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2020/07/16 18:02:24.587080 GMT+2

Responsabilidad, no: ¡civismo!

Durante las sucesivas etapas de la pandemia que todavía se ceba en la población española, las autoridades civiles de todos los órdenes -nacional, autonómico, local, etc.- con frecuencia han "apelado a la responsabilidad" ciudadana para insistir en el cumplimiento de las normas sanitarias adoptadas para frenar la propagación de la Covid-19. Sobre todo, cuando se relajaban algo las restricciones inicialmente impuestas y se autorizaban prácticas que podían aumentar los riesgos de contagio si no se ejercían cuidadosamente.

Sin embargo, hay que reconocer que la palabra "responsabilidad" está casi vacía de contenido para este uso específico. Ni siquiera en su más próxima acepción en el diccionario de la RAE, para el que una persona responsable es la "Que pone cuidado y atención en lo que hace o decide".

De modo que con mucho "cuidado y atención" un individuo que se sienta responsable de su libertad personal y la de los demás (aunque lo haga de modo paranoico) puede preguntarse: ¿Quién es el Gobierno para regular lo que yo puedo o no hacer en cada momento? Frases similares se han oído en boca de algún destacado político nacional y se escuchan estos días.

También con mucho cuidado y atención puede un ciclista rodar por la acera aunque las normas municipales lo prohíban, y de modo similar se puede desdeñar el uso de la mascarilla dando por ciertas algunas de las mentiras que al respecto circulan por las redes sociales.

Con mucha atención, también, un hincha entusiasta que se sienta responsable del ascenso de su equipo de fútbol lo puede celebrar multitudinariamente haciendo caso omiso de las normas sanitarias en vigor. En fin, de poco parece servir la responsabilidad para que surta los efectos deseados en la lucha contra la pandemia, si no va acompañada de multas, amenazas de confinamiento u otros castigos.

Ahora bien, esto no ocurriría si los citados dirigentes políticos en vez de "apelar a la responsabilidad" de los ciudadanos les exigieran simplemente que se comportaran con "civismo", palabra que la RAE define como: "Comportamiento respetuoso del ciudadano con las normas de convivencia pública". Esto es precisamente lo que se trata de conseguir. El civismo engloba dos aspectos fundamentales: respeto y convivencia.

Lamentablemente, comportarse de modo respetuoso con las normas de convivencia pública no es uno de los rasgos que mejor distinguen lo que algunos llaman españolidad. Parece más común en algunos (pocos) otros pueblos que observamos no sin envidia. Sin embargo es una cualidad indispensable para atravesar con éxito calamidades sociales como la actual pandemia.

El civismo no se impone mediante leyes u ordenanzas municipales. Se aprende y se asume. Se empieza incorporándolo a la conducta infantil en la vida familiar y el colegio. Después, se reafirma siguiendo el ejemplo de los que ejercen influencia en los demás, sean dirigentes políticos, académicos, profesionales, económicos, etc.

En último término, el civismo pasa a formar parte de la cultura ciudadana, como puede ser el respeto por el código de la circulación o la solidaridad entre conciudadanos frente a la desgracia. Esta sería una de las lecciones que podemos extraer del trágico paseo que el coronavirus se está dando por España.

Publicado en República de las ideas el 16 de julio de 2020

Escrito por: alberto_piris.2020/07/16 18:02:24.587080 GMT+2
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2020/07/09 19:06:4.279168 GMT+2

La comercialización de la violencia

El asesinato de un ciudadano negro por un policía ha desatado en EE.UU. una oleada de protestas que ha puesto de relieve una dolencia más profunda que aqueja a la sociedad de ese país. Algunos la llaman "la comercialización de la violencia".

Este fenómeno se presenta, al menos, bajo tres aspectos evidentes: 1) la privatización de las guerras; 2) la militarización de la policía; y 3) el negocio del sistema penitenciario.

La historia de las guerras de EE.UU. con posterioridad a los ataques terroristas del 9-11 acusa una transformación notable. El Pentágono "externaliza" progresivamente la ejecución de la guerra en manos de compañías privadas de seguridad que han proliferado desde entonces. Estas, y las empresas que ellas subcontratan, consumen ahora más de la mitad del presupuesto nacional de Defensa. Es un modo de ocultar a la población el coste humano y financiero de las nuevas guerras.

Por eso, en 2019 desplegaban en Oriente Medio más de 53.000 efectivos de esas compañías, contratadas por empresas estadounidenses, mientras que el Pentágono solo tenía allí unos 35.000 "soldados propios". Además, desde que en 2001 se inició la intervención militar en la zona, han muerto en Oriente Medio unos 8000 combatientes privados, mil más que el total de bajas militares. Combatientes que en gran parte ni siquiera eran ciudadanos norteamericanos, lo que permitía "alejar" la guerra de las preocupaciones domésticas y evitar así las protestas públicas como ocurrió durante la guerra de Vietnam.

Todo lo anterior se refiere a la violencia estatal bélica, es decir la englobada en el ámbito de la Defensa nacional. Pero no es la única violencia a tener en cuenta. El llamado "Programa 1033" del Pentágono viene facilitando desde 1997 a los distintos cuerpos policiales el suministro de material militar "de surplus". Esto ha llevado a una militarización real de la policía, no solo con armamento de guerra y equipos militares sino también en las formas de actuar y, lo que es más peligroso, en la mentalidad. Esto se ha multiplicado desde que Trump accedió al poder, alcanzando un máximo en 2019.

