2020/12/03 17:58:54.823781 GMT+1
La llamada guerra psicológica acompaña a los enfrentamientos humanos desde los más remotos orígenes. Está constituida por todas las acciones que, sin implicar violencia física ni causar víctimas, contribuyen a debilitar moralmente al adversario, confundiéndolo o desconcertándolo. Eso buscaban tanto las pinturas faciales o los penachos de algunos pueblos primitivos, como los altos morriones de los soldados napoleónicos (los que llevaban en la mochila el bastón de mariscal) o incluso los exagerados aspavientos con que los jugadores neozelandeses de rugby se calientan antes de cada encuentro.
A principios de 1941 la prensa alemana anunciaba en exultantes titulares que ese año sería "el año de la victoria final", según dictaba la Orden del Führer para las Fuerzas Armadas. A partir de junio, los ejércitos hitlerianos avanzaron espectacularmente y penetraron profundamente en el territorio soviético. Se daba por hecho que antes de concluir el año la URSS habría sido derrotada.
Pero el invierno ruso es implacable y, aunque los alemanes llegaron cerca de Moscú, a principios de diciembre el avance quedó frenado y exhausto y el ejército alemán se replegó a sus posiciones de invierno. Entonces entró en acción la guerra psicológica.
Durante todo el mes de diciembre, casi medio millón de octavillas imitando hojas de roble (véase la figura) fueron lanzadas por la aviación soviética sobre las tropas de Hitler. En todas ellas, además de una copia del triunfal fragmento de la prensa alemana arriba citado, dos frases en alemán contenían la bomba psicológica: "En Rusia, las hojas caídas cubren a los soldados caídos" "Y la nieve cubre las hojas que han cubierto a los soldados caídos".
No es difícil suponer el efecto desmoralizador de esas octavillas sobre unos ejércitos tan convencidos de su fulgurante éxito que estaban mal preparados para soportar el frío invernal, la tenaz resistencia presentada por el enemigo y un embarrado campo de operaciones en el que se asfixió la poderosa máquina militar germana.
Ahora, casi 80 años después, damos un salto en el tiempo y pongo a la consideración del lector lo que podría ser el equivalente actual de aquellas hojas de roble que cayeron sobre los soldados nazis: los innumerables tuits de Trump (más de 46.000 desde 2009). Los ha hecho llover a raudales sobre el pueblo estadounidense, sometiendo a gran parte de la población a una especie de lavado de cerebro que -hay que reconocerlo- le ha proporcionado el mayor número de votantes jamás obtenido por ningún anterior presidente en ejercicio.
Por muchos análisis que puedan elaborarse sobre los motivos que han llevado a casi 73 millones de ciudadanos a desear la continuidad del actual presidente, hay que reconocer su eficacia en el manejo de la guerra psicológica, acertando con unos mensajes orientados específicamente a los grupos de personas sobre los que más efecto habrían de producir.
Las redes sociales han venido para quedarse y, si no surge alguna revolución tecnológica que modifique radicalmente su modo de funcionar, van a formar parte indispensable de esas guerras psicológicas que siempre han marchado paralelamente a las otras, las que producen destrucción, sangre y víctimas.
Y son esas redes las que más daño pueden hacer al normal funcionamiento de las instituciones democráticas cuando en ellas la verdad y la mentira pueden desdibujarse sistemáticamente.
Publicado en República de las ideas el 3 de diciembre de 2020
Escrito por: alberto_piris.2020/12/03 17:58:54.823781 GMT+1
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2020/11/26 18:11:21.284336 GMT+1
Tras el resultado de las elecciones estadounidenses, parece necesario preguntarse cuál será la postura que adopte el nuevo equipo que va a dirigir a la primera potencia militar del mundo, dada la inveterada tradición nacional de imponer la voluntad por la fuerza de las armas en defensa de sus intereses. El "caso Afganistán" parece sintomático a estos efectos.
Aunque en su campaña electoral Trump prometió "terminar con las guerras interminables", en realidad no ha hecho mucho por cumplir su promesa. Con su desdén por los detalles, nunca supo cuántos soldados estaban realmente desplegados en los países implicados en esas guerras: Siria, Afganistán, Somalia o Irak. Además, como filtró uno de los políticos implicados en la guerra de Siria, "Nosotros siempre estábamos trampeando para que en las altas esferas no se supiera cuántas tropas teníamos allí".
