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2013/09/22 08:28:16.148000 GMT+2

Derribando el Estado de bienestar

El panorama político y económico español no es mucho más preocupante que el observado en ciertos casos fuera de nuestras fronteras, pero el desconcierto y el desánimo que se abaten sobre los sufridos ciudadanos de este viejo país parecen avanzar como una marea irrefrenable. Escribo precisamente estas líneas cuando la coincidencia astronómica del ciclo lunar y el equinoccio solar lleva a nuestras costas unas de las más intensas mareas del año al comenzar otoño. Mareas náuticas que ahora acompañan a otras mareas populares en defensa de la sanidad y la educación públicas y contra los abusos de lo que en septiembre de 2008 era oficialmente considerado el "más sólido sistema financiero del mundo" (Rodríguez Zapatero dixit) y luego ha revelado sus inherentes trapacerías, como se estila en otras sedes financieras internacionales.

Hace pocos días todas las televisiones transmitieron una regia intervención pública que, por sus previsibles resultados, podríamos equiparar a la aventura de Sansón derribando las columnas del templo. Fue en el tradicional discurso de la Corona que el rey Guillermo-Alejandro de los Países Bajos pronunció con motivo de la apertura del año parlamentario. A poco de bajar de la carroza de cuento de hadas que le trasladó desde su palacio a la sede del poder legislativo neerlandés, el recién coronado monarca anunció solemnemente que "el clásico Estado de bienestar se está transformando en una sociedad participativa". Con esta frase críptica, tan al uso de la política actual, vino a decir que los ciudadanos habrán de hacer frente por sí mismos a sus propias necesidades vitales y esperar cada vez menos del Estado.

Este anuncio del derribo controlado del Estado de bienestar ha resonado desde el trono de uno de los países europeos que ha sido ejemplo tradicional de respeto por los derechos humanos y por las libertades públicas, y donde el asociacionismo y la solidaridad ciudadanas han sido siempre parte esencial del peculiar modo de ser y de vivir de los holandeses. Su elaborado y secular triunfo sobre una naturaleza hostil será siempre el más honroso exponente de esas virtudes ciudadanas.

Si puede afirmarse que el largo (y todavía inconcluso) camino de progreso de los seres humanos sobre el planeta se inició con el primitivo dominio del fuego y el desarrollo de la alfarería, que condujeron hacia las primeras sociedades agrícolas políticamente organizadas, cabría añadir que el último gran avance de la civilización humana por ese camino fue la evolución e implantación del Estado de bienestar. Este es el incomparable avance social que trajo consigo el siglo XX, aunque hay que reconocer que, como sucede con las más selectas innovaciones, no alcanzó inicialmente sino a una parte muy limitada de la humanidad.

Otros supuestos avances coetáneos, tan encarecidamente loados -energía nuclear, globalización, revolución informática, etc.- ¿lo son realmente para cada individuo concreto? ¿Permiten a los ciudadanos vivir mejor y de modo más satisfactorio en lo relativo a su salud, a la enseñanza recibida, a la cultura creada y acumulada, a la solidaridad social, a la igualdad de oportunidades y recursos, al derecho a una justicia imparcial o a la seguridad frente a los abusos del poder o las desgracias sobrevenidas?

Estamos derivando hacia una situación en la que todo esto se sacrifica en el altar del sistema capitalista que controla a distancia nuestras vidas. ¿A distancia? protestaría cualquiera de los estafados por las participaciones preferentes, que han sufrido directamente el robo perpetrado por esos agentes financieros que solo buscaban su medro personal. Es cierto que no cabe discutir ya sobre el fracaso del comunismo soviético, debidamente comprobado; pero del mismo modo es necesario constatar el fracaso del capitalismo, el pasado, el actual y el que se nos avecina, de ser ciertas las previsiones mejor elaboradas sobre esta cuestión.

Establecidos los sistemas bancarios como el soporte básico sobre el que descansa la sociedad de hoy, los cimientos cuya erosión causaría -según los teóricos a la moda- el descalabro de los Estados tal como ahora los conocemos, es obligado, por tanto, sostenerlos a costa de todo lo demás, incluido el Estado de bienestar, como una ofrenda a sacrificar ante "los mercados". No importa que fueran los desmanes bancarios los que desde Wall Street, en ondas concéntricas, llevaran a gran parte de la humanidad a la actual situación de crisis. Muchos de los responsables de aquella notoria irresponsabilidad vuelven hoy a ejercer altos cargos en el sistema financiero mundial, que los recompensa por los servicios prestados.

¿Tiene algo que decir al respecto la Investigación para la Paz? Este es un asunto que debería preocupar a todas las personas y entidades vinculadas con la paz como proyecto personal y colectivo, capaz de hallar fórmulas para un mundo mejor. Para un mundo donde libertad, igualdad y fraternidad no sean solo viejas palabras escritas en francés y esculpidas en el frontispicio de un solemne edificio parisino. Porque, además del Estado de bienestar, será también la paz una de las víctimas de esta regresión anunciada por el monarca neerlandés: el retorno al "Estado de la naturaleza", la lucha de todos contra todos, donde solo saldrán victoriosos, como es costumbre, los fuertes y los ricos.

Publicado en CEIPAZ el ?? de septiembre de 2013

Escrito por: alberto_piris.2013/09/22 08:28:16.148000 GMT+2
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