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2010/03/20 10:26:46.944000 GMT+1

El imposible Estado palestino

Si se examinan los planos recientemente publicados en algunos diarios, donde se muestra la vasta proliferación de colonias ilegales judías esparcidas por todo el territorio de la ocupada Cisjordania palestina, no es preciso ser un especialista en geopolítica para cobrar conciencia del problema que supondría la creación de un estado palestino.

Una Cisjordania troceada, enmarcada con un muro de hormigón protegido con torretas y alambradas, recorrida por carreteras vedadas a los palestinos y que enlazan entre sí los numerosos asentamientos judíos, fragmentada y dispersa, no puede convertirse en la base territorial de ningún Estado.

Y si el territorio aparece ya como algo imposible para sustentar un Estado viable, la cuestión de la capitalidad riza el rizo de lo inverosímil. El sector oriental de Jerusalén, palestino por tradición y ocupado en la guerra de 1967, donde residiría la capital del imposible Estado palestino, está siendo sistemáticamente ahogado por asentamientos ilegales mientras que la población autóctona es expulsada de sus viviendas y avanza imparable la marea judía en lo que fueron barrios exclusivamente palestinos.

En esas circunstancias no se descubre, por tanto, posibilidad alguna de crear un nuevo Estado palestino, según los varios planes de paz hasta ahora imaginados para resolver este complejo problema. Si Gaza fue abandonada a su suerte -y allí se produjo el excepcional fenómeno de que las tropas israelíes expulsaron a los colonos judíos de sus ilegales asentamientos-, ningún gobernante israelí puede prometer la evacuación de los que se extienden sobre Cisjordania sin sufrir un gravísimo quebranto político. Del mismo modo que ningún dirigente palestino podría aceptar un Estado cuya capital no estuviera en la zona oriental de Jerusalén.

Nada hay nuevo ni sorprendente en esta situación, que se pergeñó claramente tras la guerra de 1967. Pero más de cuatro decenios de sangrientos conflictos y de un creciente riesgo para la seguridad internacional (no se olvide que el Estado de Israel, poseedor de armas nucleares y con una sociedad cada vez más militarizada, no vacilaría en incendiar el Próximo Oriente si creyera que su seguridad nacional estaba siquiera mínimamente amenazada) han mostrado al mundo la necesidad de poner fin a tan inestable y arriesgada dinámica política.

Aquí entra en juego el que es hoy el factor decisivo: EEUU, como garante histórico y principal responsable de la seguridad de Israel. Obama no puede seguir cerrando los ojos ante esta situación, como lo hizo su predecesor, y ha mostrado que está decidido a abordarla sin más tardanza. Pero lo difícil es decidir cómo y cuándo. Los recientes malentendidos entre EEUU e Israel, con motivo de la negativa de Netanyahu a detener la construcción de nuevos asentamientos en torno a Jerusalén, se producen en un momento de fragilidad para la coalición que gobierna Israel y de graves discrepancias en el seno de los gobernantes palestinos.

Aunque tras el encontronazo inicial entre EEUU e Israel, con motivo de la visita del vicepresidente Biden, por ambas partes se ha reafirmado públicamente la vigencia de los lazos que unen a ambos países, la desconfianza crece y se ahonda. ¿Posee Obama un plan concreto -con detalles sobre límites y fronteras, entre otras cosas- para poner sobre la mesa y forzar su aplicación? ¿Se atrevería a hacerlo? ¿Correría el riesgo de chocar con un rechazo de las partes implicadas? ¿Cómo afectaría esto a su debilitada posición ante un Congreso que se empieza a mostrar abiertamente hostil?

El problema palestino no se plantea en un espacio aislado. Estrechamente vinculados a él están los demás conflictos que agitan ese crítico espacio comprendido entre la orilla oriental del Mediterráneo y la frontera occidental de la India: Líbano, Siria, Iraq, Irán, Afganistán, Pakistán... Se trata de un "sistema abierto", en términos técnicos, donde cualquier intervención en uno de sus componentes repercute forzosamente en los demás. Además, la forma en que se produce tal repercusión depende de una gran cantidad de variables de muy difícil, si no imposible, identificación y cuantificación.

No parece que la anunciada reunión de los miembros del llamado "cuarteto" (EEUU, ONU, Rusia y UE), a celebrar en breve en Moscú, vaya a conducir a una solución, porque para ello, y en principio, sería necesario reunir una completa orquesta sinfónica, más que un simple cuarteto, donde participaran todos los instrumentos que tienen voz en esta complicadísima partitura.

Vistas así las cosas no es raro que cunda el desánimo; ni que, ante la abrumadora complejidad del problema, se recurra veladamente a la vieja fórmula de dejar que las cosas se arreglen por sí solas, lo que forzosamente llevaría a una nueva cadena de fracasos. Se anuncian estos días nuevas reuniones y entrevistas entre miembros de los Gobiernos de EEUU e Israel, pero es muy de temer que, tras los necesarios réditos propagandísticos que tanto pueden favorecer la imagen de Obama como la de Netanyahu (sin olvidar la breve visita de la baronesa Ashton a la zona de conflicto, para mostrar la presencia de la Unión Europea), todo se desvanezca de nuevo como humo de pajas y los palestinos sigan enfrentándose a los insalvables obstáculos que les separan de su viejo sueño de poseer, por fin, un Estado propio, libre y soberano, y abandonar su condición de pueblo ocupado, humillado y desesperanzado.

Publicado en CEIPAZ el 20 de marzo de 2010

Escrito por: alberto_piris.2010/03/20 10:26:46.944000 GMT+1
Etiquetas: israel cuarteto cisjordania netanyahu eeuu gaza ue palestina obama | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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