Mientras en numerosas ciudades de todo el mundo los pueblos se preparaban con alborozo para celebrar unos carnavales que les permitieran olvidar por unos días las variadas tribulaciones que aquejan a la humanidad, en Washington y en Moscú se hicieron públicos sendos documentos que nos recuerdan que para los instrumentos de guerra no hay pausa ni jolgorio relajante.
En la capital de EEUU, el Secretario de Defensa, Robert Gates, presentó la denominada "revisión cuatrienal de la defensa", a la que, sin andarse con miramientos, calificó como "de tiempo de guerra". Es el documento oficial que pone al día el pensamiento estratégico por el que ha de regirse la actividad militar del país.
Casi por las mismas fechas, se difundió en Moscú la nueva versión de la doctrina militar rusa que Medvedev ratificó con su firma. La coincidencia en el tiempo de ambos documentos es una casualidad, pero no lo es el hecho de que, concluida y debidamente enterrada la Guerra Fría, los residuos de la hostilidad y la desconfianza que crearon tantos años de enfrentamiento afloran periódicamente y siguen envenenando las relaciones entre Rusia y EEUU. Lo que también tiene serias repercusiones para la Unión Europea que, en muchos aspectos (económico, militar, político, social, etc.), sigue ocupando una difícil posición de puente -además, bastante endeble- entre ambas superpotencias, con las que no puede ignorar la existencia de vínculos insoslayables y de muy complicada compatibilidad entre sí.
El Pentágono ha decidido aprender las lecciones de Iraq y de Afganistán. No más armas visionarias frente a inexistentes amenazas espaciales o de otro tipo, como ocurrió en la era Bush. Sus ejércitos serán dotados de "armas utilizables, a nuestro alcance y que sean verdaderamente necesarias"; léase aeronaves no tripuladas de observación y ataque, helicópteros, vehículos acorazados especializados, etc. Aumentará también el contingente de las fuerzas dedicadas a operaciones especiales, listas "para abordar una gran variedad de misiones preventivas y disuasorias".
El presupuesto militar que propone el flamante Nobel de la Paz alcanza cifras récord y roza los 900.000 millones de dólares, aunque parte de él se invertirá en compensaciones por los programas de rearme ahora cancelados. Aquí se le presentará a Obama un hueso duro de roer: la segura y tenaz oposición de amplios sectores del Congreso, impulsada por los poderosos consorcios de fabricantes de armas, que temen ver esfumarse los provechosos contratos de desarrollo de armas futuristas, que tantos beneficios les han reportado siempre.
La nueva estrategia suprime la anterior exigencia de que las Fuerzas Armadas de EEUU debían estar preparadas para afrontar y ganar dos guerras simultáneas. Ahora se tendrán más en cuenta los conflictos bélicos de menor escala (como los de Iraq y Afganistán), incluyendo acciones preventivas contra el terrorismo y la proliferación de armas de destrucción masiva, sin olvidar el peligro que supone Al Qaeda y la necesidad de preservar la hegemonía en el ciberespacio.
Por su parte, la nueva estrategia rusa es predecible y apenas aporta novedades. La existencia de la OTAN es, para los planificadores rusos, la garantía de un perpetuo desequilibrio en la seguridad de los Estados en todo el mundo y, en especial, en Europa. Cualquier conocedor de la historia rusa está familiarizado con la intensa percepción de amenaza procedente del Oeste. La continuada expansión de la OTAN hacia las fronteras rusas solo ha venido a reforzar ese inveterado recelo. La necesidad de un espacio de seguridad que sirva de aislamiento ha sido obsesiva para los gobernantes rusos desde hace siglos. Esto apenas se entiende en Washington, a pesar de que toda la historia moderna de EEUU -nación que nunca ha compartido frontera con ningún país enemigo- ha venido configurada por sus frecuentes intervenciones militares en lo que allí se considera su "patio trasero": Centroamérica y el Caribe. Desde Moscú esto es visto como una prueba más de la doble vara de medir que aplica Occidente a las cuestiones rusas.
El rechazo occidental a las renovadoras propuestas de Medvedev sobre una nueva "arquitectura" de seguridad para toda Europa, que haría inútil a la OTAN, viene a confirmar todo lo anterior. Y aunque los misiles Patriot que EEUU prevé desplegar en Rumanía, Bulgaria y Polonia son esencialmente defensivos, todo ello contribuye todavía más a incrementar la desconfianza rusa, porque, según el documento citado, es un serio peligro "la tendencia a aproximar la infraestructura militar de la OTAN a las fronteras de la Federación Rusa".
Empujado Obama por las tensiones contradictorias de la política interior estadounidense, que le fuerzan a abandonar los aspectos más idealistas de su programa electoral y a regresar a la realpolitik (con la que nunca hubiera ganado la presidencia), y forzados los gobernantes de Moscú a no dejarse avasallar por una OTAN que no ceja en sus esfuerzos por extender sus fronteras, muchos son los ciudadanos que en todo el mundo miran con consternación el renacer de algo que, sin ser propiamente una nueva guerra fría, sí anuncia nuevos tiempos de zozobra y pesimismo. Parece como si a quienes dirigen los destinos de la humanidad les costara mucho aprender de los errores del pasado.
Publicado en CEIPAZ el 17 de febrero de 2010
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Escrito por: Diego Velazquez.2010/02/20 18:25:17.265000 GMT+1