Unos cuerpos policiales provistos de armas de guerra acaban adoptando inevitablemente la "cultura del guerrero" y considerando enemiga a la población que deberían proteger. Esto se considera también natural para un pueblo que, en gran parte, ha nacido embebido en el culto a las armas de fuego. Paradójicamente, la muerte de George Floyd se produjo ante las cámaras no usando armas de guerra sino por el primitivo procedimiento policial de aplastarle el cuello con una rodilla.

¿Quién o quiénes se benefician de todo lo anterior? La respuesta está clara: el complejo militar-industrial, que provee desde los drones que vigilan la frontera con México hasta los vehículos blindados que dispersan a los manifestantes pacíficos que protestan contra la violencia racial de la policía, como acaba de suceder.

La tercera rama de esta comercialización de la violencia la ocupa el sistema penitenciario. Unos 120.000 millones de dólares anuales cuesta mantener encerrados en prisión a unos dos millones de ciudadanos estadounidenses, la mayor población de reclusos de todo el mundo. Gran parte de ellos están confinados en prisiones privadas, un negocio seguro que crece al paso del tiempo, porque el ritmo de encarcelamiento nacional ha crecido un 700% desde 1972 debido, sobre todo, a la guerra contra el narcotráfico.

La reinserción social de los delincuentes pasa así a un último plano y el sistema carcelario se preocupa por generar beneficios económicos. El negocio de las prisiones quizá sea la máxima expresión del capitalismo salvaje que no deja de crecer.

Numerosas manifestaciones populares en EE.UU. han exhibido estos días el cartel Defund the Police! (¡No más dinero para la Policía!), porque para los dejados de lado por el sistema los fondos destinados a apoyar la violencia policial deberían aplicarse a los servicios sociales y las instituciones destinadas a proteger a los más débiles. Del mismo modo que invertir más en diplomacia, ayudas económicas e intercambios culturales internacionales serviría mejor que la guerra a los intereses generalizados de toda la humanidad, tanto en estos tiempos de pandemia sanitaria como para afrontar los problemas que en breve traerá consigo la crisis climática. Se avecinan nuevos modos de vida y habrá que estar dispuestos a afrontarlos.

Publicado en Repúiblica de las ideas el 9 de julio de 2020

 

Escrito por: alberto_piris.2020/07/09 19:06:4.279168 GMT+2
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2020/07/02 18:50:29.504235 GMT+2

'Destrumpificar' a EE.UU.

John Feffer, columnista habitual de Foreign Policy in Focus (un proyecto del Instituto para estudios políticos de Washington), publicó el pasado jueves un ensayo sobre la "destrumpificación" de EE.UU., que merece la pena poner al alcance de los lectores españoles.

Empieza suponiendo que Trump no es reelegido el próximo mes de noviembre y que decide no recurrir a los métodos de los dictadores que tanto admira, cancelando el proceso electoral, sea por el coronavirus o por otra causa. Feffer cree que entonces, aunque una mayoría de estadounidenses respirarían con alivio, no se debe suponer que Trump o, lo que es más importante, el "trumpismo" se vayan esfumar como una pesadilla al amanecer.

Muchas razones le fuerzan a creer que su legendaria base de seguidores, una tercera parte de la población, le apoyará firmemente. Seguirá contando con todo el aparato del poder a su servicio. También con el apoyo del núcleo duro de la sociedad civil conservadora: los megamillonarios que le financian; fundaciones patrióticas, iglesias evangélicas, asociaciones de policías y el amplio sector de supremacistas blancos fieles a su consigna de "ley y orden".

Todos ellos no son fieles creyentes en Trump pero se aprovechan de él en tanto que conserve el poder. Aunque su persona pudiera ser sustituible, hay que tener presente que lo que ahora llamamos "trumpismo" le precedió y le sucederá. Está fielmente enraizado en el alma estadounidense: el odio a los gobernantes y a los tecnócratas; las ansiedades sobre la raza y el sexo; la oposición a cualquier internacionalismo; y la perspectiva dominante de "nosotros primero" y "la culpa la tienen los extranjeros", aspectos que constituyen la base de la visión que Trump tiene sobre el mundo donde vive. Todo esto seguirá vivo después de las elecciones de este año.

Feffer teme que un resultado negativo en el proceso electoral podrá ser descartado por el trumpismo, aduciendo fraudes en la votación, ingerencias extranjeras (rusas o chinas) y otros pretextos. Pero aunque el proceso electoral concluyera normalmente, una insurrección popular no es descartable para Feffer: algunos de sus seguidores manifiestan estar armados "por lo que pudiera suceder". Un conato de guerra civil que, en todo caso, manifestaría una grave división no muy distinta a la que se reveló con la Guerra de Secesión.

Feffer no rehuye el meollo de la cuestión. Basándose en un paralelismo con la desnazificación que siguió al fin de la 2ª Guerra Mundial y con la erradicación del régimen de Sadam Husein, insiste en que la destrumpificación total de la política estadounidense necesita algunos pasos más.

