Ugrafías

Tiene su inri que, tras más de tres décadas de silencio al respecto, sea precisamente en un 28 de diciembre cuando el ente -o mayúscula Casa- del monarca desglose su presupuesto cara al público. Y tiene su qué, también, el que sea inmediatamente relativizado con las cuentas de otras coronas europeas. Parece que nos está resultando un outlet la borbonía.

Se nos supone pues de santa inocencia, y dado el mesurado nihil obstat de toda la prensa corifea, entre el discurso y la pormenorización de dónde se colocan los cuartos, parece que ya hace costra lo de la cosa noóstra.

De la sopa de números nos resulta que aquel saetón que podemos ver, videoteca mediante, se deshizo en elogios a Su Excrecencia el Anterior, percibe solamente una mensualidad de unos 24.000 leuritos. Al año lo que vale un pisito promedio. Ya. Claro que hay otros cálculos que resultan en que el coste del tinglado es cuatro veces mayor al declarado y pasa de 30 milloncetes.

Pero el caso es que sigue siendo 'el campechano'. La subditez congénita de las mayorías no se desboba ni con la evidencia: yernos de cortafuego y a seguir con el paripé. Dice el diccionario que es campechano quien trata a los demás sin ceremonias y prescindiendo de categorías o posición social, con llaneza. Así pues un rey campechano es un oxímoron. Quizás por eso aguanta el cetro, pero alguna vez el anacronismo se hace tan patente como maloliente. Y también puede resultar que la palabreja tenga su origen en un gentilicio de raices mayas, pero sonar suena a campestre igualmente. Oirle lo del 'todos somos iguales' deja como un aroma de mierda de vaca, se le llame metano o zutano al heredero fulano.