Pero ahora parece que algo va a cambiar en Afganistán, el sufrido país que lleva 20 años en guerra. Para las pocas semanas que le quedan al mando, Trump ha elegido a un nuevo Secretario de Defensa, quien enseguida publicó una carta dirigida a sus soldados que decía: "No somos un pueblo de guerras perpetuas". Consideraba éstas como "la antítesis de todo lo que defendemos y por lo que nuestros antepasados lucharon". Afirmaba que "todas las guerras deben terminar" y que no por multiplicar el esfuerzo bélico el resultado sería mejor. Y concluía: "Es la hora de volver a casa".
No parece que los "generales de Trump" estén por la labor. Ni tampoco Biden, quien ha hablado en dos sentidos opuestos: por un lado, insiste en terminar las "guerras eternas" y, por otra parte, promete mantener tropas estadounidenses en Afganistán para "combatir a los grupos terroristas que van a continuar surgiendo".
Estas ideas son apoyadas por el estamento militar, los responsables de la política exterior y los más agresivos medios de comunicación, conscientes de que el prestigio de EE.UU. en el mundo, ya menguado antes de que Trump llegase al poder, ha sufrido mucho durante su mandato.
La política de EE.UU. en el Medio Oriente se ha basado en dos premisas: 1) los supuestos intereses vitales en esta región (incluso en las más remotas zonas de Afganistán), y 2) que el mejor modo de preservarlos es mediante la fuerza militar. Ambas han demostrado ser erróneas. Y la nación ha dilapidado en este empeño vidas humanas, recursos financieros y capacidad de atracción y persuasión.
Tras unos años tan penosos, abandonar Afganistán traerá también otras consecuencias, porque las políticas que tengan éxito en ese país también podrán aplicarse en otros, como Iraq, Siria o Somalia. Comparando esta situación con el ya histórico caso de Vietnam, algunos alertan de que EE.UU. no podría soportar otra humillación como aquella deshonrosa huida de Saigón en 1975. Frente a esto conviene recordar que el fracaso no fue abandonar precipitadamente Vietnam sino aspirar a que el ejército de EE.UU. fuera el que tenía que decidir el destino del pueblo vietnamita, en lo que se empeñaron los presidentes estadounidenses.
Que también hayan sido los sucesivos presidentes de EE.UU. los que desde 2001 se implicaron en una cruzada para reformar extensas zonas del mundo islámico hace pensar que esas "guerras interminables" habrán de tener un fin. Si algo ha aprendido la nación norteamericana desde Vietnam es que para concluir una guerra es necesario abandonar el teatro de operaciones. No sabemos todavía qué decisión adoptará el equipo saliente en los días que le quedan, aunque Trump ha manifestado su deseo de abandonar Afganistán antes de fin de año y "a poder ser, para Navidad". De ese modo, podría salir de la Casa Blanca anunciando que, al menos, había concluido una de "las guerras interminables", cumpliendo su promesa electoral.
Publicado en República de las ideas el 26 de noviembre de 2020
Escrito por: alberto_piris.2020/11/26 18:11:21.284336 GMT+1
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2020/11/19 18:13:40.413265 GMT+1
La humanidad afronta dos graves problemas que solo pueden abordarse desde una perspectiva global. Los Estados, por separado, muy poco o nada podrían hacer para resolverlos. Es evidente para cualquier lector de estas líneas que el más acuciante hoy es el causado por la propagación pandémica de la Covid-19, que tanto está transformando nuestros modos de vivir.
Menos visible es el segundo, quizá debido a la perturbación general producto de la pandemia: se trata de la acelerada emergencia climática que va a transformar nuestro hábitat, de modo muy negativo y en plazos perentorios, si no se toman a su debido tiempo las medidas oportunas.
Ambos problemas crean un dilema: los planes de recuperación económica tras la depresión causada por la Covid-19 pueden poner en peligro los proyectos para hacer frente a la emergencia climática: el desarrollo de energías renovables, los vehículos eléctricos o una mejor eficiencia energética. Esto es así porque en muchos países, para acelerar la ansiada recuperación, se está reavivando el uso de los combustibles fósiles y reduciendo los recursos dedicados a proteger el medio ambiente.
Vivid Economics es una consultora internacional sobre estrategias de economía, que ha analizado qué parte de los recursos de reconstrucción se dedica en cada país a programas que tengan un positivo impacto ecológico.
Su director ejecutivo opina que "el medio ambiente y el cambio climático no han estado en el centro de los planes de recuperación [económica tras la pandemia]". El resultado del último informe publicado muestra, como se ve en la figura adjunta, que solo cuatro Estados y la Unión Europea han adoptado planes que tienen un efecto positivo frente la emergencia climática.
