Que los Balcanes son una zona geopolítica "que produce más Historia que la que puede consumir" es una perspicaz opinión atribuida a Churchill, quien habiendo vivido muy de cerca las dos guerras mundiales y buen conocedor de la Historia era consciente del entramado de etnias, religiones, intereses y conflictivas confluencias que en esa zona del Este europeo han competido secularmente entre sí.
Y eso que Sir Winston no llegó a conocer la sangrienta y múltiple explosión bélica que a finales del pasado siglo fue el resultado obligado de la brutal desintegración de la antigua República de Yugoslavia y puso en evidencia la debilidad europea y la falta de una política exterior común y coherente.
Pues una vez más vuelven los Balcanes al primer plano de la actualidad. Recientemente se ha difundido un documento que muestra que, como consecuencia de la Cumbre europea celebrada en Tesalónica en junio de 2003, la Comisión europea ha reactivado el proceso de ampliación de la UE. Se prevé la adhesión de seis países del oeste balcánico a partir de 2025: Albania, Bosnia-Herzegovina, Kosovo, Macedonia, Montenegro y Serbia.
La estrecha y tradicional relación entre Serbia y Rusia fue la que motivó el estallido de la Primera Guerra Mundial, como es de sobra sabido y se ha venido rememorando estos años a consecuencia del centenario de dicha guerra. Desde Moscú, el plan de ampliación de la UE se ve como un intento de sustraer a la influencia rusa los países balcánicos, en especial, Serbia. Allí se especula sobre si la operación de ampliación de la UE no será un movimiento estratégico anticipado para frenar la influencia que sobre algunos de esos países ejercen Rusia, Turquía e incluso China.
No parece importar tanto a la UE la lucha contra la corrupción imperante en la zona, tan denunciada a menudo desde Bruselas, como reforzar sus lazos con los países en cuestión. El caso de Montenegro es especial, pues ya forma parte de la OTAN. Y también el de Kosovo, al que cinco países de la UE (entre ellos, España) no reconocen como tal, lo que obligará a un acuerdo previo entre Belgrado y Pristina para dar vía libre al proyecto de ampliación.
Sin embargo, el problema no parece tener tanta gravedad como a primera vista pudiera imaginarse, dados los peligrosos antecedentes de la historia de los Balcanes. Un investigador del Centro Carnegie de Moscú ha quitado hierro a la cuestión: "Si la adhesión a la UE y a la OTAN de Hungría y Bulgaria no ha impedido que ambos países sigan compartiendo con Rusia algunos proyectos energéticos, los intereses económicos rusos en Serbia pueden ser compatibles con su futura integración en la UE".
Postura a la que se ha sumado el ministerio ruso de Asuntos Exteriores, cuya portavoz se expresó así hace unos días: "Respecto a los países que no forman parte de la UE pero que se proponen integrarse o colaborar más estrechamente con ella, no vemos ningún obstáculo en nuestras relaciones y no les haremos que elijan entre estar con nosotros o contra nosotros".
En realidad, la ampliación europea podría tener dos resultados positivos. Por un lado, ante la enrevesada operación de salida del Reino Unido, mostraría que la UE sigue activa y es capaz de gestionar la adhesión de nuevos miembros. Por otra parte, se facilitaría la lucha contra la corrupción y la delincuencia organizada, tan extendidas en esa conflictiva región.
Por último, es también probable que la adhesión de los nuevos países facilite una reestructuración de la UE, adoptando la toma de decisiones mayoritaria y no por consenso total. La entrada de seis pequeños países más pobres y con dirigentes políticos no plenamente fiables, haría recomendable establecer nuevas normas para la toma de decisiones y restringir el derecho de veto igualitario de todos los miembros.
En fin, las circunstancias han ido evolucionando en los Balcanes durante los últimos cien años y, a pesar del incierto panorama que presentan las relaciones de Europa con Rusia, el terremoto sociopolítico que van a experimentar los países antes citados no alcanzará el grado de peligrosidad que hubiera tenido en tiempos pasados. Pero habrá que seguir atentamente su evolución.
Publicado en República de las ideas el 1 de marzo de 2018
Comentarios
"NA PUTU", "EN EL CAMINO"(2010), es una interesante y aleccionadora película Bosnia-Herzegobina dirigida por la joven directora Jasmila Zbanic y protagonizada por la también joven actriz Zrinca Cvitesic y los actores Leon Lucev y Ermin Bravo. Refleja ciertos cambios que supongo se llevan produciendo en los Balcanes y en el caso concreto de Bosnia-Herzegobina desde hace mucho tiempo, desde después de la guerra. La historia que cuenta se centra en la relación de una joven pareja siendo ella azafata de avión y él un alcohólico que tras perder su trabajo en el aeropuerto se convierte a la religión musulmana. Y es ahí donde empiezan los problemas entre ellos, porque la protagonista se niega a convertirse en una sumisa a la orden de la religión musulmana. Ella se muestra libre, libre en sus decisiones, incluso a la hora de casarse, de tener un bebé o abortar. La mujer, mundialmente discriminada y en el caso concreto de esos países la película muestra un papel de la mujer en la sociedad Bosnia más acorde con el representado por la mujer occidental, por la mujer de la Unión Europea, viviendo al margen de cualquier sometimiento y de cualquier restricción planteada y exigida por las religiones y los hombres, en este caso por la religión musulmana.
Por eso, lo que plantea la Unión Europea de ampliar su política e influencia social en los Balcanes quizá tenga algo positivo para esas sociedades, para las mujeres, por ejemplo, aunque las transiciones hay que saber aprovecharlas para obtener un buen provecho social y cultural. "NA PUTU" lo refleja perfectamente.
¡Gracias, Alberto!
Escrito por: Luis.2018/03/02 18:11:8.607517 GMT+1