Sigo con el asunto de mi última entrada. Más viñetas, pues asistí ayer tarde a otra actividad del ciclo sobre memoria de las luchas por la vivienda de la Regidoria de Memòria Democràtica. El programa incluye actividades varias hasta finales de junio. Ayer, presentada y moderada por Ivan Pintor, la charla en la Biblioteca Can Fabra -dicho sea de paso, especializada en comic y donde voy a trabajar próximamente- contó con la presencia de Ana Sainz Anapurna, Susanna Martin y Jaime Martin.
Anapurna y el guionista Francisco Sánchez nos presentaron un avance del trabajo que están acabando, por encargo del Ajuntament, sobre la huelga de alquileres de 1931, y escuchamos sobre cómo, casi cien años después, seguimos con problemáticas de vivienda muy similares a las que causaron aquel movimiento vecinal reivindicativo. Más tarde Susanna Martin hizo comentarios sobre buena parte de su obra, que abarca temas sociales e históricos, desde la figura de García Lorca a la de Annemarie Schwarzenbach, desde las vivencias de las mujeres migrantes a las del colectivo lgtbi, etcétera. Finalmente Jaime Martin nos habló de las realidades de la periferia de Barcelona, y de su relación, absolutamente autobiográfica, con la magnífica trilogía de la que es autor, que he devorado recientemente y que recomiendo con auténtica convicción.
Aunque el mundo del comic pueda servir de evasión de la realidad, es importante comprobar que hay autoras que se esmeran en que lo que dibujan esté bien documentado, en que las viñetas sean fidedignas para con las realidades que describen, pues está claro que el medio no siempre trata de universos fantásticos. Cabe realismo y cabe memoria y denuncia social en el poliédrico mundo de las viñetas y las novelas gráficas.
Este mismo mes, en el marco del mismo programa sobre Memoria, participé también en una ruta comentada a través de la historia de los barrios de Navas y de Congrès, donde, casualmente, he vivido prácticamente toda la vida. La experiencia fue muy buena. Cuando descubres anécdotas y a la vez estructuras, condiciones y personajes, sobre las calles y las plazas por las que te has movido cientos de veces, entonces el cerebro y el corazón, e incluso el hígado, pasan a tener curiosas reacciones: el barrio lo lleva uno en las vísceras como en la piel, y es como oir hablar de un familiar que siempre estuvo ahí aunque nunca te lo presentaron. Por ello creo que todo esto de las rutas comentadas es una actividad a promover. Recordé también cómo había disfrutado, hará más de una docena de años, en otra que se hizo por Sant Andreu o, no hace tanto, en otra por la Ciutat Vella.
Y voy ya con los balances que menciono en el título de la entrada. Acabó el invierno y, después de todo, me pasó volando, casi sin escribir. No es por tanto una manera de desacelerar el tiempo, este vicio de darle a la tecla. Pero sí es cierto que si no escribo, no solo aquí, sino tampoco en mis otros rincones en la web, pues acumulo más y más cosas por decir, más sensaciones por expresar, más curiosidades por compartir... de manera que me vuelvo a plantear lo de retomar el reto del ritmo, el reto del tope a cumplir, y el rito de abrir el ordenador más por comunicar que por ser espectador.
En el balance de este marzo, el mes se me escapa sin comentar nada de sus variados bofetones -no solamente el famoso bofetón entre millonarias estrellas, también los constantes bofetones al derecho a la información, también los que recibe el bolsillo con la inflación desatada. Escribiré sobre todas esas hostias. A ver si en la próxima pausa vacacional y pascual me hago un via textis. El via crucis se lo dejo a quienes entiendan de cruces. Aunque no hay texto sin cruz pues eso es, una cruz, también, la equis del tejido-texto. Incógnita que aun falta por despejar, que cantaba aquel.
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