Sepa ahora el lector que esos países son: Francia, España, Reino Unido y Alemania, en orden decreciente. A ellos se uniría EE.UU. si se activasen los planes previstos por Biden.
Por el contrario, en dieciocho de las mayores economías mundiales los planes de recuperación tienen características negativas para afrontar la emergencia climática. En China, solo el 0,3% de su plan se refiere a proyectos "verdes"; en EE.UU., apenas supera el 1%. En otros países los efectos positivos se ven menguados por los negativos: Canadá dedica recursos al aislamiento de viviendas, energías limpias y transportes ecológicos, pero concede rebajas fiscales a los combustibles fósiles. India aplica recursos a la economía sostenible, pero fomenta la extracción de carbón mineral.
Aún más: existen Gobiernos que se sirven de esos planes de recuperación económica para anular o minimizar la legislación climática y fomentar las industrias extractivas de combustibles fósiles, como sucedía hasta ahora en EE.UU. (¿cambiará con Biden esta política?), así como en Arabia Saudí, Australia, Brasil, Indonesia, México, Rusia, Sudáfrica y otros.
La mayor parte de los 12 billones de dólares que el mundo va a dedicar a la recuperación económica tras los efectos de la Covid-19 se ha destinado a aumentar la liquidez, sostener los salarios y evitar la quiebra de las empresas. En esos programas poco espacio hay para reforzar la economía "verde". Según Nicholas Stern, el economista climático británico, "la economía verde se ha retrasado porque estamos lidiando con el virus, salvo en algunos países como China. Si hubiéramos combatido bien el virus en Europa, mejor irían ahora las cosas. Pero estamos en la fase de confinamiento y rescate. No podemos recuperarnos económicamente hasta que no gestionemos mejor la pandemia".
Mientras el mundo se plantea cómo afrontar mejor la letal e inminente combinación de pandemia vírica y emergencia climática, en España la política nacional gira en torno a pequeñeces locales, disputas de campanario, ásperas e infundadas descalificaciones de partidos o personas, intercambio de insultos o amenazas y grave parálisis de algunas instituciones democráticas esenciales. Reconozcamos pues, a pesar de todo, el mérito que supone que el programa de recuperación que el Gobierno ha enviado a Bruselas pone a España entre los cuatro países mejor situados ante el doble reto pandémico y climático. Sin exhibir banderas ni proferir exabruptos. La mejor España, la que sabe estar más cerca de la idea que de la rabia.
Publicado en República de las ideas, el 19 de noviembre de 2020.
Escrito por: alberto_piris.2020/11/19 18:13:40.413265 GMT+1
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2020/11/12 17:54:19.780215 GMT+1
Los acontecimientos sobre los que se construye la Historia pertenecen, por lo general, a dos tipos distintos. Unos son aquellos hechos o acciones de gran repercusión que el día de mañana constituirán la "gran Historia", objeto de estudio por políticos, académicos, intelectuales y, claro está, historiadores. Así fue como el pasado lunes el eco del aniversario de la destrucción del muro de Berlín resonó en todo el planeta.
Hay otros acontecimientos que solo afectan directamente a ciertos grupos humanos, pueblos, familias... y, aunque pueden incidir brutalmente en sus vidas, suelen pasar desapercibidos fuera de sus ámbitos limitados. Constituyen lo que pudiéramos llamar la "pequeña Historia".
Como es ley natural, lo grande suele ocultar o eclipsar a lo pequeño. Durante la pasada semana ha producido un ejemplo paradigmático de todo lo anterior, como ahora se verá.
El martes 3 de noviembre el mundo tenía puestos sus ojos en el proceso electoral de EE.UU. Cualquier cosa que allí sucediera -y aún hoy no se ha alcanzado el desenlace definitivo- ya tiene su lugar asignado en la Historia. Millones de páginas se han escrito sobre ello y sobre sus protagonistas, analizando cualquier entresijo y desmenuzando hasta los más ínfimos detalles: la "gran Historia".
Mientras los ojos de la humanidad estaban volcados hacia las noticias que fluían desde EE.UU., el día siguiente unos bulldozers del Ejército israelí arrasaron las viviendas de once familias palestinas en Cisjordania. Setenta y cuatro personas, de las que más de la mitad eran menores de edad, perdieron sus viviendas, los recintos para el ganado, los depósitos de agua y retretes portátiles y los paneles solares que les daban electricidad. Algunos vehículos o tractores les fueron confiscados. Apenas se les dieron diez minutos para evacuar sus tiendas: la "pequeña Historia".