El primero sería "desintoxicar" al Gobierno, lo que considera más fácil que en los dos casos anteriores, porque el "trumpismo solo ha sido la ideología gubernamental durante tres años", cosa que no ocurrió en la Alemania nazi ni en el Irak baasista. Después habría que depurar el sistema judicial, lo que parece algo más difícil, pues tanto Trump como la mayoría republicana del Senado han designado ya cerca de 200 jueces de carácter vitalicio, que harían difícil la destrucción del trumpismo.

Y donde Feffer riza el rizo es en la última fase del proceso que sugiere, pues se trataría de llevar ante el Tribunal Penal Internacional a Trump y a sus más estrechos colaboradores, por violaciones del Derecho internacional en la frontera con México, por el asesinato del general iraní Sulemaini y otras acciones similares.

El mismo autor reconoce la imposibilidad de llevar a efecto este último tramo de la destrumpificación. Termina su ensayo de este modo: "Incluso si Trump pierde las elecciones, la criatura política que él representa renacerá desde sus cenizas y con el tiempo volverá al poder (¿Presidente Tom Cotton? [El senador que propugna la intervención del ejército contra los manifestantes antirracistas] ¿¡Presidenta Ivanka!?). EE.UU. no podría sobrevivir a otra guerra civil, pero tampoco puede permitirse otra reconstrucción fallida [como la que se produjo tras la derrota de la Confederación en la Guerra de Secesión], una destrumpificación a medias y un regreso a la situación anterior".

Se avecinan días difíciles para EE.UU. y de cómo se resuelvan los variados y complejos problemas que hoy aquejan a la gran superpotencia transatlántica va a depender en gran medida el futuro de la humanidad.

Publicado en República de las ideas el 2 de julio de 2020

Escrito por: alberto_piris.2020/07/02 18:50:29.504235 GMT+2
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2020/06/25 19:11:8.932299 GMT+2

Disuasión nuclear en tiempos de pandemia

Aunque la atención del mundo está centrada en los efectos que el coronavirus está produciendo en la humanidad, tanto de tipo sanitario (enfermedad y muerte), como también económicos, sociales o políticos, hay un sector especializado en algunos países poseedores de armas nucleares, cuyas preocupaciones no llegan al conocimiento público y cuyos actos son obligadamente secretos.

Se trata de las organizaciones, instrumentos y personas que en ellos se responsabilizan de la llamada "disuasión nuclear". Tenemos un ejemplo próximo en el Reino Unido. En este país, poseedor de cuatro submarinos provistos de armas nucleares, los órganos de la Defensa están inquietos por los efectos que la Covid-19 pudiera tener sobre su operatividad. Desde hace medio siglo, uno de ellos está siempre de patrulla por las profundidades oceánicas y, como expresan los documentos oficiales, "es el pilar central de la planificación estratégica nuclear del Reino Unido".

La concentración humana en esos submarinos (unos 130 individuos que conviven estrechamente) no es precisamente una buena opción para mantener "distancias de seguridad"; el riesgo de que toda una tripulación pudiera infectarse no es imposible. Los teóricos de la disuasión nuclear aducen los "altos niveles de actividad" de la Armada Rusa en el Mar del Norte y el Canal de la Mancha y temen que la pandemia podría inducir a Moscú a "aprovechar la ventaja de una debilidad temporal del Reino Unido, socavando la credibilidad y solidez de la postura nuclear británica, lo que dañaría la reputación del país como potencia militar de primer orden". Como el lector puede observar, no todos tienen análogas preocupaciones ante el virus SARS-CoV-2 que a todos nos afecta.

Un investigador del Instituto para el desarme de la ONU (UNIDIR) advierte sobre los riesgos que la pandemia ha revelado respecto a los instrumentos, políticas y personal requeridos para mantener al día y plenamente operativo un sistema de disuasión nuclear como el de las grandes potencias. Pone de relieve que destacadas figuras militares de EE.UU., Francia y Reino Unido han hecho recientemente hincapié en que sus sistemas de disuasión nuclear siguen activos. Sin embargo, dado el precedente de incidentes graves producidos durante la Guerra Fría (explosiones de misiles, colisiones aéreas e incluso la pérdida de armas nucleares), si los efectos de la Covid-19 se prolongan en el tiempo el riesgo de que se repitan aumenta peligrosamente, dadas las limitaciones que la lucha contra la pandemia impone en varios aspectos operativos.

Sigue existiendo la posibilidad de evaluaciones indebidas sobre las amenazas o la interpretación errónea de actividades ajenas, y más que nunca son necesarios los dispositivos que permitan avisar a un supuesto enemigo de cualquier error humano o material que pudiera desencadenar lo irremediable.

Se alzan voces exigiendo que el ingente gasto que supone la constante modernización de los instrumentos nucleares de disuasión revierta en beneficio de otras actividades. No ya solo las de tipo sanitario o económico-social para ayudar a los más necesitados, sino también para redoblar los esfuerzos necesarios a fin de alcanzar tratados internacionales para reducir o suprimir esas armas. Además de advertir que existen amenazas más perentorias en otros campos, como el de las acciones de guerra cibernética, que representan un riesgo más probable para la seguridad nacional que un ataque armado.

