Una de las preocupaciones de las asambleas y comisiones de trabajo de los movimientos sociales es evitar la manipulación informativa en los medios. Hace años participé (en VdeVivienda) en más de un taller sobre comunicación. Se trataba de prepararnos las declaraciones a prensa, radio y tv, discutiendo sobre cuáles son las trampas en las que hay que evitar caer y cuáles son los trucos para hacer que nuestro mensaje fuera certero, impactante y a la vez difícil de ser manipulado. Uno de ellos era el de las metáforas deportivas. Se comentó en alguno de esos talleres, tienen la enorme ventaja de ser fáciles de comprender por parte de la mayoría de la gente (incluso aquella cuya formación política es entre pequeña y menor que mínima). Era importante saber parar balones (también los que venían envenenados) y saber meter goles (y a poder ser por la escuadra).
Desde aquel entonces siempre me llamaron la atención las que me he encontrado o las que a veces barrunto. Al hilo, pues, del alfabeto-sobre-Catalunya de Iturri, quiero dejar por aquí una retahila de metáforas deportivas sobre el irresoluto conflicto del encaje político de esto y lo otro, ya sean esto y lo otro naciones, símbolos, regímenes, leitmotivs o simplemente topónimos de cuyo nombre no quiero acordarme.
Saques de honor. La aparición de la palabra 'honorable' (molt honorable) en los protocolos y en los medios de comunicación vino junto a los dos metros de pivot de Tarradellas, que hizo en la plaça de Sant Jaume, de su famoso haiku "Ciutadans de Catalunya, Ja soc aquí", el 23 de octubre de 1977, hace hoy cuarenta años y cuatro días, el primer saque de honor.
El segundo pudo ser, el 20 de mayo de 1992, hace 25 años largos, la adaptación de la frase hecha por otro Josep, Guardiola: "Ciutadans de Catalunya, Ja la tenim aquí", refiriéndose al trofeo ganado por primera vez en Wembley. Meses después eran los Juegos Olímpicos, pero la Copa de Europa se anhelaba décadas antes. Pep Guardiola verbalizó la metáfora deportiva metafísica y metalingüística, vaya.
A día de hoy el tercer saque de honor es el más influyente, sobre todo en tanto 'desconstituyente'. Aquel tercer balón corrió el 24 de febrero de 2005, cuando el Molt Honorable Pasqual Maragall dejó ir, en un pleno en el Parlament, lo de "Vostès tenen un problema, i aquest problema es diu 3 per cent". Aquello inició una inédita fractura de la oligarquía que podría haberse llamado sociovergente en caso de no haberse fracturado, precisamente, y de aquellas 'cargas reglamentarias', estos lodos. Simplificándolo, que desde entonces el tardopujolismo no se pueda entender con el postmaragallismo es la clave de la inestabilidad y los cainismos en las élites, cosa que a su vez ha permitido una brecha para que desde abajo puedan empezar a poner luz y taquígrafos en muchas corrupciones más o menos generalizadas. Fue un desliz desde arriba que permitió desmontar mitos y chiringuitos.
Los autogoles. Al principio, para la izquierda republicana y catalana, errores garrafales llevaron al menos a tres autogoles casi consecutivos... Uno, la aceptación tácita por parte del PSUC de la bandera española rojigualda como indumentaria democrática. Dos, la renuncia del PSC de Raventós a conformar un tripartito de izquierda en la Generalitat, cuando por primera vez, se pudo, en 1980. Tres, el paulatino empoltronamiento de alcaldes y concejales de izquierda durante toda la década de los ochenta. Como ejemplo de este caso me viene a la mente Francesc Baltasar, precisamente tertuliano deportivo antes de ser conseller de pobrísimo recuerdo.
El penalty injusto. El movimiento libertario en Catalunya y la CNT eran puro músculo a finales de los setenta. Con una presencia extraparlamentaria y un empuje popular enorme. Con el desgraciado montaje parapolicial del caso Scala toda aquella fuerza obrera se deshilvanó y el sindicalismo pasó a encorsetarse en la misma bicefalia domesticada UGT-CCOO que en todo el Estado.