Las autoridades israelíes explicaron que habían procedido a destruir unas "estructuras construidas ilegalmente en una zona de tiro militar del valle del Jordán". Los expulsados afirmaron, por el contrario, que llevaban varias generaciones viviendo allí y atribuyeron la operación a la intención de Israel de vaciar de población palestina todo el valle del Jordán. Se trata de la mayor demolición efectuada en el último decenio.
El citado valle alberga unos 60.000 palestinos, según la ONU, pero casi el 90% del territorio forma parte de la llamada "Área C", controlada totalmente por Israel. En él hay recintos militares y medio centenar de explotaciones agrícolas habitadas por unos 12.000 israelíes.
Un dirigente de la ONG israelí B'Tselem declaró que "Israel destruye sistemáticamente hogares y propiedades palestinas en su esfuerzo por apoderarse de más y más territorio palestino". El primer ministro palestino pidió ayuda a la comunidad internacional señalando que "Israel eligió ese día para cometer el crimen, porque la atención estaba centrada en EE.UU.".
Para las comunidades de beduinos que han sufrido el desastre, los efectos pueden ser peores que si hubieran padecido una guerra, lo que al menos les hubiera llevado a un efímero primer plano de la actualidad. Pero la Historia no les dedicará ni siquiera un pequeño recuadro en algún texto divulgativo. Su "pequeña Historia" será transmitida oralmente de generación en generación.
Publicado en República de las ideas el 12 de noviembre de 2020
Escrito por: alberto_piris.2020/11/12 17:54:19.780215 GMT+1
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2020/11/05 18:04:55.982004 GMT+1
En marcha todavía al escribirse estas líneas el laborioso recuento electoral en EE.UU., he aquí tres conclusiones trazadas a vuelapluma:
1) La convocatoria y sus efectos inspiran en algunos un temor parecido al de una catástrofe natural.
Las imágenes de locales y comercios siendo reforzados con planchas de madera atornilladas en puertas y ventanas, como si de llegada de un huracán de fuerza cinco se tratase, muestran lo anómalo del actual proceso electoral, si no fuera porque todo lo demás también es extraordinariamente insólito. ¿Dónde queda "el gozo de votar" que elogiaban aquellos viejos manuales de política democrática para uso del pueblo?
2) La fiabilidad de las encuestas
Que los encuestadores y sus empresas utilizan a menudo métodos inadaptados a la realidad social de las poblaciones sobre las que actúan ha quedado más que demostrado en el país donde primero surgió con fuerza la ciencia de la publicidad comercial y los métodos de encuestar en los que se basaba.
Los coeficientes modificadores y otros artificios presuntamente estadísticos parecen no tener en cuenta que lo que algunas personas declaran no es lo que piensan sino lo que esperan que satisfaga al encuestador. Así de simple.
3) El esotérico sistema electoral
Son muy enrevesados en EE.UU. los conductos por los que la voluntad popular (es decir, la que cada ciudadano introduce en la urna en forma de voto) se filtra y encamina hasta decidir quién es el elegido. Resulta sorprendente que en la que se tiene como la primera democracia del mundo no sea siempre elegido el que más votos populares obtiene.
Eso, sin tener en cuenta los artificios legales y jurídicos que pueden dificultar e incluso impedir la libre expresión de su voluntad a ciertos sectores minoritarios de la población. Sobran explicaciones históricas o sociales sobre el porqué de estas anomalías que perduran en la actualidad: simplemente, eso no es una democracia ejemplar y, en ocasiones, ni siquiera es democracia.
Publicado en República de las ideas el 5 de noviembre de 2020
Escrito por: alberto_piris.2020/11/05 18:04:55.982004 GMT+1
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2020/10/29 17:27:48.635306 GMT+1
El martes de la próxima semana culminará lo que algunos han llegado a denominar "la elección mundial", ese largo y complejo proceso electoral que va a decidir quién ocupará el despacho oval de la Casa Blanca washingtoniana a partir del 20 de enero de 2021.
Pasando por alto las posibles, pero no imprevistas, complicaciones que puedan dificultar o retrasar un relevo presidencial fluido y sin violencias, para los ciudadanos de EE.UU. el resultado tendrá un impacto directo en sus vidas tras los anómalos años del trumpismo, pero no menos importante va a ser el efecto sobre los demás países.