Más que nunca, y sobre todo en las potencias nucleares que sostienen el irracional entramado de la disuasión nuclear ("yo me defiendo amenazando con destruir el mundo si alguien me ataca"), merece también la pena recordar las palabras del viejo general Eisenhower: "Cada cañón que se fabrica, cada acorazado que se bota, cada misil que se dispara significan, en último término, un robo a esos que pasan hambre y no pueden comer, a los que tienen frío y no pueden abrigarse. Este mundo armado no está solo despilfarrando dinero; está despilfarrando el sudor de sus trabajadores, el genio de sus científicos y las esperanzas de sus niños".

La Covid-19 ha mostrado que somos una sola familia humana, entrelazada sobre el planeta, y solo unidos nos salvaremos. Habrá que poner todos los medios posibles para que desaparezca para siempre el peligro de un holocausto nuclear que sería la última pandemia humana de la que ninguna vacuna nos salvaría.

Publicado en República de las ideas el 25 de junio de 2020

Escrito por: alberto_piris.2020/06/25 19:11:8.932299 GMT+2
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2020/06/18 17:03:1.623980 GMT+2

Los pasados no resueltos

Para el periodista, escritor y comentarista irlandés Fintan O'Toole, gran parte de la agravación de los conflictos que estos días afectan a EE.UU. se debe a la "superabundancia de un pasado sin resolver" (superabundance of the unresolved past), que ahora está aflorando en la vida política del país.

Es un concepto parecido a la conocida frase, atribuida a Churchill, de que "los Balcanes producen más Historia de la que pueden consumir", cuando se refería a las complicaciones geopolíticas que surgían en el Este europeo tras la 2ª Guerra Mundial.

Ese pasado sin resolver que, según O'Toole, daña hoy a EE.UU. está estrechamente relacionado con el resultado de la guerra civil (Guerra de Secesión), que estalló a causa de que buena parte de la economía nacional estaba basada en el sistema esclavista. Precisamente estos días se discute sobre la permanencia de las estatuas conmemorativas y otros signos que enaltecen al bando derrotado en aquella guerra, cuyo resultado nunca fue plenamente aceptado por los perdedores.

Pero ha habido otras guerras, cuyas consecuencias también fueron asimiladas de modo muy distinto por una parte sustancial de la población (como la de Vietnam o la actual guerra antiterrorista), cuyos efectos se combinan para formar una atmósfera que hace irrespirable el ambiente político nacional ante ciertas cuestiones.

Para O'Toole, el eje de la política de Trump consiste en ignorar la Historia o modificarla a su medida. Según los que le tratan de cerca, el presidente está obsesionado con una seudohistoria que existió sólo "como preludio a su propia grandeza". Con frecuencia alude a hechos recientes de su país calificándolos como "los mayores de la Historia". Y no vacila en afirmar que su Gobierno "ha hecho por la comunidad negra más que cualquier otro presidente desde Abraham Lincoln".

Es esa Historia "excesiva" -escribe el autor-, consecuencia de la esclavitud, de las guerras y conflictos que han afectado a varias presidencias y de la permanente amenaza que ahora supone el terrorismo, la que está abriendo camino a una "autorización para dejar de lado los derechos legales y democráticos", lo que está agravando notablemente la resolución de los problemas que hoy aquejan a EE.UU.

Para el autor, solo hay dos soluciones. Una es la represión, ahogando otra vez los problemas que ahora están saliendo a la luz, aunque para hacerlo haya que desmontar la democracia; esto no preocupa especialmente a Trump, capaz de pedir al Ejército que reprima con violencia las legítimas manifestaciones populares que la Constitución autoriza.

La otra solución sería "la oleada de un cambio transformador", para salir del actual estado de "semidemocracia", en el que coexisten los ideales de igualdad, responsabilidad política e imperio de la Ley con una práctica política que muy a menudo los ignora. Dicho brevemente: o se pone fin a la apariencia de democracia y triunfa el autoritarismo o se hacen realidad las aspiraciones democráticas con las que se fundó la nación. Según O'Toole, "o se afronta ese pasado no resuelto o ese pasado destruirá la República americana".

No crea el lector que este asunto es específico de EE.UU., contemplado con superioridad desde la vieja Europa donde nació la democracia. Sin ir más lejos, la Historia de España arrastra también algunos pasados no resueltos que siguen emponzoñando nuestra vida política. Lo que para EE.UU. ha supuesto su pasado esclavista, la injusta guerra de Vietnam o la perturbadora guerra contra el terror, para nuestra patria son los problemas heredados a partir de un pasado en el que se gestionó descuidadamente la descomposición del viejo imperio, se perdió el tren de la Ilustración y la modernidad mientras se cultivaba el mito del héroe caballeresco (que "envuelto en sus andrajos, desprecia lo que ignora") y no se supo establecer una apropiada articulación política y territorial para los distintos pueblos de la vieja Iberia.

Esperemos que esos "pasados no resueltos" que ensombrecen nuestra Historia no nos hagan más difícil derrotar a la pandemia que estos días nos aflige y afrontar la emergencia climática que ya asoma por el horizonte.

Publicado en República de las ideas el 18 de junio de 2020

Escrito por: alberto_piris.2020/06/18 17:03:1.623980 GMT+2
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2020/06/11 19:05:24.953436 GMT+2

¿Un Nobel para Trump?

