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2013/03/11 11:52:25.065000 GMT+1

La anomalía saudí

El fundador de la dinastía saudí, la familia que viene rigiendo los destinos de Arabia desde 1932, tuvo treinta y siete hijos con más de veinte esposas antes de morir en 1953. Uno de ellos es el monarca hoy reinante, el rey Abdulá ben Abdelaziz (quinto rey de la segunda generación), que lleva más de siete años en el trono, tras haber sido príncipe heredero durante 33 años y jefe de la Guardia Nacional durante medio siglo.

En agosto cumplirá 89 años y ya ha tenido ocasión de nombrar a dos príncipes herederos que sucesivamente fallecieron en 2011. El tercero, su hermanastro el príncipe Salman, de 75 años, asegurará el cumplimiento de una de las dos exigencias fundamentales de la Ley Básica del Estado: la que establece que el monarca será siempre un miembro de la familia Al Saúd. La otra es la que erige al Corán como base de toda legislación.

El sistema hereditario de esta monarquía absolutista requiere que el rey nombre un heredero dentro de su familia, cargo que ha venido recayendo en uno de sus hermanos hasta que, previsiblemente en un futuro no muy lejano, esta designación se ponga al alcance de los sobrinos. Entonces se iniciaría la tercera generación de monarcas de la casa de Al Saúd. El elenco donde elegir es amplio: se cuentan unos siete mil príncipes, muchos de los cuales disfrutan de cargos oficiales y perciben sus emolumentos a través del muy secreto presupuesto nacional.

Bastaría reflexionar sobre lo anterior para percibir la anomalía con la que es gobernado tan peculiar Estado. No se trataría solo de la proverbial gerontocracia saudita, unida a un régimen autocrático gobernado por los miembros masculinos de una extensa familia, si esto no fuera unido a otras peculiaridades que hacen aparecer al país como un miembro muy extraño en el conjunto de los Estados.

Unas de esas peculiaridades afectan al plano social. Por ejemplo, los numerosos y muy caros automóviles que circulan por sus ciudades solo son conducidos por hombres. Como las mujeres tienen prohibido hacerlo, necesitan un chófer que ha de ser un miembro de la familia. Es claro que esto las pone en marcadas condiciones de inferioridad aunque pertenezcan a una clase social elevada. Además, aunque ellas puedan adquirir costosa ropa de última moda en los más privilegiados establecimientos de sus centros comerciales, en público deben vestir una oscura abaya y cubrirse con un velo; basta con que un mechón de pelo quede al descubierto para que la policía religiosa ("Policía para la promoción de la virtud y la prevención del vicio" es su nombre oficial) les exija compostura y las arreste si no obedecen. Si esto es así para las mujeres que viven ajenas a la pobreza, cabe imaginar la suerte de las que desempeñan trabajos serviles, en su mayor parte inmigrantes del sur de Asia.

Un periodista de EE.UU., experto conocedor del país, ha escrito que algunas mujeres "están sometidas a una esclavitud virtual, donde esposas e hijas pueden sufrir abusos físicos, psicológicos y sexuales según el capricho de los hombres de la familia, que se sienten protegidos por un sistema judicial y penal totalmente masculino".

Está claro, pues, que el recientemente conmemorado Día de la Mujer no tiene mucho eco en Arabia Saudí. Una de las escasas activistas locales defensora de los derechos femeninos, al preguntarle por qué no había más presión social exigiendo una constitución escrita, respondió: "Todos los monárquicos constitucionalistas están en la cárcel". A pesar de que el 75% de los ciudadanos son menores de 30 años y que un 40% de los saudíes jóvenes está en paro, la "primavera árabe" no parece tener allí mucho porvenir.

Varios factores contribuyen a ello. No conviene olvidar que EE.UU. tiene más intercambio comercial (sobre todo en petróleo y armamento) con Arabia que con cualquier otro país de Oriente Medio, incluido Israel. El pasado año, el embajador de EE.UU. en Riad declaró que las relaciones entre ambos países se basan en tres pilares: la seguridad petrolífera, la estabilidad y el contraterrorismo. Por el contrario, señaló que cualquier presión en favor de los derechos humanos o de una reforma política era muy contraproducente; hay que sobrentender que lo sería para los intereses de EE.UU., no para los de la población local.

Insistió en que la mayor aspiración de la juventud saudí era ir a estudiar a EE.UU., a lo que también coopera un programa de enseñanza impulsado por el rey. La juventud saudí no admira a sus coetáneos de otros países árabes que se rebelan contra la opresión gubernamental. Una encuesta realizada en 2012 entre los jóvenes de varios países árabes, mostró que un elevado porcentaje de saudíes (55%, más que todos los demás) identificaban el desorden civil como "el mayor peligro que aqueja a la región", y solo un 37% lo consideraban consecuencia de la "falta de democracia". Es fácil deducir que la monarquía saudí sobrevivirá mientras siga disponiendo de los enormes recursos que obtiene del petróleo que encierra su subsuelo y la benevolencia de EE.UU. ante su flagrante anomalía política y social.

CEIPAZ, 11 de marzo de 2013

Escrito por: alberto_piris.2013/03/11 11:52:25.065000 GMT+1
Etiquetas: arabia saudí | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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