Este domingo, el resultado de la última votación en la asamblea extraordinaria de las CUP fue un empate. A 1515. No era tan improbable que se diera, y tal como nos explican en eldiario.es de hecho superaba el 15% de las posibilidades. El caso es que por un solo voto podría haberse dado el caso de que una de las mitades volviera a casa con sensación de derrota. Y el caso es que las tablas consiguen evitar, al menos de momento, lo que obviamente desean los poderes fácticos y sus medios desinformadores, que es la escisión, o al menos el debilitamiento, de las CUP.
Por hache o por be, el caso es que toda esa presión en lugar de romper lo que ha conseguido es compactar la asamblea. Las voces de sus amos, todas las portadas periodísticas del lunes, despechadas por el desenlace "imprevisto", bramaban en contra. Que si esperpento, que si pucherazo, que si inocentada, etcétera. Eso sí, ninguna presentaba lo también obvio... que era que el empate podía serlo porque la de Sabadell era asamblea de pares (también en el sentido de iguales), y no como la del PSOE en Ferraz el mismo domingo, una chusca reunión de barones. La combinación de las dos fotos es más que ilustrativa: una asamblea abierta o un cónclave de jerifaltes. Democracia real o "unidad-de-todos-los-demócratas".
Quien gana con esta enésima dilación es el "vamos despacio porque vamos lejos". Gana el 15M porque burla los titulares precocinados en base a lo rotundo. Y es que lo que acaban plasmando una y otra vez los resultados, no ya solamente los de esta reciente asamblea cupaire, sino también los de todas las elecciones de los últimos meses, es el hecho de que la voluntad de los ciudadanos ni es unívoca ni es de aplastantes categorías. Es bien diversa, cada día más diversa y para bien de la diversidad cada día más manifiestamente diversa. Incluso dentro de las organizaciones de izquierda se dan esas divergencias, pero lo simpático esta vez es que este empate parece más bien un elemento de puro y hermoso "culture jamming".
Hace falta converger y generar candidaturas de confluencia, sí, pero también hace falta distinguir y preservar la soberanía popular real de los experimentos postmodernos de lobbies y oligarquías. Porque a ver, aunque se muestre a sí mismo como la llave que desbloquee el atasco, Artur Mas es el mismo de la payasada del helicóptero en junio del 2011, y el mismo número cuatro en una lista con un Romeva primero, y el mismo delfín de los Pujol Ferrusola, y el mismo ariete del TTIP, y el mismo líder de un partido, o lo que sea ya, que comparte grupo con los Ciudadanos de Rivera en el Parlamento Europeo. Así que aunque Artur Mas se presente como el desatascador en realidad es más bien el obstáculo, no solamente de cualquier proceso de autodeterminación, sino incluso de cualquier cambio en la percepción del asunto catalán en el resto del Estado.
Sin Mas el panorama podría mejorar. Con todas las dilaciones, las obligadas como las casuales, lo único que comprobamos es que es preferible la ingobernabilidad al mal gobierno. De hecho parece ser un paso necesario para transitar hacia un gobierno un poco más digno, algo que seguramente es más cosa de pares y comunes que de presuntos "imprescindibles". Que no, que el Mas que más necesitamos es otro, es Sergi Mas, que ese siempre nos hace sonreir y el Artur solo nos hace reir en la versión de Bruno Oro.
Al Artur Mas, además, le espera una prejubilación en Canadá a giratorio sueldazo del magnate Grífols. Que convoque para marzo y que las urnas, sin más dilación, se lo dejen claro a él y a todo el tardopujolismo: que no nos representan. Ea, bon vent i barca nova!
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