En anteriores comentarios he aludido ya a varios aspectos críticos de la situación mundial que multiplican la importancia que este proceso electoral tiene para todo el planeta. Una humanidad sumida en una mortal pandemia, donde se siguen perfeccionando las armas nucleares y deteriorando muchas instituciones esenciales para la democracia; donde los fanatismos políticos o religiosos siguen azuzando odios y vertiendo sangre; donde crece la brecha que separa a la pobreza de la riqueza; y, por último, un planeta sobre el que se cierne una emergencia climática cuya gravedad parece pasar desapercibida ante los renovados y acuciantes problemas del día a día.
Los esfuerzos universales por reducir el calentamiento global del planeta van a depender en gran modo de quién sea la persona que tome el timón en EE.UU. Los importantes acuerdos de París fueron torpedeados por Trump, quien en 2017 afirmó que "son un obstáculo para la economía de EE.UU. aunque sean alabados por los mismos Estados que siempre han intentado enriquecerse a nuestra costa. Ellos no ponen primero a EE.UU.: yo lo hago, siempre lo haré".
Uno de los principales negociadores británicos en los Acuerdos de París ha declarado que si gana Biden, éste convocará una conferencia en la que participará China. Se apoyará en sus principales aliados y se reanudará un impulso como el que se inició en París. Por el contrario, afirmó, Trump no hundirá por completo la lucha contra la emergencia climática pero la entorpecerá y hará muy difícil alcanzar resultados eficaces: "Si el primer contaminador del planeta [China] y el segundo [EE.UU.] no participan a fondo en este esfuerzo, Europa no podrá impulsar el proceso y pocos serán los países que participen en él".
En sus últimas intervenciones ante la Asamblea General de la ONU, Trump no animó a combatir la emergencia climática sino que atacó "la contaminación rampante de China", pocos minutos antes de que ante la misma audiencia Xi Xinping anunciara al mundo que China frenaría la contaminación antes de 2030 y la reduciría del todo hacia 2060.
Merece la pena terminar este comentario reproduciendo unas palabras del candidato Biden: "Cuando Trump piensa sobre el cambio climático, su idea es: 'un engaño' [recordando los absurdos comentarios del Presidente al respecto]. Cuando yo pienso en ello, mi idea es: 'puestos de trabajo'". Se refiere a los nuevos y numerosos empleos que creará la necesidad de explotar al máximo las energías renovables y reducir del todo las emisiones contaminantes, según su anunciado plan, que implica invertir unos dos billones de dólares.
En todo caso, habrá que esperar al 20 de enero de 2021 para escuchar en palabras del presidente de EE.UU. lo que el mundo puede esperar de su país en el futuro inmediato.
Publicado en Republica de las ideas el 29 de octubre de 2020
Escrito por: alberto_piris.2020/10/29 17:27:48.635306 GMT+1
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2020/10/22 17:24:17.433580 GMT+2
El pasado 21 de agosto, seis superbombarderos B-52H "Stratofortress" de la Fuerza Aérea de EE.UU. se trasladaron desde la base aérea Minot, en Dakota del Norte, hasta la base británica de Fairford, en Gloucestershire. El propósito del viaje era participar en unas maniobras en el espacio europeo durante varias semanas.
Se desconoce el tipo de armamento que llevaban a bordo, pero cada uno de esos bombarderos gigantes puede transportar en su bodega ocho misiles de crucero de tipo AGM-86B con carga nuclear. También pueden llevar bajo las alas otros 12 misiles de crucero, lo que no ocurrió en este caso. En resumen: los seis bombarderos desplazados a Europa tenían capacidad nuclear suficiente para arrasar gran parte de Rusia Occidental, incluyendo Moscú y San Petersburgo.
Los bombarderos B-52 fueron proyectados durante la Guerra Fría para atacar el territorio soviético con armas nucleares, tras volar sobre el Atlántico, el Pacífico o el Ártico; también operaron como bombarderos convencionales en la guerra de Vietnam y en otros conflictos. Se cree que actualmente hay unas 44 unidades en servicio, por lo que los seis enviados hasta el mismo borde de la frontera rusa en Europa, una séptima parte de toda la fuerza nuclear estadounidense basada en ese tipo de avión, indican la disposición de EE.UU. a amenazar con un conflicto nuclear a su rival euroasiático.