El dorsal número doce. Esta metáfora implica una pequeña trampa, pues en realidad la camiseta con el número doce, es decir la masa de seguidores que asiste físicamente al estadio y al partido, aquí ultimamente ha tenido dos números distintos: el quince y los onze. Primero en 2011 el 15M destapó otro tarro de esencias. En la plaza Catalunya, incluso bajo las porras de los Mossos y poco después en junio rodeando el Parlament, mucha gente consiguió demostrar una fuerza y un potencial, se articularon asambleas de barrio desde cero y desde abajo. Etcétera. Prendada por ello y con capacidad de encauzar la movimentación hacia el procesismo, desde el 2012 cada Onze de setembre la ANC, Omnium y muchas redes locales han conseguido espectaculares puestas en escena, con un efecto prácticamente lisérgico. Imposible no creer en lo que 'la gente' llega a hacer. Aunque si entrecomillo eso de 'la gente' es porque es tan relativo su singular como su plural. Daría para otro escrito bien largo, eso.
Set en blanco. Esas seis consecutivas Diadas (de 2012 a 2017) han sido como un set en blanco que presagiaba y apuntaba a la presencia y resistencia cívica de mucha, muchísima gente el domingo 1 de octubre. Eso sí, a la semana, el 8 de octubre, el unionismo se apuntaba un primer juego -un gentío contra seis diading, como dice Martínez-. Seis a uno, la metáfora la planteaba la directora del diari Ara, Esther Vera, creo que el mismo lunes siguiente a la primera gran demo de rojigualdas por el manifestódromo layetano.
El tiki taka. El "procès" ha sido eso durante seis años. Tal como ha explicado a menudo Guillem Martínez (que es en mi opinión el más lúcido cronista, del paripé-proceso antes y del sarao-cosa ahora), los procesistas han estado seis años jugando la pelota pero sin chutar nada a puerta. Solamente desde este septiembre con las dos unilateleyes ad hoc de los días 6 y 7, y ya este mes, a diario y en permanente telediario, el balón, como patata caliente, pasa de uno a otro tejado. A cada momento. El procesismo es ahora presentismo. El tiki taka ya se ha acabado. Y el futurismo está por llegar.
El (p...) catenaccio. El PP lleva ya casi una década de cerrazón. Al que puede sumarse que con el "Vivan las cadenas" llevan siglos, claro. El PP cierra los oídos, los ojos, las ventanas, las puertas e intenta cerrar hasta sus propias cloacas. Se trata de impedir cualquier pequeño avance de cualquier jugador contrario, cortar todo juego posible y, llegado el caso, ir a por la tibia de quien intente un regate. Y en fin, así nos hemos de ver, atados y bien maniatados.
El hooliganismo. Hasta ahora la proporción es más bien de 9 a 1 en ese aspecto. Uno de los flancos berrea el 'a por ellos', suelta porrazos, patadas y puñetazos, y amenaza con más violencia al menos nueve veces por cada caso similar en la grada contraria, más bien conformada a chamuscar period(íst)icamente algunas fotos o banderas así como a menores algarabías. Lo cual puede ser clave en quienes observan desde lejos pero arbitran casi todo, que son las corporaciones y los eurócratas y sus medios de comunicación. Ese hooliganismo desequilibrado, tan efervescente y neonazi en una de las aficiones, no debe gustar nada a quienes quieren que Barcelona y sus también muy turísticos entornos sean lugares tranquilos y seguros para tomar el sol y para seguir especulando. Imagino que con ello es con lo que tienen de qué discutir entre las oligarquías centrípetas y las centrífugas, mientras sus respectivos escuderos políticos siguen con sus "botesprontos". Y es que, a nivel de la imagen que se dé al exterior, vale más maña que fuerza.
El tiempo añadido. Estamos ahora en eso. Ya han acabado las prórrogas. Quizás el problema es para quienes estamos en las dos mayorías (quienes no queríamos ni unilateralidad ni involución, ni DUI ni 155). Ahora tenemos las dos cosas a la vez, en vez de ninguna de los dos.
La pizarra. Aunque nos queda poca tiza, aún creo que nuestra trinchera está en los llamados ayuntamientos del cambio. Por más que se sueñen (o se alucinen, incluso) soberanías, teniendo al gran capital y a su Europa antisocial como dueños de las más abstractas, deberíamos aprovechar los recursos y los posibles hechos y no palabras en lo más cercano, lo más cotidiano. Si no hay soberanía de los vecinos en los barrios, qué bandera ni qué nacionalidad nos la va a dar en los tableros internacionales. A ver. Que sería muy bonito que nos saliera una República Mágica Goleadora de todas las injusticias del mundo mundial, pero es que Puigde y Junqueras no son precisamente Oliver y Benji.
La meta, va. Visca la fraternitat republicana, viva la igualdad comunera y aupa la libertad sin patrias ni banderas. Ni Rajoy ni Puigdemont ni patria ni patrón. Y perdón porque esta vez no me salió un sprint sino media maratón.
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