Como ya he tenido ocasión de comentar en anteriores ocasiones, la política exterior de Trump induce a EE.UU. a abandonar los tratados o acuerdos internacionales que no se corresponden con su idea de America first!

Tras renunciar hace unos días al "Tratado de cielos abiertos", que permite vuelos de inspección sobre los países firmantes, a fin de mejorar la confianza recíproca respecto a las actividades militares de los demás miembros, EE.UU. ahora solo es signatario del "Tratado START III", firmado en 2010 entre los presidentes Obama y Medvédev, que limita a 1550 el número de ojivas nucleares en posesión de cada país y a 800 los misiles estratégicos en reserva.

Cuando todo parecía indicar que continuaría esta tendencia, recientemente se ha anunciado desde Washington su disposición a reanudar contactos con Rusia para alcanzar un acuerdo nuclear. Fuentes oficiales informan de la preocupación de Trump por el peligro existencial que supone una guerra nuclear y alaban su íntimo deseo de poder capitanear un acuerdo global y definitivo que salve al planeta de un posible holocausto y, de paso, le haga ganar el premio Nobel de la Paz.

El enviado especial para esta cuestión, habituado a los usos de la Casa Blanca (para evitar el riesgo de ser cesado a través de un tuit), afirmó encomiásticamente: "El presidente tiene una larga y exitosa carrera como negociador; es un maestro de la persuasión". Designado para este trabajo aunque carece de experiencia en los asuntos de control de armas, aseguró que, a pesar de todo, si hubiera una nueva carrera de armamentos EE.UU. la ganaría: "Nosotros sabemos cómo ganar estas carreras y cómo agotar al adversario", añadió, aludiendo a cómo se desintegró la Unión Soviética por intentar emular a EE.UU. en su alocada carrera de armamentos. Esta bravata, sin embargo, no parece sustentarse en la realidad, cuando sobre EE.UU. pesa una deuda de 7 billones (millones de millones) de dólares, de los que un billón corresponde a China.

En toda su trayectoria como presidente, Trump no ha sido capaz de negociar ningún tratado de control de armamento, ni cuando se reunió con el líder norcoreano, a pesar de la amplia difusión que los medios que le apoyan dieron a sus encuentros en Singapur y en la zona desmilitarizada de Corea. Kim Jong-un ha seguido impasible con su programa nuclear.

Y a la vez que Trump alardea de su empeño para limitar el armamento nuclear mundial, no vacila en presumir de la potencia de "su botón nuclear", como hizo a mediados de mayo al desvelar la existencia de un misil extraordinario (super-duper) que es 17 veces más rápido que los de sus adversarios y que "forma parte de un increíble arsenal de un nivel que nadie ha visto jamás". Y afirmó con su peculiar vocabulario: "Diecisiete veces más rápido, si puede creerse, General. Es algo bueno ¿verdad? Diecisiete veces más rápido que lo que tenemos ahora. El más rápido del mundo en casi tres veces"; y como es habitual en él se enredó con los números, ya que el supuesto misil ultramoderno vuela a 20 veces la velocidad del sonido.

Ante declaraciones tan divergentes como acostumbra a difundir espontáneamente el inquilino de la Casa Blanca, los miembros de su gabinete no logran transmitir (y, quizá, tampoco entender) cuál es la política del presidente en relación con el control de las armas nucleares.

Trump se empeña en que China también firme los acuerdos que espera alcanzar con Rusia, a lo que Pekín se niega en redondo aduciendo que entre EE.UU. y Rusia suman el 90% del poder nuclear mundial. Con más de 1500 armas nucleares desplegadas por cada una de ambas potencias, en disposición de ser utilizadas, China solo posee algo más de tres centenares, que ni siquiera están desplegadas sino almacenadas en depósitos.

Que a Trump le de ahora por enredar en el complejo mundo de la limitación de armamentos nucleares causa escalofríos en algunas organizaciones especializadas, como el movimiento Global Zero, que declara: "El actual Gobierno de EE.UU. está torpemente avanzando hacia un caos nuclear que puede traer consecuencias desastrosas".

Pero ¿quien frena a un Trump, narcisista y ególatra, que ahora incluso sueña con ser galardonado con un Nobel?

Publicado en República de las ideas el 11 de junio de 2020

Escrito por: alberto_piris.2020/06/11 19:05:24.953436 GMT+2
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2020/06/04 18:30:7.247008 GMT+2

Rivalidades especiales y espaciales

Mientras que por el aire del hemiciclo del Congreso de los Diputados saltaban insultos, descalificaciones e imprecaciones que contaminaban el ambiente, a causa de las "especiales" rivalidades entre los representantes de la soberanía española, el aire en otras partes de la atmósfera terrestre era surcado grácilmente por una nave "espacial" de una empresa privada estadounidense (SpaceX), que abría caminos inéditos y establecía nuevas fronteras.