Durante su estancia en Europa dos de ellos volaron sobre el mar Báltico, muy cerca de Kaliningrado, la gran base rusa abierta a dicho mar, justo el día en que se reforzó el contingente militar de EE.UU. en Lituania, coincidiendo con el conflicto electoral en la vecina Bielorrusia. En otra ocasión, tres aparatos, acompañados por cazas ucranianos, sobrevolaron el mar Negro cerca de Crimea y la zona oriental de Ucrania, dos puntos de alta conflictividad. Esta incursión hizo despegar con urgencia a los cazas rusos de interceptación que, como en otras ocasiones, se acercaron a observar a los bombarderos estadounidenses.
Aunque el Mando de las fuerzas estadounidenses en Europa anunció que la visita de los bombarderos tenía por objeto "dar confianza a nuestros aliados de la OTAN", la realidad parecía mostrar que se trataba más bien de una demostración de fuerza cuando la tensión entre EE.UU. y Rusia parece estar agravándose.
Durante la Guerra Fría, exhibir la fuerza nuclear se hacía solo con fines disuasorios, nunca agresivos. La doctrina oficial de EE.UU. y de sus aliados (también la de la URSS) era que el simple poder nuclear, capaz de arrasar en represalia a cualquier otro Estado, evitaría ser agredido. Era la llamada "destrucción mutua asegurada". Esto no impedía que siguiera latente la idea de que atacando masivamente y por sorpresa se podría evitar la reacción del enemigo y alcanzar la victoria.
Tras el fallido intento de Obama de "reducir el papel de las armas nucleares en nuestra estrategia de seguridad nacional", como dijo al recibir el premio Nobel, la llegada de Trump cambió las cosas. Se estableció oficialmente en 2018 que los "vuelos al exterior muestran la capacidad y la decisión de EE.UU., incluso en tiempos de tensión".
El Océano Ártico, el mar de China, Formosa y algunos puntos críticos en Europa son el teatro de operaciones donde EE.UU., en la era de Trump, está jugando con fuego, fuego nuclear. Los vuelos de esos bombarderos en la proximidad de aguas o territorios de soberanía rusa o china pueden causar incidentes irreparables y, como ya es sabido, no son la reflexión ni la prudencia las cualidades que adornan algunas decisiones tomadas por Trump en política internacional. Ciertamente pueden hacer recelar a rusos y chinos, pero esto les llevará a reforzar su capacidad nuclear y a desconfiar de cualquier intento de aproximación diplomática de EE.UU., en el que verán una trampa.
En fin, como he citado en un comentario anterior, se podría aquí imitar a Monterroso con un minirrelato: "Al despertar de la pandemia, las armas nucleares todavía estaban allí". Suponiendo, claro está, que alguna vez despertemos de esta pesadilla vírica que tanto está perturbando nuestras vidas.
Publicado en República de las ideas el 22 de octubre de 2020
Escrito por: alberto_piris.2020/10/22 17:24:17.433580 GMT+2
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2020/10/15 18:23:40.821463 GMT+2
En un documentado y completo informe publicado por BBC News Mundo (*), el analista Mariano Aguirre explica con claridad cómo Turquía intenta recuperar la influencia que tuvo el viejo Imperio Otomano y qué consecuencias puede tener esto para el equilibrio internacional.
Las ensoñaciones de algunos Estados, que en el pasado dominaron imperios y quedaron después reducidos en el mejor de los casos a potencias regionales, han solido acarrearles consecuencias nefastas. No son pocos los que hoy demuestran cómo el Brexit británico hunde sus más profundas raíces en la liquidación de aquel Imperio donde "Britannia dominaba las olas" y que en 1956 fue humillado tras una fracasada aventura colonialista en Egipto.
Aventura que compartió con Francia, otro antiguo imperio que imaginó poder resistir pero empezó a desintegrarse cuando las colonias fueron invadidas por potencias extranjeras durante la 2ª G.M. Las guerras en Vietnam y Argelia tañeron las campanas fúnebres que forzaron a Francia a reconocer su verdadero lugar en el mundo.
Pues bien, Turquía parece no haber aprendido esas lecciones de la Historia y en los últimos tiempos se está revelando como un Estado conflictivo al intentar recuperar su antigua preponderancia. Su situación geoestratégica, como bisagra entre Europa y el Medio Oriente, agrava seriamente esta cuestión.
Grecia es uno de los países que más está sufriendo los efectos de esta situación, que también tiene repercusiones en la Unión Europea, la OTAN y EE.UU. Atenas acaba de anunciar la puesta en marcha de un programa para reforzar su capacidad militar, valorado en cerca de 7.000 millones de euros. Incluye armas contracarro, torpedos navales y misiles, e implica renovar la industria del armamento y prestar más atención a la guerra cibernética.
