(Gracias a todos los que se han hecho eco. Quizá no debía haber escrito el anterior mensaje, pero deseo mantener viva esta página web en lo que de mí dependa).
Durante el siglo XIX, los imperios británico y ruso forcejeaban en las tierras del Asia Central y el Cáucaso. El primero, para afianzar el dominio sobre la India y proteger sus fronteras extendiendo las alas imperiales sobre Persia y Afganistán. El segundo, en su continua búsqueda de una salida hacia mares templados. Este largo forcejeo fue conocido como “El Gran Juego”.
Uno de sus efectos fue mostrar al mundo la eficaz y obstinada capacidad de resistencia del pueblo afgano frente a cualquier invasor, lo que, al parecer, ni la URSS ni EE.UU. recordaban cuando muchos años después iniciaron sendas aventuras militares -fracasadas- en ese país. Otra consecuencia fue la deriva hacia el Este de la expansión rusa que, buscando el mar abierto que hacia el Sur le cerraba la “Britannia que domina las olas”, remató la colonización de Siberia y alcanzó el Pacífico en Vladivostok.
Ruyard Kipling, el gran narrador del imperio británico, aludió al Gran Juego en su novela Kim, lo que contribuyó a popularizar la expresión. Este Gran Juego original concluyó con la 1ª Guerra Mundial, cuando Londres y Moscú se aliaron para luchar contra el imperio alemán del Káiser Guillermo II, aunque Kipling había predicho que el Gran Juego “solo concluiría con la desaparición del mundo”.
¿Acertó Kipling en esa predicción? Hace pocos días tuvo lugar en Ufá, ciudad rusa de los Urales, una doble conferencia internacional a alto nivel. Por un lado, la 7ª cumbre de las cinco potencias emergentes (BRICS: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y por otro la 15ª de la Organización de Cooperación de Shanghái (SCO: China, Rusia, India, Pakistán y las cuatro repúblicas exsoviéticas de Asia Central). El desarrollo de ambas cumbres apenas ha tenido eco en los medios occidentales, pero ante la nueva dinámica geopolítica que se observa en el continente euroasiático, es fácil vislumbrar un renacer del Gran Juego, con otros protagonistas y otros propósitos.
Son varias las organizaciones que estrechan vínculos entre Estados ajenos al ámbito occidental. La citada doble cumbre coincidió -debido a la actividad diplomática rusa- con una reunión informal de la llamada Unión Económica Euroasiática (UEE), que abarca desde el mar Caspio al estrecho de Bering y engloba a más de 180 millones de habitantes.
En Shanghái también tiene su sede el Nuevo Banco de Desarrollo (BND), considerado como la respuesta de los BRICS al Banco Mundial y orientado hacia las infraestructuras. Análoga finalidad tiene el Banco asiático para inversión en infraestructuras (AIIB), con sede en Pekín, formado por países asiáticos pero también europeos, americanos y del Pacífico; se contrapone al Fondo Monetario Internacional, dominado por EE.UU.
Este tejido de organizaciones económicas y políticas es el que puede protagonizar el Gran Juego del siglo XXI, enfrentándose a los designios de Washington y sus aliados occidentales, que se ejercen a través de varios acuerdos que vinculan a EE.UU. con países del Pacífico y con la Unión Europea, como el discutido tratado TTIP, aún en negociación.
Hace unos años, Putin sugirió una futura Gran Europa, desde Lisboa hasta Vladivostok, idea que fue rechazada por la UE bajo presión de EE.UU. China comenzó entonces a imaginar una nueva “ruta de la seda”, desde Shanghái hasta Venecia y Berlín. Y China también responde a la nueva estrategia de EE.UU. -el llamado “pivote” hacia Asia-, que militariza el Pacífico occidental y aumenta la presión naval en esa zona, mediante nuevas conexiones logísticas, como el ferrocarril de alta velocidad que llegará hasta Kazajistán y no tardará mucho en cruzar Irán y alcanzar el golfo Pérsico.
En el Foro Económico Internacional que se celebró en San Petersburgo hace un mes, Putin declaró a la televisión pública de EE.UU. que tanto Moscú como Pekín habían deseado en el pasado una cooperación genuina con EE.UU., que Washington siempre rechazó. El resultado de esa negativa, como ahora se observa, ha sido aproximar a dos antiguos rivales, Rusia y China, que están creando un nuevo sistema geopolítico en Eurasia.
El texto de la nueva estrategia nacional de EE.UU. para 2015 define cuatro enemigos principales (aparte del terrorismo): Rusia, Irán, Corea del Norte y China, aunque precisa que “ninguna de esas naciones busca un conflicto directo con EE.UU. o sus aliados. Sin embargo, generan preocupaciones graves de seguridad para la comunidad internacional”. ¿Habrá que afrontarlas militarmente, como viene siendo la panacea universal -y fracasada- de Washington?
¿Como se desarrollará el nuevo Gran Juego? En la reunión de Ufá, Putin dijo al presidente Xi: “Si combinamos nuestros esfuerzos sin duda resolveremos todos los problemas que afrontamos”. Esos esfuerzos están claros: la Unión Económica Euroasiática, los BRICS, los nuevos bancos radicados en China, la nueva “ruta de la seda”, la Organización de Cooperación de Shanghái, etc.
La respuesta de EE.UU. a los retos que plantea la nueva situación geopolítica va a configurar el siglo XXI. Aunque la UE ha desaparecido prácticamente del nuevo juego de poder y se resquebrajan los lazos que la sostienen, los europeos nos jugamos mucho en la reconfiguración de Eurasia.
República de las ideas, 31 de julio de 2015
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