John Feffer, columnista habitual de Foreign Policy in Focus (un proyecto del Instituto para estudios políticos de Washington), publicó el pasado jueves un ensayo sobre la "destrumpificación" de EE.UU., que merece la pena poner al alcance de los lectores españoles.
Empieza suponiendo que Trump no es reelegido el próximo mes de noviembre y que decide no recurrir a los métodos de los dictadores que tanto admira, cancelando el proceso electoral, sea por el coronavirus o por otra causa. Feffer cree que entonces, aunque una mayoría de estadounidenses respirarían con alivio, no se debe suponer que Trump o, lo que es más importante, el "trumpismo" se vayan esfumar como una pesadilla al amanecer.
Muchas razones le fuerzan a creer que su legendaria base de seguidores, una tercera parte de la población, le apoyará firmemente. Seguirá contando con todo el aparato del poder a su servicio. También con el apoyo del núcleo duro de la sociedad civil conservadora: los megamillonarios que le financian; fundaciones patrióticas, iglesias evangélicas, asociaciones de policías y el amplio sector de supremacistas blancos fieles a su consigna de "ley y orden".
Todos ellos no son fieles creyentes en Trump pero se aprovechan de él en tanto que conserve el poder. Aunque su persona pudiera ser sustituible, hay que tener presente que lo que ahora llamamos "trumpismo" le precedió y le sucederá. Está fielmente enraizado en el alma estadounidense: el odio a los gobernantes y a los tecnócratas; las ansiedades sobre la raza y el sexo; la oposición a cualquier internacionalismo; y la perspectiva dominante de "nosotros primero" y "la culpa la tienen los extranjeros", aspectos que constituyen la base de la visión que Trump tiene sobre el mundo donde vive. Todo esto seguirá vivo después de las elecciones de este año.
Feffer teme que un resultado negativo en el proceso electoral podrá ser descartado por el trumpismo, aduciendo fraudes en la votación, ingerencias extranjeras (rusas o chinas) y otros pretextos. Pero aunque el proceso electoral concluyera normalmente, una insurrección popular no es descartable para Feffer: algunos de sus seguidores manifiestan estar armados "por lo que pudiera suceder". Un conato de guerra civil que, en todo caso, manifestaría una grave división no muy distinta a la que se reveló con la Guerra de Secesión.
Feffer no rehuye el meollo de la cuestión. Basándose en un paralelismo con la desnazificación que siguió al fin de la 2ª Guerra Mundial y con la erradicación del régimen de Sadam Husein, insiste en que la destrumpificación total de la política estadounidense necesita algunos pasos más.
El primero sería "desintoxicar" al Gobierno, lo que considera más fácil que en los dos casos anteriores, porque el "trumpismo solo ha sido la ideología gubernamental durante tres años", cosa que no ocurrió en la Alemania nazi ni en el Irak baasista. Después habría que depurar el sistema judicial, lo que parece algo más difícil, pues tanto Trump como la mayoría republicana del Senado han designado ya cerca de 200 jueces de carácter vitalicio, que harían difícil la destrucción del trumpismo.
Y donde Feffer riza el rizo es en la última fase del proceso que sugiere, pues se trataría de llevar ante el Tribunal Penal Internacional a Trump y a sus más estrechos colaboradores, por violaciones del Derecho internacional en la frontera con México, por el asesinato del general iraní Sulemaini y otras acciones similares.
El mismo autor reconoce la imposibilidad de llevar a efecto este último tramo de la destrumpificación. Termina su ensayo de este modo: "Incluso si Trump pierde las elecciones, la criatura política que él representa renacerá desde sus cenizas y con el tiempo volverá al poder (¿Presidente Tom Cotton? [El senador que propugna la intervención del ejército contra los manifestantes antirracistas] ¿¡Presidenta Ivanka!?). EE.UU. no podría sobrevivir a otra guerra civil, pero tampoco puede permitirse otra reconstrucción fallida [como la que se produjo tras la derrota de la Confederación en la Guerra de Secesión], una destrumpificación a medias y un regreso a la situación anterior".
Se avecinan días difíciles para EE.UU. y de cómo se resuelvan los variados y complejos problemas que hoy aquejan a la gran superpotencia transatlántica va a depender en gran medida el futuro de la humanidad.
Publicado en República de las ideas el 2 de julio de 2020
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