobre el éxito final de esta prolongada y enrevesada contienda.

También es preciso suponer que la proximidad de las elecciones generales holandesas, previstas para mayo, ha influido en lo ocurrido. Se espera con preocupación la celebración de esos comicios, donde un partido de claras tendencias populistas, xenófobas y especialmente antiislamista -el llamado Partido de la Libertad- puede aumentar espectacularmente su peso en el Parlamento de La Haya, sobre todo después de haber sido el segundo partido más votado en las últimas elecciones europeas. Da mucho que pensar el auge de las formaciones políticas de extrema derecha en un país, como Holanda, con un alto nivel de desarrollo humano, un pueblo amante de las libertades y que ha venido dando ejemplo de una democracia viva y operativa.

Pero no solo Holanda (quizá, a no mucho tardar, también otros países de la OTAN) está sufriendo los efectos del conflicto afgano, herencia de una irracional política internacional que nació en Washington después de los atentados del 11-S. Es el propio presidente de EEUU el que se encuentra cada vez más perdido en un callejón sin salida, empujado por los mandos militares con responsabilidad en Afganistán a tomar decisiones que contradicen sus promesas electorales y pueden llevarle a caer en los mismos errores que su nefasto predecesor, arrojando al baúl de los recuerdos el estimulante lema de su campaña Change, we can believe in (Sí, podemos creer en el cambio), que le llevó a la Presidencia.

El refuerzo militar y las operaciones desarrolladas primero en Helmand y en breve en Kandahar tienen poco de "cambio". Se va a repetir mucho de lo ya visto en Iraq y luego en el propio Afganistán. Victorias militares, a veces aplastantes, ocupación de pueblos y ciudades, exterminio de talibanes y guerrilleros, con el habitual apoyo mediático de periodistas "empotrados" y otros afines del mismo cariz. Es de esperar que la sensatez de Obama le impida escenificar otra parodia como la protagonizada por Bush proclamando "Misión cumplida" en Iraq, cuando lo peor ni siquiera había empezado.

Pero los talibanes llevan muchos años luchando y desapareciendo alternativamente; atacando cuando les favorece el factor sorpresa y dispersándose entre la población cuando están en inferioridad de condiciones. Frente a esto, la estrategia del general McChrystal se plantea en cuatro fases: 1) limpiar el terreno de enemigos; 2) conservar lo conquistado; 3) reconstruir lo destruido; y 4) ponerlo todo a disposición del Gobierno local, debidamente aleccionado por Washington.

No obstante, hay un factor que puede trastornarlo todo y que se olvida a menudo: el tiempo. Éste corre implacable a favor de los talibanes y en contra de las fuerzas de ocupación, que no podrán permanecer eternamente en Afganistán para sostener lo conseguido mediante la fuerza de las armas. ¿Qué impedirá que los talibanes recuperen -aunque tengan que esperar años- el control político y social de la población, cuando las tropas aliadas se hayan retirado y la atención de los medios de comunicación se oriente hacia otros lugares y otros conflictos?

Hay que tener en cuenta, además, que cuanto más se prolongue la ocupación militar, más capacidad de apoyo y reclutamiento tendrá la insurgencia entre una población cansada de soportar a los ocupantes. Esto, sin contar con que el cansancio también llegará inevitablemente a los países de la OTAN, que ven dilatarse las operaciones más de lo que parece razonable soportar y que, siguiendo el ejemplo de Holanda, pueden decidir poner fin a su participación en una difícil empresa cuya dirección no parece estar en manos fiables.

Publicado en CEIPAZ el 5 de marzo de 2010

 

Escrito por: alberto_piris.2010/03/05 10:54:44.748000 GMT+1
Etiquetas: afganistan eeuu holanda talibanes obama | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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