Desde nuestras costas levantinas, pacífico refugio vacacional de muchos españoles, cuesta advertir que el extremo opuesto de ese mismo Mediterráneo luminoso y azul está sufriendo un apocalipsis de sangre y ruinas. Una guerra intermitente, de violentos episodios agresivos y tímidos intentos de alto el fuego, está destruyendo Gaza y aniquilando su población. Los informativos televisados muestran estos días imágenes bélicas que parecen recordar los bombardeos de la 2ª G.M., Londres o Dresde, pero inconcebibles hoy para los ciudadanos europeos.
Arde el Próximo Oriente mediterráneo y la mecha sigue estando en las mismas manos: las del Gobierno ultraderechista de Israel. La responsabilidad no es exclusiva de él, pues EE.UU. respalda las decisiones de Netanyahu y la UE prefiere cerrar los ojos ante lo que allí sucede.
Y lo que allí está ocurriendo no es solo el inhumano y extenuante bloqueo israelí de la franja de Gaza, que asfixia a un pueblo al que solo se le deja el recurso a la violencia para sobrevivir. A la intermitente guerra que se desarrolla en Gaza hay que añadir la situación habitual en Cisjordania, cuya peligrosidad amenaza con ser más crítica que la de Gaza si no se resuelve el viejo contencioso.
Las insinuaciones de Netanyahu de anexionar la Cisjordania ocupada, aunque estuvieran motivadas por razones electorales que quizá le hayan llevado al éxito, son para muchos palestinos allí residentes una amenaza inútil. Porque para ellos Cisjordania está ya ocupada de hecho aunque no oficialmente.
Eso tiene que pensar un abogado palestino residente en Ramallah que fue multado por un policía israelí en una carretera cisjordana de uso conjunto (para israelíes y palestinos). Pues bien: tuvo que ir a pagar la multa a un asentamiento israelí ilegal, como si estuviera viviendo en territorio israelí.
La única anexión oficial de territorio palestino fue la de Jerusalén Oriental, capital teórica de Palestina, que fue ocupada militarmente en 1967, en la Guerra de los Seis Días. Anexión que todavía no ha sido aceptada por la comunidad internacional
Para los palestinos "en realidad, hay un único régimen que controla todo el país, desde el río Jordán hasta el mar" y es el régimen impuesto por Israel. La Autoridad Palestina es solo una marioneta que salva las apariencias. Aunque los acuerdos de Oslo establecieron zonas de distinta intensidad de ocupación, en muchas partes de Cisjordania es el ejército el que regula el reparto de recursos, la construcción y el desarrollo urbano. Muchos palestinos no pueden construir nuevos edificios y están bajo la amenaza de demolición de sus viviendas.
El grupo israelí Yesh Din de defensa de los derechos humanos opina que el Parlamento "se considera la autoridad legislativa y soberana en Cisjordania". En resumen: cada vez es más evidente que la ocupación de Cisjordania no tiene visos de ser temporal sino permanente. No hace falta esforzarse en preparar un plan que aparentemente justificara la anexión israelí de Cisjordania, lo que provocaría un negativo escándalo internacional.
En la actual situación, Israel sigue aparentando ser una democracia, aunque sea un Estado donde gran parte de la población carece de muchos derechos políticos. No merece la pena discutir sobre la anexión de Cisjordania, se comenta en Palestina: "Lo que hay que discutir es por qué la actual situación se ha ido desarrollando y profundizando a plena luz desde hace muchos años, sin que la comunidad internacional haya hecho nada por impedirlo".
La mecha sigue encendida y no puede anticiparse cuándo estallará otra vez ese barril de pólvora.
Publicado en República de las ideas el 10 de mayo de 2019
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