Tras los serios enfrentamientos armados del pasado verano, que alcanzaron un punto de máxima tensión entre ambos países, un profesor universitario de Atenas declaró: "Esto no ha sido un juego sino un preludio de guerra. Nunca he visto tanta agresividad desde Ankara. Un conflicto entre Grecia y Turquía no solucionaría nada. Ambos saben que pueden bombardearse brutalmente entre sí, pero ¿qué resolvería esto? No hay otra opción sino restablecer las líneas de comunicación".
Un agregado militar europeo en Atenas manifestó que han sido unas semanas muy preocupantes: "Es difícil que ambos países encuentren la vía de salida que lleve a la desescalada si, mientras tanto, el presidente turco utiliza una enérgica retórica para exhortar a sus bases nacionalistas".
Aunque la Unión Europea y EE.UU. intentaron rebajar la crisis a mediados de septiembre, el daño ya está hecho y se iniciado una peligrosa dinámica. Ante los esfuerzos de Atenas por reforzar su poder militar, Erdogan ha tachado de "ruinoso" al ejército griego, insistiendo en que no sería enemigo para el que es el segundo ejército más numeroso de la OTAN: "O entienden el lenguaje de la política y la diplomacia -declaró hace unas semanas-, o sufrirán en el campo de batalla".
El Mediterráneo Oriental, manantial siempre vivo de conflictos internacionales, suma uno más a su variado repertorio; uno al que no son ajenos los antiguos países colonizadores que tanto contribuyeron a complicar una convivencia siempre difícil.
(*) https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-54418272
Publicado en República de las ideas el 15 de octubre de 2020
Escrito por: alberto_piris.2020/10/15 18:23:40.821463 GMT+2
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2020/10/08 18:50:7.547004 GMT+2
Si en el comentario de la pasada semana aludía a la posibilidad de un conflicto internacional incitado por Trump para apiñar en torno suyo los votos necesarios a fin de salir reelegido, hoy voy a citar otro posible campo de actuación, esta vez doméstico, con la misma finalidad.
Es la llamada "táctica de la intimidación", para dificultar el derecho de voto a ciertos grupos sociales, recurrir a los tribunales para rechazar inscripciones de votantes y perturbar el recuento de los votos. En su primer debate presidencial Trump urgió a sus seguidores a "ir a las mesas electorales y observar con mucho cuidado". Y amenazó, con su retorcida sintaxis: "Pido a mi pueblo -espero que sea una elección limpia- si es una elección limpia yo estoy plenamente de acuerdo. Pero si veo que se manipulan decenas de miles de votos, yo no puedo aceptarlo". Contaría para ello con miles de "observadores" en los colegios electorales, formados por personal de las milicias de extrema derecha y de los llamados "vigilantes".
El temor a esta maniobra ha llevado a doce gobernadores de Estado del Partido Demócrata a difundir un llamamiento en defensa de la democracia y para asegurar que "todos los votos serán contados". Con ello replican a lo que Trump afirmó en el debate sobre la poca fiabilidad del voto por correo y su negativa a asegurar una transición pacífica del poder si perdía. En un video recientemente difundido, su hijo se expresaba así: "La izquierda radical está preparando el terreno para robar la elección a mi padre [...] No podemos dejar que pase eso. Necesitamos a todos los hombres y mujeres capaces para formar un ejército que defienda la seguridad en los comicios".
Trump se ha negado siempre a condenar públicamente las acciones de los supremacistas blancos y ahora exhortó al grupo extremista Proud Boys (Muchachos orgullosos) a permanecer "alerta y preparados" durante las elecciones, aún sabiendo que suelen portar armas y acostumbran a amedrentar a negros e hispanos. Una congresista californiana declaró esto sobre los "trumpistas": "Amenazan a los grupos minoritarios y pobres para que no salgan a votar. Me gustaría que la policía anduviera por allí cuando aparezcan en sus motocicletas los matones armados".
La idea general de este problema la resumió así la directora del Centro Brennan para los derechos de los votantes: "No podemos dejar que esas gentes ganen. Que los intimidadores y discriminadores nos impidan el derecho fundamental al voto. Hemos de estar dispuestos y listos. Hacer lo que podamos para impedirlo. Debemos saber qué hacer si eso sucede. Pero lo más esencial es que, a pesar de todo, vamos a salir y a votar".
