Belle Chesler es una profesora de Artes Visuales que ha comentado lo ocurrido en el Instituto "Stoneman Douglas" (en Parkland, Florida), donde el pasado día de San Valentín, Nikolas Cruz, un antiguo alumno de 19 años de ese centro, armado con un fusil de asalto, mató a tiros a 17 personas e hirió a otras 14.
En un artículo publicado en TomDispatch.com (06/03/2018), Chesler muestra su esperanza de que esta matanza haya marcado un punto de inflexión. Los profesores han empezado a preguntarse cuándo les tocará a ellos; cuándo tendrán que correr a bloquear las puertas de la clase, a luchar, escapar, esconderse, proteger a sus alumnos... Cuándo la desesperación se les aparecerá en forma de un adolescente armado con un rifle que convierta al colegio en una galería de tiro.
Llevan varios años practicando ensayos de protección: bloquear la puerta, acurrucarse juntos en el rincón más oscuro de la clase los alumnos y su profesora, esforzándose por guardar silencio y no moverse; nada de teléfonos ni comentarios. Aguantar así hasta que alguien golpee la puerta, alguno llore y todo termine. Se acabó el ensayo. Encendemos la luz, nos estiramos y volvemos a nuestros asientos. La profesora cuenta un chiste, intenta relajar la tensión y la clase continúa.
"Esperamos que los alumnos hayan captado la seriedad del ejercicio pero sin asumir internamente el miedo", escribe Chesler. Pero es terrible aceptar el horror de lo que están viviendo, normalizar un hecho odioso y tan anormal: "Luchamos por conservar nuestras vidas".
En un cuestionario presentado a los alumnos, a la pregunta "¿Qué es lo que más te estresa?" uno respondió así: "Lo que de verdad me estresa es el hecho de que yo pueda morir en este edificio". La profesora no supo qué contestarle; ella pensaba lo mismo. No sabía cómo hacerle ver el temor que ella sentía cuando trataba con él -un alumno que creaba un arte perturbador, que no sonreía ni interactuaba con sus compañeros y cuyos padres no respondían a sus correos electrónicos o llamadas. No era capaz de pedirle que rebajase el tono violento de sus trabajos de arte: "¿Cómo compartir con él mi temor profundo de que será ese muchacho el que regrese algún día contra mí, armado y exigiendo venganza?".
Chesler evoca la ilusión de cada nuevo profesor: convertir un grupo desastrado de alumnos en unos jóvenes con excelente preparación académica. Al paso de los años la ilusión se desvanece: "Si hay que sobrevivir en este sistema hay que prescindir de algunas ilusiones. Casi una tercera parte de los nuevos profesores abandonan al tercer año, cuando no pueden soportar los retos de la profesión: largas horas, constante planificación, interminables calificaciones y la preocupación por atender a las necesidades intelectuales y emocionales de los alumnos".
Advierte que muchos alumnos padecen depresión y ansiedad, una desesperación sobre su futuro: "Cuando estás acurrucado en un rincón de la clase, practicando tu propia muerte, es difícil sentirse como si esperaras un futuro seductor". Además, si hay algo en lo que los adolescentes son insuperables es en detectar la hipocresía. La hipocresía del "sueño americano" que se les predica ampulosa y sistemáticamente y que para muchos de ellos se queda en simple sueño.
"Querida América -concluye el alegato de la profesora-. Me has dado una tarea imposible y me has condenado por no saber llevarla a cabo. Ahora, tú -o al menos el Presidente, la NRA [Asociación Nacional del Rifle] y algunos políticos- me aseguráis que puedo redimirme empuñando un arma, respondiendo a los disparos y desahogando así mi desesperación. No, gracias. No quiero empuñar esa arma ni puedo ser ese escudo. No puedo salvar a mis estudiantes ni en sentido figurado ni físicamente.
"Lo que pedimos a nuestros jóvenes a nuestros profesores y escuelas en nada se parece a lo que pedimos a cualquier individuo o institución. Martirizamos a nuestros jóvenes en el altar de las fracasadas promesas sociales y luego nos asombramos de que vuelvan empuñando un arma".
En el Día Internacional de la Mujer me ha parecido necesario poner en manos de los lectores este testimonio de una esforzada mujer estadounidense a la que su Gobierno aconseja aprender a disparar para proteger a los alumnos. De las muchas sugerencias que se vienen haciendo en ese país para corregir la anomalía nacional que supone la desmedida afición por las armas de fuego, armar y entrenar a los profesores es la última insensatez: convertiría a los colegios no en galerías de tiro, como antes se ha dicho, sino en reproducciones actuales de los míticos escenarios del viejo Oeste o del Chicago de los años 20, donde los enfrentamientos se dilucidaban a tiros y el más experto en el manejo de las armas era quien tenía la razón. Así lo ha expresado un dirigente de la NRA: "Para que no haya más personas malas armadas, tiene que haber personas buenas con armas". Con mejores armas, supongo, y más adiestradas en su uso. ¡Excelente perspectiva para la enseñanza académica en el país que se tiene como el faro de la libertad y la democracia!
Publicado en República de las ideas el 8 de marzo de 20918
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