La cápsula Dragon, una lanzadera reutilizable, ha roto el largo monopolio que venía manteniendo Rusia para enviar tripulantes a la Estación Espacial Internacional (EEI), utilizando sus famosas naves Soyuz desde que en 2011 se canceló el programa de la NASA con sus cohetes lanzadera (shuttle). Desde entonces, los astronautas de cualquier nacionalidad que iban a visitar la EEI tenían que pasar por la Ciudad de las Estrellas, en las afueras de Moscú, donde se familiarizaban con el idioma ruso antes de despegar desde la base de Baikonur, en Kazajistán.

De ese modo, Rusia ejercía gran influencia en todo lo relacionado con la Estación Espacial, además de embolsarse los cerca de 80 millones de dólares que la NASA pagaba por cada plaza en las Soyuz, cuya fabricación quedaba así asegurada.

Un miembro de la Academia Espacial Tsiolkovsky de Moscú, declaró que si SpaceX empieza a lanzar a todos los astronautas americanos "la agencia espacial rusa Roscosmos perderá cada año más de 200 millones de dólares, en un presupuesto de unos 2000 millones".

Así que, como es natural, la "rivalidad espacial" entre Rusia y EE.UU. se centra también en el dinero. El creativo y ambicioso empresario estadounidense Elon Musk, el creador de SpaceX, ha contraatacado rebajando el precio de sus plazas a 60 millones. Los rusos han replicado denunciando que la empresa de Musk "ahorra gastos porque utiliza motores baratos y fabrica por sí misma todas las piezas".

Esta rivalidad espacial no solo se circunscribe a Rusia y EE.UU. La participación en el total de viajes espaciales ha disminuido para Rusia, porque tanto SpaceX como China, que es ahora el segundo país en número de lanzamientos, surgen como rivales directos.

Desde la citada Academia Espacial rusa se considera que el nuevo lanzamiento de EE.UU. es una llamada de atención para la industria espacial rusa: "Antes éramos los únicos que enviábamos tripulantes a la EEI. Ahora se nos han abierto los ojos". Se acusa a la industria de falta de innovación, pues se ha limitado a modificar ligeramente la tecnología de la época soviética, sin introducir mejoras importantes.

Algunos acusan a Putin de orientar la industria espacial más hacia aplicaciones militares (proyectiles hipersónicos) que a la exploración del espacio. Y se alzan voces pidiendo mayor cooperación internacional en los programas espaciales, sin olvidar una posible misión tripulada a Marte, que impulsaría nuevos e importantes desarrollos. Sin embargo, su coste sería tan elevado que se requeriría la participación de los tres rivales espaciales, cosa difícil de lograr porque el Congreso de EE.UU. veta cualquier cooperación espacial con China.

Y aquí surge de nuevo la desbordada imaginación del magnate estadounidense que se propone bombardear Marte con armas nucleares, para fundir sus casquetes polares y mejorar las condiciones de habitabilidad del planeta para los futuros exploradores humanos. Esto ha escandalizado a los científicos rusos y ha generado nuevos motivos de rivalidad espacial entre ambos países.

En fin, si ampliamos el objetivo de nuestros intereses más allá de lo que se debate en el tan televisado hemiciclo madrileño, observamos nuevas perspectivas que siguen abriendo caminos a la mente humana, aunque sus objetivos sea todavía confusos. Y aunque ignoren que, aparte de la pandemia que nos aqueja, será la emergencia climática y no la exploración del espacio la principal preocupación de las generaciones futuras.

Publicado en República de las ideas el 4 de junio de 2020

Escrito por: alberto_piris.2020/06/04 18:30:7.247008 GMT+2
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2020/05/28 18:56:24.452692 GMT+2

Aspectos militares de la pandemia

Hace unos días, un antiguo profesor de Historia en la Academia Militar de West Point, ahora en situación de retiro y colaborador en diversos medios de EE.UU., en un análisis de lo que podrían ser las fuerzas armadas de su país tras la Covid-19, escribía lo siguiente:

"Esta es la honda y trágica paradoja de todo lo anterior. Como el coronavirus debería habérnoslo recordado, las verdaderas amenazas existenciales para EE.UU. (y para la humanidad) -pandemias sanitarias, un posible apocalipsis nuclear y el cambio climático- son inmunes a los instrumentos militares de Washington. Buques de guerra, brigadas de infantería o acorazadas, equipos de comandos... nada pueden hacer ante los virus mortíferos, la subida de las mareas o la radiación nuclear. Por eso, la proliferación de carros de combate o de portaaviones (verdaderos caldos de cultivo para cualquier virus cercano) y las ingentes finanzas del Pentágono (más necesarias en otras partes) serán, en el futuro, monumentos a la era del desengaño americano".

No obstante tan pesimista perspectiva, la OTAN sigue en sus trece y el Secretario General aludió al impacto económico de la pandemia en una videoconferencia en marzo pasado, insistiendo en su mantra: "Espero que los aliados sigan comprometidos en invertir más en seguridad" (hasta alcanzar el 2% del PNB). Parecía ignorar el reto que ya entonces suponía la propagación de la Covid-19.

Conviene recordar a la OTAN que el panorama internacional ha cambiado mucho y hay que tener en cuenta varios aspectos imprescindibles. Es forzoso suponer que los presupuestos de defensa se reducirán en todo el mundo, puesto que se anticipa un descenso del 5 al 10% en el PNB global. El Cuartel General de la OTAN en Bruselas va a tener que enzarzarse en serias discusiones en los próximos años si continúa con sus viejos planteamientos a estilo "guerra fría".