Mi insistencia en comentar los riesgos implícitos en el actual periodo electoral estadounidense obedece a la sensación generalizada, tanto en EE.UU. como en el resto del mundo, de que lo que ocurra allí en noviembre va a tener repercusiones vastas y de hondo calado. Entre la pandemia que ahora nos acosa, la emergencia climática que ya está dejando ver sus efectos e incluso sobre el áspero forcejeo político que lamentablemente padecemos hoy en España, del resultado final de las elecciones presidenciales en EE.UU. va a depender, entre otras cosas la supervivencia de la democracia tal como la entendemos. También resultarán afectadas las relaciones internacionales y los equilibrios de poder. Es mucho lo que nos jugamos ahora los habitantes del planeta.
Publicado en República de las ideas el 8 de octubre de 2020
Escrito por: alberto_piris.2020/10/08 18:50:7.547004 GMT+2
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2020/10/01 18:06:26.124098 GMT+2
La Historia guarda un recuerdo notable de los "decembristas" rusos, aquellos sublevados contra el régimen zarista en diciembre de 1825 porque pretendían liberalizarlo, dotarle de una constitución y hacerle respetar los derechos humanos. Derrotados por las tropas de Nicolás I, contribuyeron involuntariamente a repoblar y civilizar la salvaje Siberia a la que muchos fueron deportados como castigo, como puede comprobar cualquier viajero que hoy la visite.
Los "septembristas" no son tan conocidos, pero el septembrismo agrupa también ciertos fenómenos históricos que ocurrieron en algún mes de septiembre, como un conocido episodio sangriento de la Revolución francesa en 1792 y ciertos movimientos civiles en Portugal, Argentina y Cuba, sin olvidar en España la "Gloriosa" revolución de 1868, también conocida como "La Septembrina", que puso fin al reinado de Isabel II.
Pues ahora, en este mes que precede al de la elección presidencial en EE.UU., no son pocos los "octubristas" (podemos inventar esta palabra, con permiso de los lectores) que, en medios de comunicación, tertulias, discursos, libros o proclamas, hacen cábalas sobre cuál podrá ser la "sorpresa de octubre" que permita a Trump hacerse con un nuevo mandato. Es bien sabido que en vísperas de cualquier elección algunos acontecimientos señalados pueden hacer cambiar el sentido del voto en muchos ciudadanos. Y que Trump puede guardar en la manga un as que le regale la reelección es algo que nadie puede descartar.
Han circulado noticias no verificadas que apuntan a que Irán puede ser ese enemigo absoluto contra el que Trump va a defender a su pueblo. El proceso de hacer de Irán el enemigo necesario para facilitar la política interior en EE.UU. es antiguo. Pero ahora se le acusa, sin pruebas fehacientes, de haber planificado el asesinato de la embajadora de EE.UU. en Sudáfrica, una supermillonaria amiga de Trump y generosa donante a su partido, de la que no se conoce ninguna habilidad ni experiencia especial para el cargo, salvo haber nacido en ese país y hablar el idioma afrikáans, la lengua de los blancos sudafricanos.
Este rumor se une al hecho de que el pasado 3 de enero un drone de EE.UU. asesinó al general iraní Soleimaní en Irak y de que Irán no tomó entonces represalias por ello. De ese modo, puede hacerse creer que es cierto el intento de asesinato en Sudáfrica, a modo de venganza diferida. ¿Cómo puede Irán demostrar que no es cierto?
Así que durante este mes de octubre Trump podría tuitear: "Vamos contra Irán por [una u otra razón]. Voy a defender a nuestro país de un peligro inminente". Y podría iniciar una campaña de ciberataques que destrozarían la ya maltrecha economía iraní, adobados con la consabida propaganda a la que es tan aficionado. Si algo ha aprendido de la reciente historia de su país, es poco probable que llegue a atacar militarmente a Irán, hecho de impredecibles consecuencias.
Esta hipótesis resulta reforzada por el reciente pacto, auspiciado por Trump y solemnemente firmado en la Casa Blanca, entre Israel y las monarquías del Golfo, una alianza estratégica que tiene como objetivo a Irán. Alianza que, salvo al pueblo palestino, a todos beneficia: a Israel, a los Emiratos Árabes y a Baréin, como hemos comentado en otra ocasión: La trampa de los emiratos.
Permanezcamos, pues, atentos a lo que nos llegue desde Washington durante este mes de octubre que hoy comienza. Querámoslo o no, todos nos hemos hecho algo "octubristas".
Publicado en República de las ideas el 1 de octubre de 2020
Escrito por: alberto_piris.2020/10/01 18:06:26.124098 GMT+2
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