El Gobierno francés ha confirmado su voluntad de convocar una reunión de ministros de Asuntos Exteriores de una veintena de países para reavivar el atascado proceso de paz entre Israel y el pueblo palestino. La reunión está anunciada para el próximo 30 de mayo en París, sin asistencia de las partes implicadas: el Gobierno de Israel y la Autoridad Palestina.
La finalidad de esta reunión es organizar una conferencia, a celebrar en el segundo semestre de este año, a la que sí asistirían los dirigentes israelíes y palestinos y que tendría como resultado hacer recaer sobre la comunidad internacional la grave responsabilidad de alcanzar e imponer un acuerdo que ponga fin al conflicto, una vez comprobado el reiterado fracaso de las negociaciones directas entre ambas partes. Y demostrado también el fracaso de la Unión Europea y del llamado "cuarteto para Oriente Medio" (UE, EE.UU., Rusia y ONU), creado en Madrid en 2002 y cuya ineficacia le ha hecho caer en el olvido.
El ministro francés de Asuntos Exteriores declaró que "ambas partes están más alejadas que nunca" y que "no hay otra solución que la creación de dos Estados que convivan en paz, con Jerusalén como capital compartida". Insistió en que "no se puede seguir sin hacer nada, hay que actuar antes de que sea demasiado tarde".
Añadió que hay que explicar a los israelíes que la expansión de los asentamientos es un proceso peligroso que pone en riesgo su propia seguridad: "El Gobierno israelí es cada vez más ambiguo sobre la solución biestatal, los palestinos están aún más divididos y sus bases muy excitadas. No hay otra alternativa". Es cierto que Israel viene afrontando una ofensiva de atentados palestinos con arma blanca, atropellos motorizados y atentados suicidas en la que han muerto ya una treintena de israelíes y más de 200 palestinos. La tensión es evidente y persistente.
En su visita a París en marzo pasado, también el Secretario de Estado John Kerry expresó un velado apoyo a la propuesta francesa: "Ningún país ni ninguna persona puede resolver [este problema]. Se necesita la comunidad global, el apoyo internacional".
El problema en cuestión radica en que, con el paso del tiempo, la ocupación militar de Cisjordania, el bloqueo de Gaza y la expansión continua de las ilegales colonias que trocean el territorio palestino, al estilo de los bantustanes sudafricanos, han agravado la situación hasta un punto crítico: "Una situación tóxica que asfixia a los palestinos y envenena el modo de vida israelí", como certeramente advierte Jonathan Freedland en The Guardian Weekly.
La propuesta francesa se basa en la iniciativa saudí de paz elaborada en 2002, que fue aceptada por la Liga Árabe pero rechazada por Israel. Requería que Israel se retirase del territorio palestino conquistado en 1967 en la guerra de los Seis Días, incluyendo Jerusalén Oriental, a cambio de normalizar sus relaciones con todos los Estados árabes; trazaba las fronteras de un Estado palestino en Cisjordania y Gaza y apuntaba a una "solución justa" para la penosa situación de los refugiados.
Pero Israel ha dado muestras suficientes de estar encastillado en su posición. No desea devolver el Golán -que aspira a anexionar-, rechaza la idea de un Estado palestino plenamente soberano y ha ignorado todas las resoluciones de la ONU que le afectan, apoyado a menudo por el derecho de veto que EE.UU. ostenta en el Consejo de Seguridad.
En estas circunstancias ¿cómo puede la comunidad internacional imponer una paz forzada? Los sectores más conservadores israelíes temen la idea de un futuro Estado palestino, que quizá caería en poder del Estado Islámico y lo acercaría a las fronteras de Israel: "Si los árabes entre ellos se destrozan violentamente como vemos en Siria e Irak ¿que nos esperaría a los israelíes?".
Por su parte, la dirección política palestina puntualiza que las negociaciones han sido hasta ahora una estafa, pues a la vez que retrasaban cualquier solución viable, han dejado a Israel las manos libres para ocupar progresivamente las tierras palestinas y desintegrar así la base territorial de un futuro Estado.
¿Se puede forzar a un Gobierno que dispone de armas nucleares a aceptar decisiones impuestas desde el exterior, que considera incompatibles con su supervivencia? La proyectada conferencia internacional ¿qué poder va a ejercer para torcer el brazo de un Israel que ha despreciado sistemáticamente las resoluciones de la ONU que consideraba perjudiciales? ¿Se hallan EE.UU. y la UE en condiciones de imponerle su voluntad?
Si hasta ahora las propuestas campañas de boicot comercial, retirada de inversiones y sanciones no han hecho moverse un milímetro a la política expansionista del Gobierno de Netanyahu, y desde los sectores más progresistas incluso se teme que esas campañas solo sirvan para reforzar al ala más exaltada del ultranacionalismo judío, no parece que en la anunciada conferencia (si llega a realizarse) quede espacio suficiente para negociar la solución sugerida por el Gobierno francés. De todos modos, mejor es sentarse a negociar en una misma mesa que destruirse recíprocamente con drones y cinturones explosivos. Aunque solo exista una exigua probabilidad de éxito, el esfuerzo por lograrlo siempre merecerá la pena.
Publicado en República de las ideas el 28 de abril de 2016
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