Por otro lado, la "unidad y cohesión" internas de la OTAN, tan frecuentemente aludidas y ensalzadas, se van a ver en peligro. Ya antes de la pandemia existían motivos de desacuerdo (como la intervención turca en Siria o las amenazas procedentes de África) y ahora se anticipa la rivalidad entre los Estados por obtener fondos que ayuden a la recuperación económica de la UE tras la pandemia. La política hacia China o hacia Rusia y la errática posición de Trump en sus relaciones internacionales van a hacer difícil que la OTAN pueda establecer objetivos claros y bien definidos que satisfagan a todos sus socios.

Un tercer aspecto es cómo va a afectar la pandemia a la operatividad de las fuerzas armadas. Varias maniobras previstas hubieron de ser suspendidas o aplazadas, a la vez que algunos países europeos tenían que recurrir a sus ejércitos para afrontar la emergencia sanitaria.

No menos importante es el desapego que se advierte entre los aliados de ambas orillas atlánticas. Trump no oculta cuales son sus objetivos personales y nacionales. Nada más lejano para él que consolidar una alianza transatlántica que combata la pandemia y ayude a los países más afectados. Sus inmediatas aspiraciones electorales empañan el resto del problema.

Y desde nuestra perspectiva mediterránea, el último aspecto a considerar sería la peculiaridad del flanco meridional otánico, desde donde acechan el terrorismo, las migraciones y las incertidumbres políticas internas que se extienden por el norte de África hasta el Próximo Oriente.

Lejos de aquel alto el fuego universal con el que el Secretario General de Naciones Unidas pretendía lograr un esfuerzo mundial para afrontar la Covid-19, si ésta es vencida o neutralizada las guerras "post-Covid" serán objeto de estudio posterior como lo han sido todas las guerras que han acompañado a la humanidad desde el inicio de los tiempos. Y traerán novedades de mucho calado.

Publicado en República de las ideas el 28 de mayo de 2020

Escrito por: alberto_piris.2020/05/28 18:56:24.452692 GMT+2
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2020/05/21 17:09:6.754046 GMT+2

Religión... ciencia... política...

Visité en mi juventud, allá por los años cuarenta del pasado siglo, un pueblecito navarro donde se guardaba una original tradición. Si la "pertinaz" sequía amenazaba con arruinar las cosechas, se bajaba en procesión la estatua del santo patrón desde su altar hasta el seco cauce del riachuelo que contorneaba el pueblo y regaba sus tierras. Y allí se la dejaba abandonada bajo el puente, hasta que lloviese o hasta que el río trajera agua desde la montaña.

Era un asunto de pura ortodoxia religiosa. Todo santo patrón es, por definición, el intercesor entre la divinidad que envía la lluvia y el pueblo que la necesita; si no cumple bien su misión, merece ser advertido de su ineficacia para atender las súplicas de sus devotos.

Dios era allí el responsable de enviar la lluvia; pero también se le ha venido atribuyendo la capacidad de castigar el mal comportamiento de sus fieles con epidemias, terremotos, plagas de langosta, rayos y otros fenómenos naturales. Cuando a mediados del siglo XVIII Benjamin Franklin inventó el pararrayos, el clero lo condenó como un intento impío de frustrar la voluntad divina, privándola de la posibilidad de lanzar todos los rayos que deseara. Los viejos artilleros recordamos la leyenda del rayo que fulminó a Dióscoro por haber asesinado a su hija, Santa Bárbara, patrona de artilleros y gentes de la minería.

La pandemia de la Covid-19 ha dado definitivamente al traste con esas viejas mitologías. Hasta las jerarquías eclesiásticas aceptan hoy las limitaciones que la ciencia sanitaria les impone para celebrar actos de culto religioso sin riesgo de propagar la infección. Los fenómenos naturales ya solo son abordados desde las ciencias y no desde las religiones. Las casullas, sotanas, velas e incensarios con los que antaño se acudía a aplacar a las divinidades irritadas han dado paso a las batas de los médicos y del personal sanitario, a los complejos aparatos que ayudan a sostener la vida de los pacientes en las UCI y, en general, a la ciencia que desarrolla con ese fin todos sus recursos.

Una ciencia que, al contrario de las rigideces teológicas, nunca tiene certezas sino que se mueve por aproximaciones reales a los fenómenos físicos. Toda ciencia evoluciona al compás de los nuevos descubrimientos, acercándose así en lo posible a la realidad de los hechos que pretende abordar y eludiendo entelequias metafísicas.

Esto no impide que siga activo el mecanismo de defensa que son las religiones ante el hecho ineludible de la muerte y que cada persona busque por su propios medios el alivio a la angustia de la "finitud" humana, por usar la expresión tan querida por el "viejo profesor" (Enrique Tierno Galván).

Cuando se trata, pues, de vencer la amenaza mortal de una pandemia, corresponde al individuo manejar sus inquietudes íntimas del modo personal que mejor le satisfaga y al Estado financiar la ciencia que se desarrolla en las escuelas de medicina y en los laboratorios farmacéuticos.

