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2014/02/28 10:12:39.186681 GMT+1

¿Continúa la Guerra Fría?

Convendría observar con desconfianza mucho de lo que sobre Ucrania se está publicando estos días en los medios occidentales, tras el triunfo de los revolucionarios estudiantes (?) y la consiguiente huida del corrompido sátrapa que ha venido gobernando el país, aunque fuera democráticamente elegido para ello.

Resulta sospechosa la coincidencia entre dichos medios para no llamar “golpe de Estado” a lo ocurrido en Kiev. De modo parecido, se resistieron a aplicar la misma denominación al asalto al poder del general Al Sisi en El Cairo, deponiendo al presidente elegido por el pueblo; o a la destitución del presidente hondureño Manuel Zelaya, cuando su política dejó de complacer a la vieja oligarquía del país.

La preocupación que muchos Estados occidentales muestran por la democracia en Ucrania y el bienestar de su pueblo no parece combinar bien con el modo como esos mismos Gobiernos cierran los ojos ante las monarquías petroleras de Oriente Medio, donde los derechos humanos son sistemáticamente vulnerados y el gobierno de sus pueblos se reserva a los miembros de las familias reales.

Entender lo que sucede en Ucrania se facilita a la luz de los viejos enfrentamientos de la Guerra Fría. El Este y el Oeste, Moscú y Washington (sumados a éste la Unión Europea y otros aliados), pugnan por hacerse con el control de Ucrania, con sus 45 millones de habitantes, sus valiosos recursos naturales y su decisiva situación geopolítica, a caballo entre los dos antiguos bloques rivales.

Como ocurrió durante la Guerra Fría, las percepciones de ambos lados son opuestas. Mientras las televisiones occidentales muestran la violencia de la policía atacando a los manifestantes y el valor con que éstos afrontan la represión dictatorial, en Rusia las pantallas exhiben la provocación armada y bien organizada de los grupos paramilitares, los edificios atacados e incendiados o la basura esparcida por las calles. En Moscú se teme que el cambio de régimen lleve la anarquía a Ucrania, cuyos políticos parecen incapaces de unir a un pueblo dividido.

La llamada “revolución naranja”, entre 2005 y 2010, fue para el Kremlin un ejemplo de incompetencia gubernamental y los dirigentes rusos dudan de que otro Gobierno prooccidental pueda controlar las fuerzas desencadenadas por la revolución propiciada y apoyada desde Occidente. La atención que presta Putin a lo que ocurre en Ucrania no es ajena al temor de que el caos que apunta en Kiev contagie a la Federación Rusa.

Esta hipótesis encierra un peligro adicional, porque Ucrania es, en parte, una creación artificial de la URSS; Jruschef le “regaló” también la península de Crimea, donde además de la base naval rusa de Sebastopol están las antiguas instalaciones subterráneas de los submarinos nucleares de la flota soviética, convertidas ahora en atracción turística. La división de Ucrania en dos comunidades, política y lingüísticamente distintas, es evidente: la zona noroccidental es proeuropea, habla ucraniano y en 2012 votó a Timoshenko, mientras que el sureste y la República Autónoma de Crimea votaron a Yanukovich, no rechazan hablar en ruso y miran hacia Moscú.

Resulta bastante sospechosa la repetida fórmula de aprovechar un descontento social bien fundado para convertirlo en levantamiento armado y militarizado, generando una imagen de caos y guerra civil que fuerce la intervención extranjera, como en Libia o en Siria. ¿Qué hace un dictador ante tal situación, sino reprimir con crueldad todo conato de insurrección? Esto conduce a una inevitable espiral de violencia y a una crisis prolongada de la que el más perjudicado es siempre el pueblo que la padece.

Fórmula que suele ir acompañada de mentiras, como que la UE había prometido a Ucrania la integración en el club, cuando su oferta fue solo un acuerdo comercial; o la voluntad de reforzar la democracia, cuando el apoyo occidental se presta a grupos de dudosa ideología, rayana en el fascismo, como los que desde “la Plaza” (no otra cosa significa “maidan” en ucraniano) reprochan al gobierno provisional de Kiev estar controlado “por rusos y judíos”, reavivando el antisemitismo tan a flor de piel en el pasado ucraniano.

No ha hecho más que empezar la pugna por el pueblo y el territorio ucranianos, fronterizos entre el Este y el Oeste (“ucrajina” significa “frontera” en eslavo antiguo). Allí estuvo el germen (“la Russ de Kiev”) de lo que después fue el imperio ruso; sobre ellos se ha ejercido a lo largo del tiempo el dominio de otros países: Polonia, Lituania, Turquía, Austria… y allí han penetrado muchos pueblos: mongoles, rusos, judíos, nazis… hasta que en 1991 el Parlamento declaró en Kiev la independencia del Estado de Ucrania. Se avecinan tiempos tormentosos para el segundo país más extenso del continente europeo, que además alberga en su territorio lo que se considera ser el centro geográfico de Europa, establecido en 1887 por los cartógrafos del Imperio Austro-Húngaro. Sería de desear que este detalle anecdótico-turístico se convirtiese en símbolo de integración de las dos Europas y no de división y enfrentamiento entre ellas.

República de las ideas, 28 de febrero de 2014

Escrito por: alberto_piris.2014/02/28 10:12:39.186681 GMT+1
Etiquetas: rusia ucrania europa | Permalink | Comentarios (1) | Referencias (0)

Comentarios

la guerra fria es la forma de guerra que hace eeuu a cualquier pais que le rivalize. Todo esto estaba cantado. cualquiera que sepa de historia vera muchas similitudes. la diferencia la marca china y japón. Iran y israel

Escrito por: Miguel.2014/03/06 22:19:24.975354 GMT+1

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