Lo que ya en todo punto resulta irracional es recurrir al activismo político para afrontar la amenaza que supone el SARS-CoV-2, como está ocurriendo estos días en España. Las manifestaciones callejeras impulsadas por los partidos de extrema derecha, ondeando banderas y profiriendo insultos contra los gobernantes legítimamente investidos, es el peor modo de afrontar el peligro que supone hoy la pandemia que nos amenaza.

El director del Instituto de Virología de Berlín, al ser preguntado por qué Angela Merkel ha sido alabada por su capacidad de liderazgo durante la crisis, respondió así: "Está muy informada. Ayuda mucho que ella sea científica y sepa manejar los datos". Y añadió a continuación: "Quizá una de las características más destacadas de un buen líder es que no esté utilizando la situación actual como una oportunidad política" [Cursivas de A.P.]

La áspera y bronca pugna política que desconcierta hoy a muchos españoles, entre una oposición que trata sobre todo de derribar al Gobierno y un Gobierno que para tomar decisiones tiene que basarse en los siempre variables parámetros de una ciencia que pisa terrenos desconocidos, es lo que parece impedir que la crisis del coronavirus se resuelva en España con un doble éxito: vencer la pandemia reduciendo su mortalidad y unir a los conciudadanos en un objetivo común: salvar las vidas de nuestros compatriotas. Objetivo que debería sobrepasar cualquier enfrentamiento partidista.

Publicado en República de las ideas el 21 de mayo de 2020

Escrito por: alberto_piris.2020/05/21 17:09:6.754046 GMT+2
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2020/05/07 17:33:44.928140 GMT+2

Releyendo a San Mateo

Los niños educados en el nacionalcatolicismo franquista de los años cuarenta no solíamos tener acceso directo a la Biblia, considerada un texto peligroso. Para encontrar una explicación a esto, habrían de pasar muchos años hasta poder leer las andanzas de "Don Jorgito el Inglés", relatadas por George Borrow (La Biblia en España), que teñían a los textos bíblicos con un marcado matiz protestante. En España, por el contrario, estudiábamos en la "Historia Sagrada" unas edulcoradas versiones de los mitos bíblicos. Solo a los jóvenes "más preparados" se nos permitía leer biblias "expurgadas" y "con anotaciones" (perdone el lector la profusión de comillas).

Recuerdo con claridad la extraña sensación que tuve al leer por vez primera que Jesucristo, al explicar a sus discípulos por qué hablaba en parábolas para exponer los misterios del reino de los cielos, les dijo: "Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra; pero al que no tiene, aun aquello que tiene se le quitará". La sensación de tan insultante injusticia quedó grabada en mis neuronas pensando, claro está, que era yo el que no estaba suficientemente formado para entenderlo.

Años después, fui descubriendo la obscena realidad de la frase, porque fue exactamente eso lo que ocurrió tras la crisis financiera mundial de 2008. Aquella donde unos bandoleros sin escrúpulos destrozaron en su provecho el sistema financiero. Para salir de ella, la justicia internacional no procesó a los delincuentes bancarios ni los encarceló. Tampoco se les exigió devolver las sustanciosas propinas (bonus) que solían cobrar por ser brillantes gestores. Muchos de ellos se enriquecieron después, comprando barato lo que habían contribuido a deteriorar.

Los Gobiernos solo se preocuparon por evitar el colapso del sistema bancario, el circuito sanguíneo de la civilización capitalista. Así que fueron los ciudadanos contribuyentes a las arcas de los Estados los que con sus recursos ayudaron a rescatar a los ricos, a costa de tener que padecer después años de sueldos reducidos, alto desempleo, servicios sociales recortados y un deterioro general del Estado del bienestar. Los ricos se hicieron más ricos y los pobres, más pobres, siguiendo al pie de la letra el texto del evangelista S. Mateo. Curiosa fórmula financiera.

A consecuencia de la citada crisis se extendió una grave desconfianza hacia un sistema democrático que permitía tanta injusticia. Nacieron los populismos, del mismo modo que tras la crisis financiera de los años treinta del pasado siglo habían surgido los fascismos.

Ahora no son los buitres financieros los que amenazan al mundo, sino un virus agresivo y todavía no dominado. Pero los peligros que acechan a la democracia no son muy distintos a los de las anteriores crisis. Hay que evitar a toda costa que el miedo que acompaña a toda crisis llegue a dominar a los pueblos hasta el punto de aceptar los multiplicados bulos que deterioran el sistema democrático, tanto en EE.UU. como en Europa y en España.

Y la flagrante injusticia pseudoevangélica de dar más a quien más tiene y quitárselo todo al que apenas posee nada habrá de ser superada reforzando los vínculos sociales de los pueblos y la capacidad de los Estados democráticos para reducir las crecientes desigualdades socioeconómicas. Además, habrá que imbuir en la educación de los jóvenes la idea de que el bienestar de cada uno depende en último término del bienestar de todos los demás. Eso es algo que también enseña la ecología.

Y así tendremos que seguir hasta que la amenazadora emergencia climática, que ya se cierne sobre la humanidad, vuelva a poner sobre el tapete la necesidad de combatirla dentro de los parámetros de la imprescindible justicia social.

Publicado en República de las ideas el 7 de mayo de 2020

Escrito por: alberto_piris.2020/05/07 17:33:44.928140 GMT+2
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